El reloj marcaba las 23.45 horas cuando las primeras notas de Zero comenzaron a resonar en el centro de Pamplona, inaugurando así los conciertos sanfermineros. Izaro se presentó con una puesta en escena impecable, llena de luces y sombras que, desde las pantallas de la Plaza del Castillo, parecían sacadas de un videoclip.

Con una elección cuidadosa de canciones en euskera y castellano, optó por dejar de lado las interpretaciones en inglés y la gran mayoría del concierto se desarrolló en euskera, lo que reforzó la conexión cultural y emocional con el público local. 

La vizcaína, en su primer San Fermín, expresó con entusiasmo: “Me estreno a lo grande”. Y así fue. Comenzó Agucero, una interpretación con guitarra acústica que, aunque la letra decía tienes que darme calor, no era suficiente para el fresco del 6 de julio en Pamplona. Sin embargo, el público, pidiendo calor, no dejó de bailar para conseguirlo.

El ambiente se tornó íntimo y mágico con Delirios. Un silencio se apoderó de la plaza mientras una sutil luz roja iluminaba a Izaro, quien cantaba con una conexión palpable con el público. Incluso los extranjeros presentes, que no entendían las letras, coreaban con fervor las últimas frases de cada canción.

X eta Besteak destacó por su energía y el impresionante baile de Izaro, mostrando que su talento va más allá del canto. La puesta en escena, digna de un videoclip, fascinó a todos los presentes.

Uno de los momentos más significativos de la noche fue la interpretación de Libre. Izaro aprovechó para dar un mensaje feminista, resaltando la importancia de cuidarse mutuamente, especialmente en un contexto festivo como el de San Fermín. Su grito “ni olvido ni perdón, libre” resonó con fuerza, seguido de un estallido de aplausos y gritos de “gora borroka feminista” desde algún grupo de jovenes en el público.

El clímax emotivo llegó cuando Izaro recibió el tradicional pañuelico rojo de San Fermín por parte de los seguidores que estaban en las primeras filas. Con él puesto, se convirtió en una pamplonesa más y, conmovida, interpretó Errefuxiatuena. Las linternas de los móviles se alzaron, iluminando la plaza al compás de la música, creando una atmósfera de unión y esperanza.

Con París, Izaro unió a mayores y pequeños en un coro multitudinario, demostrando el poder de la música para trascender generaciones. Tras presentar a su talentoso grupo de músicos y bailarines, los aplausos se sucedieron, reconociendo el mérito de todos los artistas en escena.

El público, completamente entregado, pedía a gritos “beste bat” (otra más) cuando Izaro sorprendió cantando un bertso , que habló de lo que significa ser euskalduna para ella. Esto preparó el terreno para la gran final con La Felicidad. La plaza estalló de alegría, demostrando que, aunque San Fermín esté lleno de emociones intensas, la felicidad siempre prevalece.