Joana, Nines, Antonio y Said se han visto obligados vivir y dormir en las calles de Pamplona. Por distintos motivos, han estado meses o años buscándose la vida de un lado a otro de la ciudad, sin apenas medios y con el único refugio de algún edificio abandonado o el porche de una calle cualquiera.

Los cuatro viven desde hace unos pocos días en pisos municipales rehabilitados gracias a un programa piloto que ha puesto en marcha el área de Acción Social del Ayuntamiento para atender las necesidades de personas sin hogar que se encuentran en la ciudad, cuyo número ha ido claramente en aumento.

Según las cifras que barajan los servicios sociales, en la actualidad hay alrededor de 170 las personas en situación de calle en Pamplona. Para su atención el Ayuntamiento cuenta con 58 plazas en el Centro de Atención a Personas sin Hogar, 30 que se ofrecen a través del convenio con la Fundación Adsis para el programa Etxe Bat– Un hogar y 35 plazas en viviendas para familias. En total, 117 plazas fijas para todo el año, que duplican las cifras de recursos de acogida para el sinhogarismo que destinó UPN.  

Said Oukhayi llegó a Pamplona en diciembre del año pasado procedente de un centro para inmigrantes en Cartagena y desde entonces ha dormido en albergues, edificios abandonados o en tiendas de campaña en Aranzadi hasta que fueron desalojados por la Policía Municipal.

Con 26 años y estudios superiores en filología inglesa, Said reside desde hace unos pocos días, con otros dos compañeros, en un piso de propiedad municipal que acaba de ser rehabilitado tras ser elegidos para formar parte del programa del área de Acción Social del Ayuntamiento.

“Hasta ahora mi mayor preocupación era cómo iba a pasar el día y dónde iba a dormir la noche siguiente. Ahora quiero prepararme para cuando pueda ejercer como traductor, porque se me dan bastante bien los idiomas”

Said Oukhayi - Residente en una vivienda municipal rehabilitada

“Hasta ahora mi mayor preocupación era cómo iba a pasar el día y dónde iba a dormir la noche siguiente. Disponer de una vivienda me permite centrarme en otras cosas y prepararme para cuando pueda ejercer como traductor, porque se me dan bastante bien los idiomas” comentó Said en un perfecto castellano.

Del desierto a la patera

Su vida no ha sido fácil, expuesta al peligro desde que salió del desierto de Zagora, en Marruecos, y llegó a Canarias en 2023. Cuatro mil euros tuvo que pagar a un tipo con la cara tapada con un turbante que se comprometió a llevarle en una patera hasta las costas de Lanzarote junto a otras 53 personas. “No sabía si iba a conseguir una barca ni si iba a sobrevivir a la travesía. El viaje fue malo, muy malo, pero pudimos llegar todos a salvo. No llevábamos nada con nosotros, sólo el móvil” recordaba Said, más habituado a las dunas que a las corrientes del Atlántico.

A los días fue trasladado a Tenerife y de ahí a Madrid, de donde fue enviado a Cartagena. Llegó a Pamplona con una maleta y algunas pocas cosas que le habían preparado en la asociación que le ayudó en su último internamiento.

Arkaitz Ulayar, a la izquierda, junto a Said Oukhayi. K.G.

Reconoce que los migrantes saben que Navarra es un buen destino porque ofrece más oportunidades, como fue su caso. “Decidí venir porque sabía que aquí tendrían en cuenta mi formación. También en el País Vasco, pero Pamplona estaba más cerca y decidí probar aquí” comentó Said con una amplia sonrisa, contento de que su situación personal comienza a solucionarse después de muchas noches durmiendo en la calle.

La entrevista se realizó en el local que la Fundación Adsis dispone en el barrio de San Jorge. Le acompañó Arkaitz Ulayar, con una dilatada experiencia como educador social de calle y que forma parte de la iniciativa.

“No es lo mismo ahora que hace unos años, cuando como mucho teníamos a 14 personas en invierno. Ahora hay entre 100 y 200"

Arkaitz Ulayar - Educador social

El objetivo del programa es poder acoger en los pisos municipales disponibles a tres perfiles diferentes de usuarios: familias con menores, personas con una larga trayectoria de situación de calle y jóvenes migrantes no acompañados, cuyos problemas no se están logrando resolver de manera eficaz con el modelo tradicional de atención a personas sin hogar, según reconocía.

“No es lo mismo ahora que hace unos años, cuando como mucho teníamos a 14 personas en invierno. Ahora hay entre 100 y 200 y es muy difícil atender todas las necesidades que se requieren. A veces el procedimiento es un muy lento ” explicó Arkaitz.

Said reside en la calle Jarauta, en un bloque donde hay una veintena de personas incluidas en dicho programa. En su caso dispone de tres habitaciones, salón, baño y cocina amueblada. Existen pisos similares en Rochapea y San Pedro.

Inclusión social integral

La vivienda es uno de los aspectos del programa, que incluye la elaboración de itinerarios personalizados y diseñados con diferentes intensidades en función de las necesidades y mediante la metodología del acompañamiento social.

“En el caso de Said está el lado positivo de que dispone de un piso para vivir, pero tiene el problema de que no puede acceder a la renta garantiza y por tanto carece de recursos propios” señaló el educador social.

De forma específica, el programa elabora un diagnóstico con las necesidades de las personas participantes del proyecto, acompañándoles en la elaboración y puesta en marcha de su propio itinerario de incorporación social, así como establecer una relación de ayuda, entendida como un camino de aprendizaje hacia la mayor autonomía posible, dotándoles de herramientas y habilidades para poder desarrollarse en las diferentes áreas de su vida.

Asimismo, se pretende apoyar los procesos de incorporación social, según el itinerario personalizado que se diseñe en coordinación con las Unidades de Barrio, para que las personas objeto de intervención movilicen sus recursos, capacidades y potencialidades y utilicen los recursos de su entorno para lograr una inclusión social.

Despensa solidaria del París 365

Las personas incluidas en este programa tienen acceso a la despensa solidaria del París 365 gracias a un acuerdo suscrito por el Ayuntamiento, que les permite disponer de alimentos y productos de limpieza.

Un perfil diferente lo constituyen Nines y Antonio, que son pareja, y Joana. Los tres comparten desde la semana pasada un piso en la travesía Nazario Carriquiri, en la Rochapea, donde quieren empezar un nuevo recorrido vital después de muchas noches en la calle.

“No tendría que haber nadie durmiendo en las calles. No es normal que suceda esto en sociedades capitalistas tan desarrolladas” señaló Antonio, granadino de 72 años, que ejerce de cocinero y al que le gusta la lectura y escribir.

Vive con Nines desde hace 12 años. Ella es de Pamplona, tiene 56 años y su familia procede de un par de localidades navarras, por lo que prefiere no salir en la fotografía que ilustra esta información para evitar chismorreos. “La gente nos veía en un banco con nuestras cosas y nos miraban con superioridad, pero ellos se iban a sus casas y yo me quedaba en la puta calle” explicó Nines, que precisa de una silla de ruedas dados los problemas de movilidad que tiene desde que sufrió una caída.

Desahucio por no pagar dos mensualidades

Los dos han vivido en la calle desde 2017, cuando fueron desahuciados por no pagar dos meses del alquiler. Durante este tiempo han dormido en cajeros, en plazas y en un porche frente a los servicios sociales de Ermitagaña para denunciar la situación en la que se encontraban y pedir una solución. “Hemos ido a pensiones y hoteles baratos, pero no siempre hemos tenido dinero para dormir bajo techo. A los albergues no hemos ido porque a veces hay camorristas y no nos sentimos seguros. Ahora todo ha cambiado para nosotros después de tantos años sin una casa. La calle es muy dura” aseguró la pamplonesa.

Se ve que son buena gente, a quienes la vida les metió un buen empujón y que solo tratan de levantarse. La entrevista se llevó a cabo en el salón del modesto piso que comparten, en torno a una mesa con un ambiente cercano y distendido que aprovechó Antonio para improvisar un poema.

Pasados unos minutos se incorporó Joana. También es de Pamplona. Tiene 44 años y la muerte de su marido en 2020 le causó una fractura interna que trata de superar. “Me quedé sin casa, sin sitio para dormir y mi hermana tampoco tenía en su piso, porque es muy pequeño. Acabé durmiendo en la zona del portal del Francia y luego ya empecé a alojarme en un hotel gracias a los servicios sociales”.

“Me quedé sin casa y acabé durmiendo en el portal del Francia”

Joana - Vecina de la Rochapea

Ahora está mejor, animada y decidida a buscar un trabajo, además de colaborar en lo necesario en su nuevo hogar para que la convivencia entre ellos sea la mejor posible. “Comemos los tres juntos y nos llevamos muy bien. La verdad es que el cambio ha sido muy grande” explicó Joana. 

Les acompañaba Inés Álvarez, educadora social de Adsis, que junto a su compañera Alicia Villar se encarga de las personas sin hogar encuadradas en el perfil tradicional, una docena, mientras que Arkaitz gestiona a los jóvenes migrantes no acompañados.

“Se trata de un recurso puente, porque el objetivo es que algunas de estas personas puedan encontrar un trabajo y reconducir su vida personal y laboral. No hay un tiempo de estancia limitado, estarán lo que necesiten según los casos” detalló Inés.

Debajo de la vivienda, una tienda con dos personas sin hogar

Como un recordatorio de lo que fue su reciente etapa vital, debajo de la vivienda que comparten Joana, Ninés y Antonio permanece desde hace varios días instalada una pequeña tienda de campaña, en la que David Mena, de 44 años, y la italiana Silvina Leonardi, de 32, guardan sus escasas pertenencias personales, algo de comida y ropa y unas cuantas cajas de leche.

David e Silvina, en el porche donde tienen su tienda y algunas cosas personales. Redacción DNN

Los dos constituyen el mejor ejemplo de que el problema continúa pese a todos los recursos que está destinando el Ayuntamiento de Pamplona, tanto humanos como económicos.

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La caja no da más de si, señalan los responsables municipales, aunque al menos una treintena de personas que antes dormían en la calle dispone ahora de un techo gracias a este programa, como señaló el concejal de Acción Social, Txema Mauleón: "La apuesta del equipo de Gobierno de trabajar en un programa de vivienda compartida para personas sin hogar frente al modelo de alojamiento en albergues y pensiones, además de ser más eficiente económicamente, es mucho más positivo en términos de integración social y laboral".