La asociación Milagrosa/Arrosadia y residentes del barrio lamentan que la plaza Manuel de Falla se haya convertido, tras la peatonalización, en un foco de “actividades incívicas”: botellón, venta de droga, ruidos, peleas, suciedad o coches que circulan “a toda velocidad” y aparcan en esta zona peatonal. “Con la peatonalización se iban a crear espacios agradables que favorecerían la vida comunitaria en el barrio, pero nos ha traído más problemas que beneficios”, se queja Amaia Alonso, miembro de la asociación de vecinos.

La entidad y los residentes denuncian que decenas de ciudadanos se concentran en la plaza Manuel de Falla a diario para beber. “Me levanto, subo la persiana y les veo en la plaza. Me voy a dormir y siguen ahí”, afirma Javier Satrustegui. “Las nuevas sillas les vienen de maravilla para sentarse y quedarse a beber”, critica María Saralegui.

En ocasiones, los grupos acuden a la plaza con altavoces y ponen música “a todo volumen. Me están volviendo loca”, expresa María. “No se respeta el derecho al descanso de los vecinos”, subraya Amaia.

Además, soportan gritos, insultos y peleas entre los distintos grupos que ocupan la plaza. “En ocasiones, tras haber estado bebiendo, se enfadan y sacan la navaja rápido. La movida se monta enseguida”, describe Javier Alonso.

El botellón, concretan los vecinos, se alarga hasta altas horas de la madrugada porque los grupos se quedan consumiendo alcohol en los alrededores de un salón de juegos, uno de los pocos establecimientos del barrio que abre todos los días hasta las tres de la mañana.

“Se sientan en la entrada y se pegan toda la noche bebiendo con los altavoces”, afea María. “Se congrega un montón de gente que se queda armando follón hasta las tres, cuatro o cinco de la mañana. Es muy difícil conciliar el sueño”, lamenta Javier, que le parece “increíble” que la licencia que ostenta este salón de juegos le permita abrir hasta tan tarde. “No es un bar especial”, matiza.

Trapicheo

Además, los vecinos denuncian que se trapichea droga en las diferentes plazas: Manuel de Falla, Alfredo Floristán y confluencia de río Urrobi con río Irati: “Dejan el pedido en las jardineras y vienen a buscarlo”, indica Manolo Iriarte. Los residentes también aseguran que se vende y consume en los alrededores del salón de juegos. “La policía está vigilando cada dos por tres”, explica Amaia.

Este establecimiento se ubica cerca del antiguo colegio Víctor Pradera-Paderborn, que este verano se ha transformado en un centro de formación profesional, y los vecinos están preocupados con el inicio del curso lectivo. “Se está facilitando a 600 chavales con edad y dinero que puedan caer fácilmente en cualquier tipo de adicción”, alerta Amaia.

“No es de recibo que jóvenes a partir de los 16 años tengan en frente un salón de juegos, un lugar que genera ludopatía”, avisa Marisa Andueza. Por eso, piden mayor presencia policial cuando se imparten las clases.

Suciedad

Los residentes también se quejan de la suciedad que se encuentran en la plaza principalmente los fines de semana y que vinculan con el botellón. “Siempre está llena de porquería. Hay papeleras, pero la gente no las utiliza. Es una vergüenza”, lamenta María Sánchez. “Se queda todo hecho un asco”, se queja Jesús Mari Pérez. “Son unos cochinos y unos guarros”, insiste Javier Satrustegui. Los vecinos aseguran haber visto en el suelo de la plaza pañales usados, cáscaras de pipas, bolsas de basura y restos de comida rápida.

Los maceteros y jardineras también albergan todo tipo de residuos como botellines de cerveza, latas de refrescos, bolsas de plástico o papeles.

“El Ayuntamiento colocó los maceteros para que no se pudiera pasar en coche por la plaza, pero son enormes y la gente se apoya mientras bebe alcohol. El servicio de limpieza ha encontrado más de 20 latas dentro de una jardinera”, detalla Amaia, que agradece la labor que realizan estos trabajadores: “Hacen un trabajo de 10. Pasan todos los días”.

Además, denuncian que algunos ciudadanos vomitan y orinan en el interior de los maceteros y jardines. “Son personas adultas. Mean en cualquier portal y esquina. Es un desastre. Es una pena cómo se está maltratando el barrio”, protesta Javier Satrustegui.

Coches mal aparcados

Otro de los problemas es el elevado número de coches y furgonetas que aparcan en la zona peatonal, donde existen lugares de carga y descarga para estacionar por un máximo de 30 minutos.

Sin embargo, los vecinos denuncian que algunos conductores dejan su vehículo mucho más tiempo e incluso ocupan zonas que no están habilitadas para el aparcamiento.

“Estacionan donde les da la gana. Dejan el coche aparcado ocho horas, incluso toda la noche. Mientras, los demás nos buscamos la vida para encontrar un hueco, pagamos tarjeta de residente o lo dejamos en aparcamientos disuasorios”, se queja Iñaki Elizalde.

Los cambios en la circulación tras la peatonalización han aumentado el tráfico y lo han concentrado en varias calles semipeatonales. La asociación ha propuesto al Ayuntamiento de Pamplona el cambio de algunas direcciones para facilitar y descongestionar el tráfico en esas zonas.

Además, alertan de la alta velocidad a la que circulan algunos vehículos en la plaza –durante la entrevista un coche pasó rápido– y vías peatonales. “Si un vecino hubiera bajado por la calle, se lo lleva por delante y lo hiere de gravedad. Algún día vamos a sufrir una desgracia”, avisa Amaia.

Sensación de inseguridad

Como consecuencia de todas estas actitudes incívicas y molestias, gran parte de los vecinos evita pasar por la plaza Manuel de Falla. “Con la peatonalización, ha quedado bonita y podía haber sido un espacio agradable para que jugaran los niños, pero el ambiente es desagradable y no invita a quedarse porque te sientes un poco intimidada e incómoda. Es una pena”, lamenta María, que acaba de ser madre y pasea con su hija por otras zonas del barrio. “La gente mayor está insegura y se ha perdido la costumbre de bajar a los bancos a sentarse a la fresca”, apunta Amaia.

Algunos adolescentes y jóvenes tampoco se atreven a cruzar solos la plaza cuando vuelven a la noche del Casco Viejo. “Vivimos en la plaza y a mi hijo de 15 años le busco al principio de la avenida Zaragoza o le espero en el portal. Es muy triste. No es ni medio normal que tengamos miedo de que le pueda pasar algo debajo de la puerta de casa”, se queja Miriam Ibáñez. Cuando su hijo vuelve del instituto y está llegando a casa, llama a su madre para que salga al balcón a vigilar “porque hay borracheras, peleas e insultos a diario. Es lo mismo a las tres de la tarde que a las once de la noche”, lamenta.

“Lugar de convivencia”

La asociación de vecinos quiere que el barrio vuelva a ser “un lugar de convivencia” y está conversando con algunos de los grupos que ocupan la plaza para que se comporten de forma cívica. Por otro lado, pide a los residentes que sufren estos problemas que los denuncien en Policía Municipal. “Si no queda registrado, los agentes no acuden”, finaliza Amaia.