Más de 70 años de historia con la familia Salinas al frente, seis trabajadores entre las paredes del número 10 de la calle Amaya y tres ingredientes clave: patata, huevo, aceite y sal. No hace falta más para obtener como resultado un producto único. La tortilla de patata de La Navarra, establecimiento que ha visto a varias generaciones degustar su famoso pintxo.

Carlos Salinas, vecino de Pamplona de 67 años, está al frente de este conocido negocio del Segundo Ensanche, que busca un relevo en sus fogones. “Yo ya debería estar jubilado, pero no encontramos un relevo que continúe con el negocio de las tortillas. El local está en venta y La Navarra seguirá abierta hasta que alguien compre el establecimiento”, señala.

“Yo ya debería estar jubilado, pero no encontramos un relevo que continúe con el negocio de las tortillas. El local está en venta y La Navarra seguirá abierta hasta que alguien compre el establecimiento”

Carlos Salinas - La Navarra

Con nostalgia relata cómo hace 70 años Tomás Ruiz, un tío suyo, emigró a Venezuela y sus padres se quedaron con el bar. “Al principio estábamos de alquiler, más tarde se traspasó y mis padres pudieron comprarlo. Ese fue el origen de todo”, apunta. Desde 1952 La Navarra pertenece a la familia Salinas. Carlos recuerda que los comienzos fueron duros, ya que el bar se abría a las 6 de la mañana y cerraba cuando el último cliente se marchaba. “Al final éramos la familia con un par de empleados más. Siempre tengo el recuerdo de salir de la escuela y venir a ayudar a mis padres”, recuerda. 

Ahora buscan a alguien que quiera continuar con el negocio, y están abiertos a todo tipo de propuestas. “El producto principal es la tortilla y nos gustaría que se le siguiese dando continuidad, porque es un producto muy apreciado. Sería una pena que se perdiese, pero ya estamos abiertos a todo”, expresa.

“El producto principal es la tortilla y nos gustaría que se le siguiese dando continuidad, porque es un producto muy apreciado. Sería una pena que se perdiese, pero ya estamos abiertos a todo”

Carlos Salinas - La Navarra

Echando la vista atrás, a los orígenes del negocio, el producto principal no era la tortilla de patata. Servían callos, ajoarriero o menudicos. “La gente trabajadora venía y consumía cosas contundentes. Al final el bar se ha ido adaptando a las necesidades del consumidor”, explica el dueño de un local que ha visto en sus 70 años cinco reformas. Se debían amoldar a los clientes, ampliando el espacio y añadiendo nuevas mesas. Su negocio se transformó con la apertura de las oficinas de la Seguridad Social próximas al bar. “A media mañana el funcionario de turno no se va a comer algo tan pesado como un plato de callos, necesitaba algo más ligero y mi madre tuvo la idea de hacer tortillas”, argumenta Salinas. 

Su madre aprendió a hacer la tortilla de su madre, y esta de la suya. Así hasta Carlos, el guardián del legado familiar. La clave es esa forma singular que la madre de Carlos Salinas aprendió en casa. Y el secreto “es la sencillez del producto, huevos, patata, aceite y sal. No tiene más”, declara. Para la eterna discusión de si es tortilla sin o con, Carlos aclara que en su tortilla “nunca hemos puesto cebolla y nadie se ha quejado”, dice entre risas. A lo largo del día estima que hacen unas 40 tortillas, que van saliendo conforme se consumen. En menos de un segundo ya está el pintxo en la barra. El récord de tortillas se remonta a una tarde de enero, en plena Cabalgata de Reyes, en la que se llegaron a vender 900 pintxos. “No se me olvidará nunca, trabajamos a destajo. ¡Fue la gran paliza del siglo!”, recuerda. Aquel día se le quedó grabado en su cabeza.

Carlos, en la barra del bar con una tortilla recién hecha.

Carlos, en la barra del bar con una tortilla recién hecha. Patxi Cascante

Pintxos para llevar

Durante la pandemia en La Navarra les tocó reinventarse. Con seis personas en el negocio, tres en cocina y tres en barra, vendían los pintxos y cafés para llevar, algo que no era habitual, con colas de gente esperando para tomarse su tortilla. “No les hacía mucha gracia tener que esperar, pero tenían paciencia por la situación”, argumenta.

Con 15 años, cuando todavía le llamaban Carlitos, atendía a los abuelos de los nietos que ahora se sientan en las mesas de su bar. A pesar de no situarse en un lugar demasiado visible, es conocido en cada rincón de la ciudad. “Yo no me he hecho rico, pero he vivido muy bien. La gente tiene miedo a la inversión, normal. Pero el negocio es rentable, eso lo aseguro”, confirma.

“Yo no me he hecho rico, pero he vivido muy bien. La gente tiene miedo a la inversión, normal. Pero el negocio es rentable, eso lo aseguro”

Carlos Salinas - La Navarra

Para finalizar, lanza un mensaje a esas personas que quieren comenzar un proyecto y tienen miedo. “El miedo es solo un pensamiento, la forma de llevar el negocio es lo que te garantiza su salida adelante, hay que lanzarse a ello”, señala desde la barra del bar en la que espera a ese alguien que se lance.