Victoria, la quita tatuajes
Victoria Lasterra es la dueña de Quitatoo, empresa de Pamplona con 10 años de vida, que elimina tatuajes con un láser que golpea la tinta y se desprenden partículas que se expulsan a través de la orina
En la última década, Victoria Lasterra ha quitado de todo –tribales, hadas, duendes, letras chinas o corazones–, en casi cualquier parte del cuerpo –pechos, culos, pubis, brazos, muñecas, espaldas, cabezas o labios– y a personas adultas –desde señores mayores con sombrero a mujeres que acaban de ser madres–, jóvenes y adolescentes.
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“Vivimos en la época de la inmediatez y de los impulsos. Si les gusta una taza, se tatúan la taza. Ya se la quitarán cuando no les represente”, comenta Victoria, propietaria de Quitatoo, empresa especializada en la eliminación de tatuajes que se ha puesto de moda en la ciudad.
Victoria hace desaparecer los tatuajes con una máquina, desarrollada por la empresa española Láser Light, que aplica un láser sobre la zona tatuada. “Detecta la tinta, la golpea, el sistema linfático recoge las partículas desprendidas y las elimina por la orina”, señala.
El pis, tranquiliza, no sale coloreado con los tonos del tatuaje. “Algunos clientes me lo preguntan preocupados porque a los días siguientes tienen análisis de orina”, afirma. En la misma línea, el proceso es indoloro, previamente se da una crema anestesiante y “únicamente se siente un punto de calor en la zona en la que actúa el láser”, detalla.
Las sesiones duran entre 20 y 30 minutos e incluyen fototerapia, un tratamiento que emplea radiaciones electromagnéticas de origen natural que evita inflamaciones y ayuda a regenerar la piel. “Estamos dando una pequeña paliza concentrada”, asegura.
Además, los clientes deben realizar pequeñas curas en casa en la zona en la que Victoria les ha aplicado el láser: hidratar la piel con crema, limpiar con agua y jabón y, a los días, que le dé el sol. “Es el peor enemigo de los tatuajes”, señala.
El mismo proceso se repite más o menos a los dos meses –el tiempo que el cuerpo tarda en expulsar la tinta– y la duración del tratamiento depende fundamentalmente del tipo de tinta con el que se ha hecho el tatuaje, que se descubre cuando el láser actúa por primera vez sobre la piel.
“Las tintas antiguas llevan plomo en su composición y son más difíciles de eliminar. Cuanto más metal llevan más largo es el proceso. Se cambió el plomo por carbono y el láser es más eficaz”, detalla.
También influyen el tipo de piel, los colores y la ubicación del tatuaje –los pies, las manos y la cabeza son las zonas donde más cuesta quitar porque están alejadas del corazón– o la cantidad de tinta. “No es lo mismo un corazoncito que los tribales”, explica.
El récord está en 18 sesiones, unos cuatro años de proceso. “Era un hombre con un tatuaje antiguo y con una carga de tinta brutal. Una barbaridad, se podían dibujar 80 tatuajes con ese nivel de pigmentación. Eliminé el tatuaje al que nadie se quiere enfrentar”, indica.
Clientes jóvenes
La clientela principal son jóvenes menores de 25 años. “La gran mayoría de trabajos nuevos que han entrado son tatuajes de gente de 18 o 19 años que se tatuaron cuando tenían 16”, concreta.
Según Victoria, este fenómeno se debe a que las nuevas generaciones han nacido con la posibilidad de eliminar el tatuaje y, como consecuencia, piensan menos qué se pintan en su cuerpo.
“Como saben que no es para siempre, tienen menos presión y se tatúan lo que les apetece en cada momento. Vivimos en la época de la inmediatez y de los impulsos. Si les gusta una taza, se pintan la taza. Ya se la quitarán cuando no les represente o no se sientan identificados”, asegura.
Eso sí, Victoria avisa a los jóvenes que los tatuajes recién hechos no se pueden eliminar: “La tinta aún no está encapsulada y el láser no la detecta. Hay que esperar entre seis y ocho meses”.
Victoria también atiende a personas mayores que se hacen un cover –retirar el pigmento parcialmente para volver a pintar en la misma zona– o que se tatuó en la década de los 80 y los 90 y se quita el tatuaje “porque ha envejecido mal. La tinta se expande y queda feo”, lamenta.
La variedad del público adulto es amplísima ya que por Quitatoo han pasado “el típico señor con gorro que nunca te imaginarías que estaría tatuado, quinquis o muchas personas que van a ser padres y se quitan el tatuaje antes de que nazcan sus hijos. O porque los niños han visto la espalda pintada y les obligan a quitárselo”, expresa.
Corazones de exparejas
Victoria ha eliminado tribales, hadas, duendes, letras chinas o corazones con el nombre de exparejas escrito en el interior. “He atendido por separado a parejas que se acababan de romper”, afirma.
Las mujeres, ahonda, van a Quitatoo solas porque “se quieren quitar cuanto antes el nombre de su ex”, mientras que los hombres se acercan acompañados por sus nuevas novias, que piden a Victoria que elimine el corazón rápido.
“No es agradable ver el nombre de otra chica en el cuerpo de tu novio. A los chicos siempre les digo que se enamoren de mujeres que se llamen igual”, bromea.
Victoria tiene clientes durante todo el año, aunque la carga de trabajo aumenta considerablemente a partir de primavera. “La gente viste con menos ropa, se ve el tatuaje y se da cuenta de que no le gusta”, apunta.
Las muñecas son la parte del cuerpo donde más tatuajes ha quitado porque se ven constantemente “y la gente se aburre muchísimo”, aunque Victoria confiesa que ha eliminado dibujos en cualquier parte: pechos, culo, pubis, labios... “De todo. Gracias a Dios, el pene es lo único que no me ha tocado. ¡Que me muero!”, exclama.
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