En el mes de julio del año 1936, desempeñaba el cargo de Secretario General de la Asociación de Txistularis de Euzkadi y con objeto de organizar las fiestas anuales de la citada Asociación, me trasladé a Vitoria el día 17 de Julio. El día 18, del mismo mes, comí en Vitoria con los Srs. Landaburu (Francisco Javier) y Lombana (José Luis) en la conversación que tuvimos se analizó muy de pasada el deber de los vascos ante la sublevación que principiábamos a vivirla, coincidiendo en que teníamos que manifestarnos contra los militares españoles, como base de nuestra actuación, por considerar a estos como la casta enemiga a nuestra causa. Bien es verdad que no nos dábamos cuenta de la importancia de la sublevación, y creíamos que se trataba de una militarada como la del mes de agosto de 1932.

Para exponer con más claridad la actuación de los nacionalistas de Navarra y principalmente de su juventud, en los primeros días del movimiento, voy a exponer su organización.

La juventud quedaba dividida en grupos de diez llamados Amarrekos de los cuales uno era Jefe y otro Secretario o más propiamente enlace de grupo. El Presidente del N.B.B. nombró al Nagusi (así llamábamos al Jefe superior) de la organización, y este con su enlace correspondiente teniendo en cuenta los afiliados a los distintos pueblos y dentro de estos los domicilios respectivos, nombró los jefes y enlaces de los distintos grupos. Cada tres grupos de 10, o sea cada tres Amarrekos, tenían un Jefe Superior con su enlace, los cuales se ponían en contacto con el Nagusi o Jefe General a través de su enlace ya que su persona era absolutamente desconocida manteniéndose el secreto de su nombramiento con todo rigor.

Esta organización nació como consecuencia de un proyecto general de tipo autoritario, que yo presenté en una Asamblea regional.

Este programa, que yo llamaba entonces de democracia templada, fue rechazado para su aplicación en la organización general de Navarra, pero se aprobó en la parte relativa a su Juventud.

Con arreglo a los cálculos previstos y con absoluta normalidad el día 18 de Julio funcionó la Juventud de Navarra. Cuando yo le ordené al Nagusi que me enviara 60 muchachos al periódico La Voz de Navarra para las 10 de la noche de aquel misino día, fui exactamente cumplimentado, y en los tres días sucesivos a la sublevación que yo estuve en Pamplona tuvimos constantes reuniones, manteniendo una estrecha relación entre la juventud nacionalista. De haber sido el levantamiento una militarada a las que estábamos acostumbrados, hubiéramos sorteado perfectamente las dificultades creadas por la nueva situación, pero en todo momento hubiera hecho acto de presencia la actividad nacionalista.

A las siete de la tarde del día 18 de Julio, es asesinado el comandante de la Guardia Civil de Pamplona y cuando inmediatamente me presenté en el Gobierno Civil no encontré a nadie en todo el edificio; únicamente el Gobernador, hombre débil dispuesto a toda clase de claudicaciones, estaba en su despacho oficial pensando en el modo de salir con vida de aquella aventura en que se encontraba bien a pesar suyo. Don Mariano Menor Poblador, Gobernador Civil de Navarra, tuvo la virtud, como casi todos los Gobernadores de la República, de no entender al país y naturalmente apoyó todas las actividades carlistas. Hasta tal punto ocurrió esto, que cuando el heroico alcalde de Estella, gran patriota, Sr. Aguirre (Fortunato) le comunicó la intención que tenía de detener al General Mola y jefes carlistas que con él estaban celebrando una reunión en el Monasterio de Iranzu ocho días antes de la revolución, se opuso terminantemente e incluso amenazó al Sr. Aguirre, con destituirlo y encarcelarlo si llevaba a cabo su propósito.

En aquel momento, repito, estaba solo el Gobernador en su despacho oficial y yo le pedí 60 pistolas para defender La Voz de Navarra del posible ataque carlista que esperábamos en aquella memorable noche del día 18 al 19 de julio.

El Gobernador me manifestó, a pesar de cómo estaba la situación, que las fuerzas había puesto a disposición del comandante militar General Mola, que él, lo seguía creyendo leal.

Efectivamente a las 11 en punto de la noche comunicaba por teléfono Capitanía General que dentro de una hora sería ocupado el Gobierno Civil por las autoridades militares.

En la calle reinaba una gran desorientación, e inmediatamente después de hacerse cargo de todos los centros oficiales la autoridad militar, salieron grupos armados compuestos por los distintos cuerpos que había en Pamplona, para demostrar así la unidad de criterio de las autoridades en aquel momento.

Invitaron a la población civil a irse retirando a sus casas y salvo los dirigentes de los partidos componentes del Frente Popular, -que iniciando una actitud que después la han seguido con lealtad absoluta en la guerra-, se escaparon de Navarra sin decir ni advertir a sus correligionarios, todos los demás se retiraron a sus respectivos domicilios. Los nacionalistas nos refugiamos en La Voz de Navarra ya antes de cerrar el periódico recibimos para su publicación una nota en la se anunciaba la adhesión al movimiento de la católica Navarra, y el triunfo del mismo, encabezada con un “viva” a España.

Bajo mi exclusiva responsabilidad y ante la imperiosa orden de publicar la referida nota, corté el “viva” a España, insertándose en el periódico el resto del escrito o nota, de acuerdo con lo ordenado por las autoridades militares.

A las 6 de la mañana y con un toque general de campanas fue anunciada la unión de Navarra al movimiento militar. En la plaza del Castillo se reunieron de dos a tres mil requetés, todavía no había falangistas, y todas las casas de Pamplona con las excepciones que son de suponer, se engalanaron con los colores de la bandera monárquica, y la muchedumbre carlista dirigida por sacerdotes y religiosos irrumpió las distintas calles de la ciudad. Son inexactas las afirmaciones que se han hecho sobre la concentración de diez mil requetés habida la mañana de referencia.

Es uno de los espectáculos más extraordinarios y más difíciles de analizar, que he visto, porque resultaban revolucionarios los sacerdotes, frailes, monjas y esas viejecitas que con sus enormes escapularios iban por las calles unidas a grupos de requetés gritando “viva la guerra civil”, y sin embargo los fieros comunistas, los socialistas y los anarquistas resultaban ciudadanos defensores del orden y de la autoridad legítima.

El domingo día 19 por la tarde, hubo una reunión nacionalista en mi casa. Mientras celebrábamos la misma se asaltó La Voz de Navarra y el Batzoki, encarcelándose al cuerpo de redacción del periódico.

En la reunión se manifestó bien claro el criterio de que a los afiliados ni se podía ni se debía exigir el menor sacrificio, pero que los dirigentes, por eso lo éramos, teníamos la obligación ineludible de no claudicar y arrostrar con serenidad todas las consecuencias nacidas de esta postura. Yo sostuve la necesidad absoluta de pasar a Francia, antes que dar un espectáculo de cobardía a nuestros perseguidores, ya que el Gobernador Civil -Modesto Font- recién nombrado haciéndose eco del sentir general manifestó claramente que preferían cobardes a vencidos con honor, tratándose de representantes de las ideas de partidos enemigos. El Cristianismo fructificó por los mártires y los dirigentes de una masa de opinión si son sinceros, tienen la obligación de mantenerse fieles a su pensamiento, aunque corra riesgo efectivo su propia vida.

Don José Aguerre Presidente del N.B.B. asistió a aquel cambio de impresiones; a las pocas horas se dirigió a La Voz de Navarra, siendo golpeado y encarcelado.

Dio una nota muy hábil señalando la posición del Partido Nacionalista de Navarra frente al movimiento y si no levantó la bandera de combate, no lo hizo por él, pensó en defender a los demás patriotas de la persecución que se avecinaba. No he conseguido el original o copia de la misma, aunque me han dicho que fue una salida hábil sin afirmar ni negar nada en materia de principios.

Seguimos reuniéndonos los nacionalistas con regularidad el domingo y el lunes, pero con la pública declaración de que los vascos de Guipúzcoa y de Vizcaya se habían unido a la República, la vida se nos hizo completamente imposible. En los momentos de confusión es muy difícil adoptar una postura clara analizando los hechos con altura. Somos influidos por el medio ambiente, y perdemos fácilmente la perspectiva general elevando a la categoría de principio un mero accidente de escasa duración.

Por eso tenemos tantos criterios, como hechos se someten a nuestra consideración, careciendo totalmente de facultad rectora suficiente para orientar y dirigir el pueblo, que está pendiente de los movimientos y frases de sus dirigentes o jefes.

Yo oí muchas frases heroicas, pero el martes, cuando era inútil mantener el contacto nacionalista y se pensó en ganar la frontera, hubo quien seguía manteniendo la necesidad del sacrificio y la intención de darse un tiro antes que luchar en las filas carlistas. Hubo también la duda muy natural de la necesidad que teníamos como católicos de cooperar a un movimiento anticomunista a la cruzada salvadora de la Religión y en aquellos primeros momentos hubo muchos nacionalistas que de buena fe se alistaron por la Religión en el voluntariado carlista.

La realidad se impuso a todos los criterios, pero principalmente a los que mantenían una postura heroica y el que no salió voluntario o fue a la cárcel o tuvo que ir con su boina roja a combatir y a morir, por todo lo contrario de lo que siempre había defendido. Jamás tal dolor podrá ser bien expresado.

Aquellas manifestaciones fascistas, en las que con su camisa negra iban ilustres nacionalistas, con la cara metida en el suelo para, ocultar su inmenso dolor y la agonía de su corazón, eran la prueba evidente del martirio de nuestros hermanos.

Los saludo con respeto y admiración. Sintiendo Euzkadi tienen que gritar “viva España”. A pesar de dar este grito forman parte de nuestros mártires.

El día 22 martes y ante la gravedad de la situación, habían sido fusilados ocho socialistas y un sindicalista, se acordó la suspensión de toda actividad, recomendando a los cabezas visibles que pasaran a Francia.

Yo llegué a Zubi-Punta (Baja Navarra) el día 24 jueves.

Omito los detalles de mi entrada en Francia, forzada por la intención que los carlistas tenían de fusilarme.

Desde esa fecha hasta el día 3 de agosto que entré en San Sebastián viví en Sara en contacto permanente con los nacionalistas de Navarra y Guipúzcoa.

Recibí una carta de Don Manuel de Irujo en la que me ordenaba mi presentación en San Sebastián porque se estaban dando los primeros pasos en la formación del Gobierno Vasco, y a pesar de que el hijo mayor de Víctor Pradera me conminó para continuar en Francia amenazándome con graves males para mi familia si me unía a los nacionalistas, el día 3 por la noche me presenté a las autoridades del G.B.B. en Donostia.Miguel José Garmendia, (Oroz-Betelu, 1909-México, 1986)