La barbarie de la guerra, y la vida que a pesar de todo sigue. Es lo que reflejan las fotografías que Begoña Zubero tomó a principios de 2019 en la ciudad iraquí de Mosul. Aunque nos trasladan también a Gaza, a Ucrania, a otras muchas destrucciones, invasiones, a otros genocidios que lamentablemente se repiten a lo largo de la historia de la humanidad.

A la fotógrafa vasca no le atrae representar la guerra en sí, ni “hacer pornografía” del desastre, de los restos que causan los bombardeos. Sus imágenes están totalmente alejadas del morbo y de la noticia. “No necesito la actualidad en la foto; me interesa sugerir. Veo la imagen como documento y también desde un punto de vista plástico y poético. Yo no hablo de la guerra, sino de lo que pasa después”, ha explicado este viernes por la mañana en el Pabellón de Mixtos de la Ciudadela, donde ha presentado su exposición NEEEV. No es exótico ni vital, visitable hasta el próximo 5 de mayo.

Begoña Zubero no fue a una ciudad en conflicto. Desembarcó en el Mosul de después de la terrible invasión del ISIS. Un lugar arrasado y a la vez en el inicio de su lenta reconstrucción, con escombros, ladrillos y excavadoras por sus calles; con hierros emergiendo entre las ruinas; con apenas personas transitando, pero con tiendas recién abiertas y carteles que invitan al consumo diario.

“El ISIS no es que les atacara, es que entró en sus vidas, en sus casas, de la noche a la mañana; debió ser terrible”

Begoña Zubero - Fotógrafa

La fotógrafa bilbaína llegó a un Mosul con niebla, y, como ella cuenta, el fenómeno meteorológico que "en principio parecía que iba a ser enemigo se convirtió en un aliado” para sus fotos, con una atmósfera muy evocadora, con su luz parda, como humo, que hace indistinguible el fondo, como si de un recuerdo de la guerra se tratase, sin horizonte.

Esta característica y el hecho de que prácticamente la totalidad de las imágenes carecen de presencia humana, dotan a la obra de Zubero de una atemporalidad y una universalidad que activan el pensamiento en quien la contempla. “En mi opinión, la presencia de gente hace las fotografías más anecdóticas. Sin gente, se convierten en espacios más reflexivos”, dice Zubero, matizando que una de las pocas imágenes de esta exposición en la que hay retratados habitantes de Mosul ha sido “clave” en la idea del título, No es exótico es vital.

“Ver una calle en ruinas, con un cartel que ilustra sobre la forma que tienen las minas para no pisarlas, y ante ello, dos colegialas dirigiéndose a la escuela impolutas y comiendo gusanitos, es impactante. Da idea de la normalidad de la vida, de que después de una tragedia horrible, de una guerra y años de ocupación, la vida sigue”, cuenta la autora.

NO ES EXÓTICO

Otras de las imágenes que acoge Mixtos muestran el hospital de Mosul bombardeado, con las camas apiladas fuera, y frente a ellas, una pequeña palmera erguida, el único signo de naturaleza viva allí, como símbolo de esperanza; la gran mezquita de al Nuri, “de lo poco que va a quedar de pie”, o interiores de la biblioteca de la ciudad iraquí, que fue arrasada con lanzallamas para que no se salvase ni uno solo de los libros que albergaba.

Ruinas de construcciones antiguas en piedra y de edificios más modernos se contraponen en esta exposición como “dos maneras muy distintas de caer”, y reflejan “la elegancia y la belleza de la ruina, atravesada por la luz; un tema muy recurrente en el arte”, apunta la fotógrafa, que documenta en otras de las obras el negocio que representa para algunos constructores la reconstrucción de un país arrasado por el genocidio.

La parte del título que reza No es exótico transmite la certeza de que “la idea que tenemos de lo exótico de Oriente a ellos no les gusta nada, no quieren que les veamos con esa herencia exótica que han dejado los imperios. Irak fue imperio británico... El mundo es global ahora mismo”, afirma Begoña Zubero, que a lo largo de su carrera ha transitado por distintos géneros, desde la fotografía realista de sus espacios urbanos y naturalezas muertas hasta su experimentación con la abstracción de la fotografía subjetiva.

EL ARTE, UNA FORMA DE RESISTENCIA

Mosul, al norte de Irak, saltó a los medios de comunicación en junio de 2014 cuando el Estado Islámico se hizo con la ciudad.

“No es que el ISIS les atacara, es que entró en sus vidas, en sus casas, de la noche a la mañana. Ellos lo cuentan así, se acostaron en Mosul y se despertaron en Auschwitz. Tuvo que ser terrible. Siempre es un horror, pero especialmente debió serlo allí, en el sentido de que no les dio tiempo ni a reaccionar”, subraya Zubero, recordando a un profesor de Bellas Artes de Mosul que le relataba cómo durante esa horrible invasión había gente que pintaba por las noches a escondidas; si les pillaban, les mataban.

“No necesito la actualidad en la foto, me interesa sugerir; veo la imagen como documento y obra plástica”

Begoña Zubero - Fotógrafa

A estas inquietantes vivencias alude una de las fotografías de NEEEV. No es exótico es vital, que muestra el sótano destruido de una casa de la ciudad iraquí con unas bellas pinturas sobre tela con motivos que evocan la campiña inglesa extendidas en sus paredes masacradas. “Representa la resistencia a la barbarie a través del arte. Muchas veces nos preguntamos, ¿cuál es la utilidad del arte? Pues igual es mucha...”, reflexiona la fotógrafa vasca, cuyo proyecto expositivo se originó en una residencia artística de dos meses que realizó a finales de 2018 en Irak con el patrocinio de Moving Artist Foundation.

La muestra que recala ahora en Pamplona se ha podido visitar anteriormente en tres ciudades de Italia –Palermo (la Fondazione Sant Élia), Roma (Museo de Trastevere) y Catania (Fondazione La Verde La Malfa)–, además de en Córdoba (Palacio de la Merced).

MEMORIA NECESARIA

En la zona de conflicto de Mosul rige actualmente la reconstrucción económica. Lo real y lo vital está allí donde hay pequeños resquicios de vida. El consumo y la cotidianeidad emergen necesariamente entre las grietas. Y a Begoña Zubero le “gustaría mucho volver”, ver cómo está la ciudad ahora.

“Porque lo que yo fotografié ya ha cambiado, ya ha desaparecido”, dice. Pero aquí nos queda, como memoria necesaria del horror y la esperanza que es muchas veces la vida.

LA AUTORA

  • Estética y documentación. Desde sus primeros proyectos, Begoña Zubero (Bilbao, 1962) ha desarrollado una fotografía de tesis de impecable factura técnica, formal y estética, en la que la documentación e investigación le han permitido elaborar unas imágenes de gran calado intelectual.
  • Regímenes totalitarios. Atraída por la arquitectura de poder de los regímenes totalitarios europeos del siglo XX, llegó a Roma en 2002 e inició su proyecto Existenz (2002- 2013). Una fotografía de esta serie obtuvo el primer premio de fotografía Pilar Citoler (2006). Posteriormente, y gracias a la Beca de Artes Plásticas de la Fundación Botín, realizó el proyecto Pueblos de colonización XX.
  • Italia. En 2012 volvió a Roma como artista residente en la Real Academia de España, donde continuó su exploración sobre la importancia de la idea de la memoria partiendo de uso ideológico de los espacios arquitectónicos y urbanos. Como consecuencia de su periodo italiano, sus proyectos de los últimos años han girado en torno a cuestiones relacionadas con la cultura e historia reciente de este país.
  • Residencias. Ha realizado residencias artísticas en Cosenza y en Dolomiti Contemporenee, desarrollando en esta última el proyecto Villagio Eni, expuesto en la Galería Altxerri durante la Primera Bienal de Arquitectura de San Sebastián y en la Galería Luis Burgos en Madrid en el contexto del festival PhotoEspaña.