pamplona. "Hay que tener la cabeza fría para invertir el tiempo, el esfuerzo y los medios para aquellas personas que tienen mejor pronóstico. La muerte es lo que más duele, lo que te bloquea y te marca, pero hay muchas otras imágenes en positivo con las que nos quedamos de Haití. La de un niño al que se le acaba de amputar una mano y te da las gracias, la gente de diferentes países trabajando al unísono...". Entre emocionado y orgulloso se expresaba ayer el doctor Alberto Lafuente, especialista en Anestesia y Cuidados Intensivos de la CUN que ha participado en los dos contingentes de ayuda humanitaria a Haití y acompañado al último que regresó del país caribeño el pasado domingo. Es uno de los seis voluntarios navarros desplazados a Haití por la Asociación DYA tras el terremoto ocurrido el pasado 12 de enero. Para todos ha sido una experiencia "única" de la que destacan el "gran compañerismo", un trabajo en equipo "muy gratificante" pero que además ha resultado operativo ya que la propia OMS lo ha reconocido como un "modelo a seguir", destacaron en una rueda de prensa que tuvo lugar en la CUN. Todos ellos han coincidido en calificar su experiencia como "increíble" y en valorar que les ha servido para "crecer personal y profesionalmente". Un esfuerzo que les llevaba a levantarse a las cinco de la madrugada y a acostarse a las doce de la noche "con la misma ilusión".
Alberto Lafuente formó parte del primer contingente de ayuda sanitaria externa que llegó al hospital de Puerto Príncipe donde se ha desarrollado su labor, y donde se han incorporado después el resto de sus compañeros. Cuando llegó por primera vez a un país devastado, el hospital se encontraba colapsado, la gente se hacinaba en el suelo y "te agarraban por el tobillo para pedir ayuda". No había médicos si bien pidió comprensión para los médicos locales: "Hay que entender que muchos fallecieron, otros estaban de luto por sus familiares, se había venido abajo la poca infraestructura que tenían...", subrayó.
Pese a la escasez de medios, recordó por otro lado que todas las intervenciones se hicieron con anestesia y analgésicos. De los siete hospitales con los que cuenta el país sólo tres no tenían la estructura dañada y en uno Puerto Príncipe se asumió el control con voluntarios españoles, chilenos y colombianos. Nada más llegar se encontraron cadáveres por el suelo y "hubo una cierta alarma de posibles brote epidemiológico. Se condujo a la gente a las fosas sin excesiva rapidez y entonces no ha habido. Las epidemias surgen ahora, las diarreas y vómitos", agregó.
Desde otros frentes, Juan Novillo, 13 años en la DYA, funcionario de la Policía Municipal y técnico logista en esta misión, destacó por otro lado la importancia de la labor logística para poner en orden el hospital, "arreglar el generador, dar luz para las operaciones y las infraestructuras necesarias". Labores a las que se unió la descarga de la ayuda humanitaria o organizar la farmacia del hospital.
Para Pablo Baltanás, médico anestesista de Virgen del Camino, la llegada del segundo operativo al hospital fue mucho más sencilla y menos masificada, expuso. La experiencia más emocionante, admitió, fue trabajar en equipo con gente "de color de ropa diferente pero con un mismo espíritu". Subrayó además la importancia que tuvo para poder trabajar de los equipos logísticos por encima de los sanitarios porque, indicó, para poder "operar con luz, tener algo para comer, un lugar para descansar y un sistema de seguridad con los techos apuntalados y un sistema de evacuación rápido". "Al llegar allí tuvimos la suerte de contar con más materiales y medicinas...", indicó. Los haitianos son un pueblo acostumbrado a "agachar la cabeza" ante inundaciones, ciclones, pero a la vez un pueblo fuerte y capaz de recuperarse", agregó.
crecimiento Para la enfermera Jaione Villares, de la UCI de San Miguel, la experiencia fue "increíble" y les ha ayudado a crecer como personas y como profesionales. "Hemos trabajado mucho pero aprendido mucho", comentó. También intervino Marisol Moreno, médico de familia y que ha trabajado en Haití como pediatra. Hubo la oportunidad, relató, de sacar a los niños de las carpas instaladas en el hospital y poder atenderles en el centro hospitalario. Ha visto pasar por su consulta a madres con niños con otras tipologías de nacimiento no vinculadas al terremoto, algo que no juzga ante las precarias condiciones sanitarias.
Para Pablo Martí, cirujano de la CUN, la coordinación con otros equipos como médicos cubanos permitió tomar decisiones "conjuntas" como los casos que iban a quirófano o en planta, o bien a otros centros para tratamientos "más agresivos". "Hemos contado además con más medios y los casos eran menos graves, infecciones, cesáreas". "La pena es no saber de ellos cómo habrán acabado", indica. Una vez finalizada la fase de ayuda de emergencia la Agencia de Cooperación instalará una oficina permanente para los planes de desarrollo. En materia sanitaria, entienden necesaria la presencia de expertos en epidemiología, en atención primaria y en pediatría.