Jeannette Ruiz Goikotxeta, psicóloga navarra nacida en París, explica la parte pericial del próximo Informe sobre torturas, que consiste en la realización del denominado Protocolo de Estambul, “para hacer un acercamiento lo más científico posible”, y examinar “el grado de credibilidad que tienen las alegaciones de torturas”. El Instituto Vasco de Criminología se puso en contacto con esta psicóloga para proponerle coordinar la investigación junto a otras cuatro colegas navarras y tres asesoras externas. 

Su labor es coordinar los llamados protocolos de Estambul. 

–Sí, la subvención es para hacer unos poquitos protocolos, que sirvan como prueba piloto para ver la necesidad de hacer una investigación más profunda. Porque si en la Comunidad Autónoma Vasca había unos 4.000 casos y se hicieron 202, aquí, que se calcula que serán unos mil, en realidad lo idóneo para tener una muestra representativa serían unos 50, pero ahora se están haciendo 13, en lo que es una prueba piloto.

¿Cómo es esta parte del proceso de investigación?

–En el proyecto hay dos grabaciones, una que hacen profesionales del IVAC, como testimonio exclusivamente. Nosotras ahondamos mucho más. El IVAC aleatoriamente nos da la referencia de personas que quieren participar, les citamos en nuestros despachos, hacemos las entrevistas, los cuestionarios, y lo que después se llama grupo de cierre, porque hay personas que nunca han hablado de este tema. Las entrevistas suelen ser bastante profundas, de unas cuantas horas, e igual se pueden desequilibrar. Así que los grupos de cierre no son terapia, pero sirven para que expresen cómo se han sentido.

“Uno de los criterios para valorar la credibilidad es ver la expresión emocional de la persona ante determinadas preguntas, qué gestos hace”

En esas entrevistas, observan las marcas que deja la tortura.

–No solo pretendemos que la persona nos cuente los hechos que ocurrieron, sino qué pensaba entonces, cómo se sentía, qué emociones notaba, cómo se siente ahora al contarlo. No nos centramos exclusivamente en el relato, sino que tiene que conectar a nivel emocional con lo que le pasó. Uno de los criterios de credibilidad es ver la expresión emocional de la persona ante determinadas preguntas. Vemos qué lenguaje no verbal utiliza, qué gestos hace. También pasamos una serie de cuestionarios para valorar la credibilidad. Muchas personas coinciden en que hay un momento que hicieron crac, que se rompieron y ya no podían soportar más. Sobre las consecuencias psicológicas de la tortura, sé más por mi trabajo clínico que por las investigaciones. Por ejemplo, estrés postraumático, ansiedad generalizada o depresión. Casi todas las víctimas tienen sentimientos de vulnerabilidad, indefensión y culpa. Esas emociones son las mayoritarias. Creo que la culpa es la más importante; culpa por casi todo. Es el sentimiento que más he tenido que trabajar, aparte del miedo. Algunas de estas personas viven instaladas en una especie de rabia, de por qué me ha pasado esto a mí tan injusto.