Jose Mari Esparza (Tafalla, 1951) acaba de publicar un ensayo de 331 páginas sobre la figura de Tomás Zumalacárregui a partir de nuevos hallazgos de “amagos independentistas” en el carlismo del siglo XIX, “contradiciendo todo cuanto ha venido manteniendo el discurso oficial español”, en una demostración, a juicio de este autor, de que “las libertades vasconavarras fueron el motor principal de las guerras decimonónicas”. “Fueros, conciencia nacional, independencia lucha de clases aparecen hasta la saciedad en dichas rebeliones”, subraya.
En 2018 el historiador Mikel Sorauren le mostró “un documento que revoluciona la historiografía” sobre la proclamación de una república federal entre Navarra y Vascongadas por Zumalacárregui.
–Es una correspondencia de 1834 entre los dos más altos funcionarios de la Diputación liberal de Navarra. Un mes más tarde eso se corrobora con otra carta que escribe el militar de mayor graduación de Francia después del ministro de la Guerra, que le escribe a su Gobierno diciendo lo mismo, y que la Diputación acepta lo que dice Zumalacárregui, y añade que es muy fácil que lo consiga dada la predisposición de la población, unida a España por datos muy débiles. Son por tanto dos documentos oficiales. Y el tema inmediatamente tuvo reflejo en la prensa de toda Europa. Yo invito a todo el mundo a meterse en internet. Si pones abril, mayo y junio de 1834, hubo tres meses en los que se dieron continuamente noticias de esa proclamación. No es algo que se haya inventado ni Sorauren ni Jose Mari Esparza ni nadie. Eso pone patas arriba toda la historiografía de lo que se ha dicho hasta ahora.
Entonces...
–Cobra valor todo lo que ya venían diciendo algunos escritores de época que estaban totalmente denostados, por ejemplo Agosti Xaho. Hay que tener en cuenta que la primera guerra carlista fue internacional, Zumalacárregui estaba luchando contra cuatro ejércitos: portugués, francés, inglés y español. Vinieron escritores de todo tipo, y la inmensa mayoría vinieron a decir que los vasconavarros estaban muy apegados a sus fueros y libertades con que vivían mucho mejor que el resto de los peninsulares, que los verdaderos republicanos y liberales eran los vascos, mucho más ilustrados y leídos que el resto de los españoles y que esto era una lucha nacional. Y además era una lucha de clases, porque todos los campesinos y toda la gente humilde se fueron con los carlistas, y los liberales, sobre todo en la primera guerra, eran cuatro y un tambor, y eso lo reconocían ellos mismos.
“En tres meses de 1834 hubo continuas noticias de la proclamación de Navarra y Vascongadas como república federal por Zumalacárregui”
La cuestión foral era algo más conocida.
–Hubo una tradición de escritores vascos como Arturo Campión, Manuel de Irujo, los Estornés... que tuvieron claro ese carácter foralista de las guerras carlistas. O como Tuñón de Lara, que decía que, por encima de todo, lo que se ve en esas guerras es el carácter popular y el primer signo de formación de una conciencia nacional. En las últimas décadas ha habido una corriente historiográfica que ha llamado incluso a llamar a ‘monos antropoides’ a esa inmensa mayoría de navarros y vascongados, diciendo que era una cuadrilla de salvajes e ignorantes. Pero si desde el siglo XVIII venían los viajeros diciendo que era el país más ilustrado del sur de Europa. A eso le han dado la vuelta totalmente. El pueblo decía que los ilustrados eran liberales, ricos y ladrones porque se quedaron con todos los comunales de Navarra. Hubo una apropiación basándose en la ruina de los pueblos y en las leyes desamortizadoras, y nos impusieron las quintas. ¿Cómo no se iba a sublevar la gente? Lo hizo por unas formas de vida que eran mucho mejores que las que les ofrecía el capitalismo liberal que venía.
Catorce meses después de esa primera carta hablando de una proclama de Zumalacárregui, este muere sin haber podido hacer efectiva esa proclama.
–El tiempo de incertidumbre sobre una república duró tres meses nada más, porque era un salto al vacío. Zumalacárregui se quedaba sin ningún apoyo europeo, y las monarquías del Imperio austrohúngaro iban a dejar de apoyarle. El concepto en 1834 de república federal era absolutamente nuevo y revolucionario, 40 años anterior a la Primera República española. Pasó que a los tres meses apareció el rey, cruzó Francia y se presentó, y entonces pensó que podíamos homologarnos al resto de monarquías europeas, con apoyo de las antiliberales, y se solucionó la ecuación. Pero los amagos independentistas se dieron hasta la muerte de Zumalacárregui y después. El libro trae otra novedad, que en 1855 hubo panfletos llamando a la independencia del territorio, algo que se desconoce. El pase a Francia, la posibilidad de la independencia junto al mantenimiento íntegro de los fueros aparecen mixturados a lo largo de todo el siglo.
“El pueblo decía que los ilustrados eran liberales, ricos y ladrones, porque se quedaron con todos los comunales de Navarra”
¿El carlismo requeté de 1936 arruinó la imagen del conjunto histórico carlista y contribuyó a asociarlo a posiciones retrógradas?
–Claro, pero ha que tener en cuenta que el carlismo del siglo XX, sobre todo el de la Guerra Civil, fue residuo de lo que fue el carlismo en el siglo XIX, más pegado a la religión, a lo más tradicionalista y monárquico. La gran masa carlista cuando acabó la última guerra se fraccionó del todo en las dos grandes corrientes que salieron de ahí. Una, el nacionalismo vasco, con SabinoArana, hijo de carlistas, y propugna la independencia del país, y se llevó una parte enorme del carlismo. Se decía que hijo de buen carlista buen nacionalista. Otra corriente enorme, sobre todo en Navarra y en las minas de Gallarta, los pobres se hicieron socialistas. Desde la Primera Guerra a los carlistas les llamaban anarquistas, comunistas y socialistas blancos, eso en el libro se ve muy bien. Ya los relacionaban con lo revolucionario. Cuando empezaron a fraguar en Europa las corrientes de izquierda y sobre todo cuando estalla la revolución rusa, masas que habían apoyado al carlismo en el siglo XIX se hicieron de izquierdas, y ojo, en el 36 los fusilaron. De eso tenemos ejemplos claros en Olite, en Tafalla, en Allo... donde los círculos carlistas habían acabado el siglo XIX reclamando la tierra que les habían quitado los ricos liberales y los mismos centros carlistas se hicieron de la UGT, que fue la moda y el Podemos de entonces. Lo que quedaron fueron reductos del carlismo, que tenían muy poco que ver con esa explosión nacional y social del siglo XIX.
¿Algún elemento más para presentar su libro, a la venta con el periódico este domingo?
–Creo que es muy novedoso, que pega en el centro de toda la polémica histórica interesada, y que tiene relación con la negación de la identidad vasca. Quieren negar lo que fuimos para negar lo que somos y lo que demandamos ser. Porque claro, siempre se ha dicho que el nacionalismo vasco comenzó con un loco como SabinoArana, y eso es mentira. Desde el siglo XVIII ya hubo amagos independentistas, se dieron continuamente a lo largo de ese siglo. Y había una clarísima lucha de clases. La gente vivía en una sociedad comunal, donde no iba al servicio militar, disfrutaba de los molinos, panaderías, carnicerías o tierras comunales, y sabía que vivía mucho mejor que en el resto del Estado. Otra aportación importante del libro es que desde el primer momento a Zumalacárregui, nada más estallar la sublevación, le hacen firmar en Estella un acta diciendo que va a defender los fueros y libertades de Navarra, y es porque la gente sabía que se vivía mejor. Y no le digo cuando veía como trataba el ejército español a los quintos. El tema de las quintas fue motivo de sublevaciones en todo el siglo XIX porque los navarros no querían ir al servicio militar, y lo mismo la lucha por la tierra.