Lo de sin madeja es una reducción de espacio para decir que la corrida no fue recogida por un ovillo de virtudes de toreabilidad moderna. Aún así, la alquimia e hilandera de los pagos de Paterna de la Rivera, dejó para hilvanar un conjunto de toros guapísimos, que dieron rasca al encierro matutino, y tuvieron las fuerzas para darse bastante importancia en el ruedo. Ante tal materia prima sin mucho que aportar para coreografías armoniosas y encajadas, la terna se pegó un arrimón y un esfuerzo que justificaron el parné de la Vasconia. De esas cercanía en las pavorosas caras habrá que matizar diciendo que para esos se les paga a los críticos taurinos.

El matizar, digo, sin jugarnos el pescuezo, claro, que, a veces, será hasta delito. Alguno toda la corrida sin levantar la vista de su móvil y atándose de reuma en los dedos. El loable arrimón de Fonseca tuvo mérito y el valor importante y postrero de manejarse a espadas con prontitud, cosa que las parroquias de hoy demandan sine quanum. Manufacturas presididas por los inicios de hinojos y el ponerse siempre de verdad aunque supiera que no habría recompensa en la ligazón. Valiente y hambriento de triunfo el azteca. La primera oreja, algo justicia, que se dice por aquí. La segunda fue, aunque con los mismos méritos, pedidas por aclamación y urgencia de cerrar a lo grande una corrida con muchas teclas de peligro y pocos sones de placentera sinfonía. La gente lo quiso así. Y bien, a lo mejor es el momento de enderezar, aunque sea a empujones, un serial sanferminero en el que, a mucha distancia, no se están repitiendo los sobresalientes resultados del abono anterior, el del Centenario.

Pase de pecho de Román ante el segundo toro de la función, un precioso burraco, ‘Formalito’. Oskar Montero

La corrida de Cebada manseó, que da pena decirlo, en los primeros tercios. Y en los últimos, los de muleta, se movieron bastante, pero sin entrega, sin clase y sin terminar de humillar. Además, colándose, provocando peligro y desacoples sin premio alguno. Adrián de Torres gustó por su puesta en escena: por bien vestido, serenidad y clasicismo, además de asentamiento, en su formas ante dos toros que no se lo merecían mucho. Quizá lo que se precisaba y hubiera dado más réditos era un toreo menos estético y más efectivo por trajinador. Desde luego, a mi me pareció un torero con mucho interés. A tanto aplomo y canon le faltó en bastantes ocasiones el que las acometidas desclasadas a media altura de su dos toros, Delantero y Chillón, le le tocaran tanto los engaños. Como no anduvo fino con los aceros, su reseña arrojó unos discretos silencios con recado. Román era, para muchos, el más esperado, sobre todo por la importancia de su actuación ante toros de este mismo hierro el año pasado. Sin duda, en esta nueva ocasión lo intentó de todas las maneras, pero encontró mucho menos resultado y respuesta de toros y público que en aquélla ocasión. Valor y entrega a raudales del valenciano. Y en el debe, se le vio, a pesar de las inmensas dificultades, con peor colocación, y en ocasiones muy salido de la suerte. Encima, mató bastante mal, incluso haciendo guardia y no se le hizo más que la cuenta de la indiferencia.

Adrián de Torres se pasa por la zurda al colorado ‘Chillón’ que lideró el encierro matutino. Oskar Montero

Por momentos, pareció más parapetado tocando la campana María, que resolviendo la cebadina del modo que se esperaba de él. Ante materia prima muy parecida, Isaac Fonseca nadó a favor de su ajuste, ganas, venta de personalidad y pericia en al suerte suprema. Una salida a hombros sin grandes argumentos artísticos, pocos podría decirse, pero si avalada por una disposición y eficacia encomiables. ¡Olé por el mexicano! De los momentos más lucidos de la tarde apuntamos el toreo a la verónica en la mismísima tapa de Sancena (riego pamplonés) ante el cuarto toro, Chillón, el colorado y estrecho de sienes y dos puñales apuntando p’alante, de Adrián de Torres y el tercio de banderillas que protagonizó Juan Carlos Rey ante el sexto. También estuvo bien, hábil y preciso, sobre todo en el primer par, el tafallés Pablo Simón ante el espectacular y tiazo burraco que hizo segundo. Así las cosas, con el buen gusto y sabiduría de los colegas Vicente de Lgroño y Patricia Navarro de La Razón, nos despedimos hasta hoy en la que el serial afronta las funciones más gustosas, de las de gozo de figuras y toros con disposiciones y maneras más enclasadas que diría el sevillano pijo (No el del Betis, claro). Hablamos un poco del pelotón porque Román, la verdad, se hizo un poco lío con la montera, una arrebujada bandera de Osasuna al brindar con intento de complicidad la muerte del quinto toro a toda la parroquia navarra que llenaba, una vez más, el coliseo taurino de la vieja Iruña.

Los toros

Cebada Gago. Seis toros, muy bien presentados y cuajados. Astifinos, de armonioso trapío. Corrida mansa y complicada, sin humillar y con poca clase. Tuvieron fuerza, movilidad e interés en todos los tercios. Ninguno se empleó con brillo ni boyante entrega en el primer tercio ni en la muleta.

Los toreros

Adrián de Torres. (De blanco y oro). Silencio tras aviso y silencio tras aviso.

Román Collado. (De pizarra y oro). Silencio y silencio

Isaac Fonseca. (De grosella y oro). Oreja y oreja. las gradas

Presidencia. Correcta a cargo de Carlos García Adanero, concejal del PP del Ayuntamiento de Pamplona, asesorado por José María Sevilla García , presidente del Club Taurino de Pamplona (artístico) y David Navarro Caspistegui (veterinario).

Ambiente. Lleno aparente, con algún hueco en las andanadas de sombra, y tarde agradable de temperatura, veraniega, pero sin exceso de calor ni bochorno.