A Mariví Esparza los Sanfermines le vuelven “loca” y los vive “a morir”.
Desde 1978, custodia y coloca una figura de San Fermín en la hornacina de Santo Domingo antes del encierro. “Disfruto más saludando a los corredores que poniendo la figura”, bromeó Mariví, que ayer recibió el noveno pañuelo de Pamplona-Iruñeko Zapia, premio que se entrega a personas o entidades que han contribuido a la “proyección” de Pamplona.
“No pensaba que este momentico fuera para tanto, pero son 46 años subiendo y bajando escaleras. ¿Ya está bien, no?”, preguntó irónicamente Mariví, que dedicó el galardón a todas las personas que desde 1978 han colaborado en la creación, mantenimiento y auge de esta tradición.
“A los que están y a los que nos han dejado. Sin ellas no sería, ni hubiera sido posible, este momentico que se vive todas las mañanas del 7 al 14 de julio”, agradeció.
Mariví estuvo arropada en el acto por “la cuadrilla de la hornacina” –Eduardo, Asier, Juanjo, Jesé e Idoia–, amigas y amigos –María, Virginia, Loli, Teresa, María José, Celia Mari Carmen, José Esteban–, su hija Goizargi, su prima Juana Mari y su sobrina Yun. “No sabía que iban a venir. Estoy muy emocionada”, confesó.
El origen de este momentico se remonta a los Sanfermines Txikitos de 1978, cuando cuatro mozos de las peñas, entre ellos el marido de Mariví Esparza, Andoni Barba, compraron una estatua de San Fermín y confeccionaron un panel, que rodea al morenico, con el escudo de cada peña.
Del 7 al 14 de julio, Andoni colocaba la figura en la hornacina de Santa Domingo –se creó en 1981– y Mariví la retiraba. “Nadie conocía la tradición, lo hacía de forma anónima y a veces pedía a la gente que me ayudara a bajar el Santo”, recuerda Mariví, que siempre estuvo acompañada por su fiel amiga María José. “Quedábamos a las dianas y recogíamos a San Fermín después del encierro. Fueron unos años muy bonitos”, relata María José.
Andoni falleció en 1993 y, desde entonces, Mariví se ha encargado de custodiar y colocar la figura en la hornacina de Santo Domingo. Su hija, Goizargi Barba, le ha acompañado desde que era bien txiki y hace 20 años, en 2004, puso la estatua por primera vez. “La ama se había roto el dedo del pie, no podía subir a la escalera y me animé”, comenta Goizargi.
Tenía 18 años y, a pesar de su juventud y ganas de jarana, ha sido leal a la tradición familiar durante estas dos décadas. “Del 7 al 14 de julio sé que debemos colocar la figura de San Fermín. Es lo que toca, es nuestra rutina, el día a día. Cuando a la noche salgo de fiesta, vengo sin dormir. Ya está”, explica.
Mariví y Goizargi siempre cuentan con la ayuda de “la cuadrilla de la hornacina”, sus fieles escuderos, actualmente compuesta por: Eduardo, Asier, Juanjo, Jesé e Idoia. “Ellos sí que tienen mérito porque hay que pegarse el madrugón un día detrás de otro. Ahí están generación tras generación. Son unas personas maravillosas”, halagan.
En los últimos tiempos, Mariví y Goizargi se han convertido en un fenómeno viral entre los corredores del encierro, que adoran su figura como si del verdadero San Fermín se tratara.
“Cada vez es más difícil bajar desde el Ayuntamiento hasta la hornacina porque hay mucha gente y todos los mozos quieren tocar la estatua para que les dé suerte. Pasar del anonimato a la fama es un poco abrumador”, confiesa Goizargi.
“Nunca me habría imaginado que este acto tuviera tanta repercusión. La fama es de hace cuatro días. Los medios de comunicación tenéis la culpa porque es le dais mucho bombo”, bromea Mariví.
La figura, avisan, es “muy delicada” y de tanto tocarla y venerarla “está sufriendo” y ya ha pasado más de una vez por el taller. “Tengo una amiga que la restaura. En mejores manos no puede estar”, defiende Mariví, que, durante el resto del año, guarda la imagen en su casa de la calle Jarauta. “La cuido con mucho cariño”, insiste.
El alcalde de Pamplona, Joseba Asiron, destacó la “discreta”, pero “fundamental” labor que Mariví realiza las mañanas del 7 al 14 de julio desde hace 46 años. “Eres una de las mujeres imprescindibles de las fiestas, una persona que sin meter ruido das vida a San Fermín. Eres artífice de uno de esos momentos clave que hacen de San Fermín las mejores fiestas del mundo. El pañuelo que hoy te entregamos es el agradecimiento de toda Pamplona por tantos años de dedicación, cariño y entrega a las fiestas. El pañuelo es tuyo, pero el orgullo es de toda la ciudad”, finalizó Joseba Asiron.