Mikel Bueno (Iruñea, 1984) encaminó su tesis a una retrospectiva histórica política, conjugando sus intereses como investigador y tratando de cubrir un hueco que detectó en la historia contemporánea de Navarra. En concreto, sobre la segunda mitad de los setenta y principios de los ochenta del Partido Socialista. Un capítulo político importante para la evolución de la Navarra actual, que para Bueno ha adolecido de estudio, carencia que hace extensible a la falta de investigación sobre otras formaciones políticas de aquel momento. El libro va del 74 al 82. Y subraya el giro socialista en torno a la cuestión vasca, concentrado en menos de dos años.

El cambio de chaqueta fue una expresión habitual. De hecho, la pana desapareció de las americanas de Felipe González.

–El título del libro viene de una asamblea de la agrupación socialista de Navarra en junio del 81, en donde se estaba decidiendo si Navarra se unía a las otras tres provincias y creaban un ente común como hasta ese momento defendía el partido. La dirección ya estaba en las posturas navarristas. El delegado de Ribaforada, según las actas del partido, dijo: Antes decíamos A, luego B, ahora ni A ni B, nos van a llamar chaqueteros

“La gran duda es cuándo Urralburu se convence o le convencen sobre la posición ideológica del partido”

El libro aborda 8 años de evolución de los socialistas navarros, en paralelo a una llamativa travesía del PSOE.

–Yo pongo el énfasis en una cuestión que la historiografía estatal ha pasado muy por encima, la importancia del XXVII Congreso, del año 76, el primero en el interior después de la guerra. La historiografía oficial utiliza el concepto ‘acumulación ideológica’ para quitarle importancia y explicar por qué el partido se define por primera vez marxista, está a favor del derecho de autodeterminación y de la dictadura del proletariado, aunque en este caso no apareciese el término en sí. Cuestiones que ponían al PSOE como un partido revolucionario. Todo eso se hizo en contra de los intereses de la dirección. Ahí Felipe González y Alfonso Guerra se dan cuenta que no controlan al partido, y se inician una serie de expulsiones, purgas que sobre todo se van a dar en el año 79.  Por poner un dato: en el 76, en el Congreso, había 8.000 militantes y en el 79 se expulsa a 5.000. Entre tanto había entrado mucha militancia que no tenía nada que ver con los postulados socialistas marxistas.

El PCE pinchó en el 77 y en el 79. Se vio que la hegemonía iba por otros derroteros.

–El SPD, el Partido Socialdemócrata alemán, fue quien potenció a la dirección de González y Guerra para que la reforma política no se fuese de madre, por así decirlo, como en Portugal en 1974 con la Revolución de los Claveles, sino que estuviese encaminada hacia una vía que homologase al Estado español a los partidos de Europa Occidental, y para eso necesitaba que el PSOE fuese moderado, no revolucionario, y no pusiese en solfa todo el proceso que se estaba llevando en el posfranquismo.

¿En Suresnes (1974) no hubo presencia de socialistas navarros?  

–Hubo alguno, pero Suresnes es un gran mito, porque no fue un congreso con grandes decisiones ideológicas. Lo que ocurrió, tampoco es poco, que González y Guerra se afianzaron en el liderazgo. 

“En el 76, 77 y 78 Urralburu realizó declaraciones inequívocamente vasquistas que moduló a partir del 79”

¿Las primeras reuniones de socialistas navarros datan de 1976?

–El punto de inflexión en Navarra fue ese XXVII Congreso de diciembre del 76. A pesar de ser una formación muy pequeña con apenas un centenar de militantes existían tres posiciones ideológicas enfrentadas, resumidas en dos corrientes. Una favorable a la ruptura democrática, entendida como derecho de autodeterminación, juicio a los responsables de la dictadura, referéndum sobre la forma de Estado... Enfrente, la partidaria de la reforma política, encabezada por Gabriel Urralburu y José Antonio Asiáin, con hilo directo con la dirección estatal. 

Urralburu es nuclear para entender este proceso, un hombre hoy en silencio, tras su devenir. 

–Para mí el tándem indispensable para que el PSOE navarro virase ideológicamente, y específicamente en cuanto a la unión de las cuatro provincias, está formado por Asiáin y Urralburu.

¿Más que Arbeloa?

–Arbeloa ayuda mucho. Está en posiciones contrarias a esa unión, pero dentro del partido pinta muy poco. Él entra después de aquella aventura del Frente Navarro Independiente en las elecciones del 77. Y lo hace con gente contraria a esa unión. Pero las tesis navarristas, por así decirlo, que estaban desde un inicio en el partido, eran minoritarias, y encabezadas por José Antonio Asiáin. La gran duda es cuándo Urralburu se convence o le convencen sobre si esa posición vasquista y marxista del partido en Navarra era o no la adecuada para tener más peso. Al principio, en el 76,77,78, sí que realiza declaraciones inequívocamente vasquistas. A partir del 79,80 eso ya se empieza a modular y a cambiar, y en el 81 es cuando ya dentro del partido se quiere imponer ese cambio, y las bases están en contra, porque todavía eran vasquistas. 

¿Incluidas las de la Ribera?

–Ahí están las declaraciones en esa asamblea de 1981 del militante de Ribaforada, que son reafirmadas por el de Cortes. Quien estaba contestando a ese viraje navarrista de la dirección fueron precisamente dos agrupaciones de la Ribera.

“El objetivo de la purga, en Navarra y en todo el Estado, tenía un objetivo en contra de la ruptura democrática”

¿Hay vectores de ese cambio en González y en Guerra?

–El momento clave fue el primer semestre del 77. El sector rupturista copaba la lista electoral por Navarra a las Generales. Cuando esa lista llegó a Madrid Alfonso Guerra la tumbó y se impuso una encabezada por Urralburu. Inmediatamente después se iniciaron las purgas en el PSOE navarro. Ese sector vasquista y marxista que existía en el partido, encabezado por Alberto Arregui, fue expulsado. Murió hace pocos años. Le llegué a entrevistar. Estuvo en Izquierda Unida en el Comité Federal estatal, porque terminó viviendo en Madrid. Muchos de estos expulsados acabaron en IU. El objetivo de esa purga tenía un objetivo, en Navarra y en todo el Estado: que no hubiese diputados del PSOE a favor de la ruptura democrática, porque esas Cortes, que iban a a ser constituyentes, iban a redactar una Constitución en la cual el Estado iba a ser monárquico, el derecho de autodeterminación no iba a estar... La dirección del PSOE y de UGT incumplieron las resoluciones aprobadas, de obligado cumplimiento, a la hora de negociar la Constitución y los Pactos de la Moncloa.  

Electoralmente este giro supuso un gran éxito.

–Esta es la historia de una victoria y de una derrota, y viceversa. La derrota de quienes luchaban por la ruptura democrática y por acabar con esa reforma que venía desde el franquismo, y la victoria de quienes apostaron por la reforma y la negociación con el franquismo. En el 84 Urralburu se convirtió en presidente de Navarra y a partir del 83 la UGT fue el primer sindicato aquí. 

Alguien podría alegar que el PSOE viró rápido, si bien todos los partidos, más o menos, se han movido algo al cabo del tiempo.  

–La sociedad de los setenta y principios de los ochenta era totalmente diferente a la actual. En el PSOE navarro y en la UGT de Navarra quienes defendían la socialdemocracia eran vistos como aliados del capital, incluso colaboradores de la traición a la clase trabajadora. Hoy día la socialdemocracia casi parece revolucionaria.

“El PSN es el partido que posibilita el régimen del Amejoramiento”

Hay alguien hoy aún en activo que también aparece por entonces, el hoy director General de Salud. 

–Artundo estaba en el sector de Gabriel Urralburu.

Era muy joven.

–Hay que tener en cuenta que por entonces Urralburu rondaba los 25 años. Cuando llegó a la presidencia del Gobierno tenía 33 años. Era un partido pequeño, y eran muy jóvenes. Artundo fue una de las personas imprescindibles para que ese sector vasquista y marxista del partido fuese expulsado, bajo acusaciones de trotskismo y de cuestiones falsas que se prepararon en Navarra y en todo el Estado para purgar a esa militancia rupturista. Eso no quita para que dentro del partido, de los que se quedaron favorables a la reforma, hubiese a su vez dos sectores, más moderado o más izquierdista, pero en el fondo, sin grandes diferencias entre ellos.

“El PSOE en Navarra era muy pequeño con cuadros muy jóvenes; Urralburu rondaba los 25 años”

Un apunte sobre la UGT.

–Al igual que el partido, era prácticamente inexistente en la lucha antifranquista en Navarra. Hasta el años 76/77, cuando Alberto Arregui y su grupo, y el de José Antonio Carpintero también, se hicieron con el control del sindicato, y en alianza con la militancia de LKI, que entró en la UGT a nivel estatal, consiguieron que la organización pasase a tener 10.000 afiliados en poco tiempo. Era inicialmente de lucha obrera, revolucionario, en una Navarra en la que la lucha de clases y la solidaridad obrera estaban a la orden del día. Ese sindicato fue atacado desde el minuto uno tanto por el partido en Navarra como en Euskadi. El objetivo final, y hay una frase lapidaria de la dirección del PSE de la época, era que si no controlaban la UGT, el proyecto político del PSE iba a tener muchas dificultades para llevarse a cabo. Porque el sindicato era una organización de masas, al contrario que el partido, y muy insertado en el movimiento obrero, cosa que el partido no.

“UGT fue atacada por el partido desde el minuto 1 porque era un sindicato de masas y muy insertado”

¿Qué consecuencias dejó ese viraje territorial tan rotundo y notorio en la sociedad navarra? 

–El PSOE es el partido del régimen del 78, pues las dos grandes formaciones que hicieron el andamiaje político e institucional fueron el PSOE y la UCD. Más que nada porque el partido Comunista era pequeño en escaños y porque Alianza Popular tuvo una posición bastante ambigua con respecto a la Constitución. La UCD se desintegró. Así que el partido que queda es el PSOE. Y el que posibilita el régimen del Amejoramiento es el PSN. Sin el PSN hubiese sido imposible. Con la Lorafna –hay declaraciones de esa época, por ejemplo de Del Burgo– se pretendía que Navarra no estuviese con las otras tres provincias porque eso era un peligro para la unidad de España. Navarra era una cuestión de Estado. Eso lo dicen ahora y lo decían entonces. Urralburu cuando se aprobó la Lorafna dijo que se había dado una solución a un problema de Estado. El PSN es uno de los garantes, junto con UPN, del régimen del Amejoramiento, y todo ello con el objetivo de debilitar un proyecto político, que era la unión de las 4 provincias, que unido además al derecho de autodeterminación, que se venía defendiendo por diferentes organizaciones políticas, y que se había defendido por el PSOE, hubiese sido un torpedo en la línea de flotación de la reforma política que se estaba culminando.

“Navarra era cuestión de Estado; la unión de las 4 provincias era un peligro para la unidad de España”

¿Tiene indicios del papel del jefe del Estado en aquellos años? 

–No he tenido opción de saber si el rey tuvo un papel activo o pasivo. Yo creo que la cuestión de la forma de Estado, si república o monarquía parlamentaria, y la territorial no iban en el mismo paquete. Porque dentro del Gobierno español de UCD el ministro Clavero decía que para poner fin al problema vasco, a la guerra del norte, al problema de ETA, con la unión de las 4 provincias se desactivaría esto. Hubo dos propuestas encaminadas en ese sentido: el distrito universitario, pues Navarra pertenecía a Zaragoza y se quiso incluir con las otras 3 provincias, y el eclesiástico, que se quiso unir las 4 diócesis con capital en Pamplona. Ahí quien se opuso frontalmente fue la UCD de Navarra, con Del Burgo a la cabeza. La iglesia aparcó la cuestión y el distrito universitario vasco también quedó relegado, porque siempre en el imaginario navarrista todo lo que sea unir las 4 provincias son pasos que se van dando hacia la creación del Estado vasco y a la larga, hacia la independencia.