Napardi es una palabra que encierra “una ensalada de emociones, vivencias e historias; donde se palpa la tradición y las buenas costumbres”, ha asegurado uno de los integrantes. La sociedad gastronómica que lleva más de 70 años formando parte del paisaje de la ciudad de Pamplona ha celebrado la 37ª entrega del Gallico de Oro, una distinción que solo reciben aquellas personas navarras o vinculadas con la Comunidad Foral que hayan destacado de manera sobresaliente en el campo de las artes, ciencias, deportes, cultura o humanidades.
A pesar de los muchos galardones que Pedro Miguel Etxenike ha ganado durante su carrera (premio Príncipe de Viana, Príncipe de Asturias, Medalla de Oro de la Real Sociedad Española de Física o la Medalla de Oro de Navarra, entre otros), el físico recogió este premio con la misma ilusión con la que recibió el primero. “Dicen que nadie es profeta en su tierra, pero yo debo de ser de otra porque me han dado la única distinción que me faltaba”, ha comentado entre risas con el objetivo de ganar cierta complicidad con el público.
Lo cierto es que no ha mentido con estas palabras, ya que comenzó su carrera en 1972, momento en el que se licenció de Ciencias Físicas por la Universidad de Navarra y, desde entonces, su actividad profesional se ha visto cargada de éxitos. “La ciencia es parte esencial de la cultura y el humanismo modernos. La ciencia es futuro, cultura y desarrollo económico. Que una sociedad como Napardi, tan popular y querida por la gente, se acuerde de esta disciplina indica que el desarrollo cultural de las sociedades va en aumento y se empiezan a apreciar otros aspectos distintos de los tradicionales”, ha celebrado después de que le colocaran el delantal y la insignia y de que le dieran la mandarra.
A sus palabras se le han sumado las voces de los miembros de la sociedad gastronómica, quienes le dedicaron canciones populares como Agur jaunak, que provocaron que Etxenike se emocionara y recordase a su madre, “que tanto amaba los Sanfermines y tanto hubiese hoy disfrutado. Por otro lado, se me viene a la cabeza mi pueblo, Isaba”, ha señalado.
En relación con esto, el físico no ha querido olvidarse de uno de los temas que más ha reivindicado a lo largo de su vida: el euskera. “La historia de nuestro pasado, que es el euskera, la quiero también para nuestro futuro. Toda la alegría que me ha dado escuchar estas canciones me hacen percatarme de que el arte y el corazón son buenos, pero, cuando van acompañados de calidad técnica, podemos apreciar la belleza de lo que está sonando. Y, en ese sentido, la ciencia también tiene mucha belleza”, ha apuntado.
Por último, Etxenike ha agradecido a los miembros de Napardi por haberle conocido el premio e, incluso, ha festejado el buen recibimiento que Pamplona le había regalado en esta ocasión: “Hoy, cuando paseaba hasta me he animado a hacer el baile de la alpargata; es lo que tiene ser el premio Nobel de San Fermín”, ha bromeado. Asimismo, ha reconocidp que ha recibido muchos premios importantes, pero en ninguno de ellos he sentido el afecto y el cariño de esta vez. Por decirlo en el idioma materno de mis padres, ‘mila esker' por esta distinción que tanto me honra en mi tierra”.
Ana Hueso y Javier Ochoa, los otros premiados de Napardi
Este año “se han ganado este premio a pulso”, ha asegurado uno de los miembros. Además de Etxenike, la sociedad gastronómica Napardi ha querido homenajear a dos personas que también han destacado de manera sobresaliente. Por un lado, Ana Hueso, responsable del Archivo Municipal que ha sido “la guardiana de nuestro pasado”. El otro premio fue recibido por Javier Ochoa, de bodegas Ochoa. “El buen yantar y el buen beber es casi el undécimo mandamiento. Javier, tras una vida de trabajo, Su labor hace que el nombre de Navarra no conozca fronteras”, ha explicado.