Pablo Simón (Arnedo, 1985) fue este jueves el primer ponente del nuevo curso de la Escuela de Ciudadanía de Villava. Una charla pegada a la actualidad en la recta final de las negociaciones que parecen conducir a la conformación de un nuevo Gobierno de coalición progresista en el Estado

Llegamos al desenlace de las negociaciones salidas del tablero del 23J. 

–Sí, tras el 23J quedó claro que solo había dos opciones. O Pedro Sánchez era capaz de armar una mayoría compleja que implicara prácticamente a todo el arco parlamentario, menos el PP, Vox y UPN, que son 171 diputados, o el escenario era de repetición electoral. No había otras mayorías viables. El proceso de negociación ha sido complejo, y se ha basado en tres círculos concéntricos. El primero, entre el PSOE y Sumar, muy diferente a 2019, cuando se repitieron elecciones porque PSOE y Podemos no se ponían de acuerdo. PSOE y Sumar suman 152 diputados. El segundo círculo era básicamente el nacionalismo vasco, PNV y Bildu, con 5 y 6 diputados respectivamente. Y el tercero, el del independentismo catalán, que plantea demandas más fuertes, que no solo tienen que ver con el reparto de competencias sino con la dinámica del año 2017. 

Con dos partidos, y 7 escaños cada uno.

–Todos juntos suman 177 diputados, aparte de uno del BNG y otro de Coalición Canaria, que creo que podrían buscar acuerdos con el PSOE. Tanto en el círculo vasco como el catalán, hay elementos comunes, por ejemplo, que se enfrentarán a elecciones próximamente. En el caso catalán, con la complejidad añadida de que aunque Esquerra ya haya hecho un tránsito de abandonar la unilateralidad, Junts es un actor diferente, que además de competir con ERC, tiene un líder que está fuera de España por razones judiciales, el partido tiene una situación complicada tras salir de la Generalitat y está en proceso de reconfiguración. 

Este es el tablero en su conjunto.

–Y el juego de danza que hemos visto. Hasta cierto punto se parece a coger una cereza de un árbol, que van en racimo, y cuando cae el primer pacto se suceden los siguientes.  

Han pasado más de tres meses desde el 23J. La investidura fallida de Feijóo, condenada al fracaso, ha alargado todo. ¿Ayudó al PSOE a cocinar a fuego lento sus acuerdos?

–Todo el mundo sabía que esa investidura no iba a ser viable. Pero nació de un pacto de caballeros entre el PP y el PSOE. Primero para no poner al rey en una situación comprometida, en la cual él no tuviera que dar mandato inicial a la fuerza más votada. Si el PSOE hubiera querido podría haber forzado la máquina. También hubo un pacto de supervivencia de Feijóo, que necesitaba ir a la investidura, por razones internas, después del fiasco de las elecciones. Garantizaba su propia supervivencia personal y era un compromiso adquirido, con la sombra tan alargada de Arrimadas, que dicen, no es verdad, que perdió la Generalitat por no intentarla. Y el PSOE necesitaba tiempo, para ir trenzando los acuerdos y abriendo vías de interlocución con gente con la que no mantenía relación. Tras el pacto de la Mesa del Congreso en agosto parecía que todo el mundo iba a jugar. 

“Esta legislatura el Congreso va a tener dinámicas más parecidas a la realidad del Parlamento de Navarra que a la de la Asamblea de Madrid”

Puede darse la paradoja de que Sánchez y Puigdemont sean acusados de traidores por ciertos sectores. 

–Enzensberger hablaba de los héroes de la retirada, en lo más alto gracias a haber traicionado a los suyos. Cercas lo ejemplificó con Adolfo Suárez.

‘Traicionar’ es un verbo muy duro.

–Lo sé, pero es el tipo de lenguaje que se emplea desde 2017, por lo que toca al ‘procés’. Esto ha ido por fases. Fue Esquerra la primera que abandonó esa retórica. Junts había estado desde entonces instalada en el no a todo, hasta que ahora empieza a hacer el mismo tránsito, que también tendrá intensos costes internos, porque el coste de virar, cuando uno ha mantenido una dirección fija, es más alto, y los virajes se hacen de manera gradual. La cuestión es, en las concesiones a Junts, cuánto hay de pista de aterrizaje y cuánto de pista de repostaje. ¿Permiten al independentismo catalán conservador volver al cauce institucional manteniendo sus demandas pero asumiendo que ya no va a recurrir a la vía unilateral, sino que el pacto se tiene que construir en un hipotético referéndum acordado? 

“Tantísimas décadas de despolitización de la sociedad española, de autoritarismos y clientelismos, han generado una prevención a la política”

En 2018, con la llegada de Casado al PP, Génova inflamó el relato. Ayuso y Aznar caminan en esa línea. ¿Esto tiene un límite, un efecto bumerán? 

–Sabemos que seguro tiene dos impactos. El primero, sobre la opinión pública. Aunque es cierto que pueda haber sectores duros que protesten, esto ha reducido el nivel de politización de la gente. Las encuestas recientes del Eurobarómetro indicaban que casi el 48% de los españoles no habla nunca o casi nunca de política con familia y amigos. La polarización hace que se prefiera no hablar y discutir. Parte de la sociedad ha desconectado.

Algo que se puede interpretar como autocontención o como anomalía en una cultura democrática.

–Es problemático. Son unos 25 puntos más de la media europea en cuanto a gente que no habla de política. Esto es evidentemente anómalo, malo, pero viene inducido. En la evolución a lo largo del tiempo, durante la época de los nuevos partidos, este porcentaje se redujo, a en torno hacia el 34%, cito de memoria, y ahora ha vuelto a subir. El Covid 19 también hizo que la gente desconecte más de la política. Hay cierto hartazgo.

¿Y la segunda consecuencia? 

–Es una situación un poco paradójica, genera esta despolitización y en la arena pública se quedan más los segmentos más ruidosos. Lo vemos en el debate público, es una inflamación tremenda. Eso tiene un tercer efecto. Si se está rompiendo España a cada momento, pero no pasa, y todo es siempre apocalíptico, termina haciendo un efecto vacuna. Cuando se apruebe la amnistía y no se rompa España a la gente le parecerá que no era para tanto. La falta de mesura en el debate público, de una crítica razonada, y el apocalipsis perpetuo, pueden generar ese efecto bumerán.

Acaba de publicar el libro ‘Entender la política. Una guía para novatos’. Hay que recordar, guste o no guste, que es parte de nuestra vida.

–Todas las veces que haga falta. Una frase en Estados Unidos dice que si no te sientas en la mesa eres parte del menú. El problema en España es que nuestra concepción es muy estrecha. Política es lo que tardas en llegar al trabajo, las infraestructuras que tienes, los impuestos que pagas, la educación de tus hijos, la pensión que vas a cobrar o no. Todo, en realidad. Tantísimas décadas de despolitización de la sociedad española, de autoritarismos, clientelismos y sistemas fallidos, han hecho que la gente tenga una prevención natural a todo lo que tiene que ver con la política, de generación en generación. Cuarenta años de democracia no han permitido construir una escuela de demócratas. No basta estar en democracia. Hay que dar herramientas para implicarse. Me preocupa mucho que la cosa siga estando en pañales. Ni siquiera cuando emergieron los nuevos partidos esto cambió sustancialmente. 

“El PP gana muchísimo poder territorial con Vox, lo que le imposibilita poder aliarse en el Congreso para gobernar. Es la gran paradoja de Feijóo”

¿Qué otras cuestiones expuso al público de Villava?

–Fue una ‘charla autopsia’. Falta análisis sobre lo que la gente vota y por qué. En mayo había una diferencia entre bloques de 8 puntos de la derecha sobre la izquierda, y ahora ha quedado en solo 1,3. ¿Qué tuvo que ver la campaña electoral? ¿Cómo se activaron las alianzas de PP y Vox? ¿Cuánto pesó el voto femenino o joven? ¿Por qué el PSOE nos sorprendió y creció un millón de votos? Ese fue el gran fallo de muchas encuestas. Recordé también que estamos en un sistema parlamentario. No importa solo lo bien que te vaya a ti, sino también a tus socios. Navarra, Asturias y Castilla-La Mancha son las únicas comunidades en las que la izquierda ha resistido. Pero en muchos municipios vimos que si pinchan tus socios, terminas en la oposición aunque seas el primer partido o crezcas. Así como el PP gana muchísimo poder territorial gracias a las alianzas con Vox, las mismas que le imposibilitan aliarse en el Congreso para poder gobernar. Es la gran paradoja que tiene Feijóo. 

Estos actos, para un politólogo como usted, también serán una oportunidad de chequear información.  

–Claro. Siendo riojano conozco bastante bien la realidad de aquí. Baleares y Navarra tienen parlamentos fragmentados, con identidades múltiples y alianzas. Microcosmos muy parecidos a la realidad del Congreso.

Eso ahora.

–Sí, por supuesto. Mucho más parecidos que el de Castilla-La Mancha o el de Andalucía, que reflejan una realidad mononacional, muy diferente a la realidad compleja en el conjunto del Estado, que en sitios como Navarra y las Islas Baleares se representa también. No es casualidad que la expresidenta de Baleares sea la presidenta del Congreso. Hay una sensibilidad en ese sentido, y esta legislatura, veremos lo que dura, va a tener dinámicas más parecidas al Parlamento de Navarra que a la Asamblea de Madrid.