Son mellizos y esta nueva aventura ha traído consigo una doble separación: la de sus padres y la de su otra mitad, su hermano. Amaia y Asier, Malen y Aimar, y Alain y Eder han vivido estos dos primeros días de curso entre nervios, emoción y algo de tristeza, al igual que miles de niños navarros que por primera vez pisan las aulas de un colegio. Pero para ellos es diferente.

Alejarse de los padres por primera vez, abandonar los juegos en casa y en el parque y empezar a madrugar son algunas de las claves de todos aquellos niños y niñas que esta semana han vivido su estreno escolar. Si esta separación temporal -ya que los txikis, de momento, sólo están unas pocas horas en las aulas- es dura para todos, lo es más para aquellos mellizos y gemelos que tienen que distanciarse de sus padres y, además, de su otra mitad, ya que la mayoría de los centros opta por repartir en distintas aulas a los hermanos atendiendo a “criterios pedagógicos”. “Creemos que para los gemelos y mellizos lo mejor, siempre que se pueda y haya dos clases por curso, es separarles porque resulta beneficioso para su formación”, asegura Virginia Jiménez, directora del colegio Virgen Blanca de Huarte, centro en el que están matriculadas estas tres parejas de hermanos e iniciaron el curso el jueves.

Desde el colegio, que ha optado por esta opción dentro de la autonomía que otorga Educación a cada centro académico, consideran que la segregación beneficia a los pequeños en tres ámbitos fundamentales. En primer lugar, “ayuda al niño a que establezca en el grupo relaciones con sus iguales y no se centre en su hermano”, explica Jiménez. “Los gemelos y mellizos, como suelen tener esas relaciones tan intensas, si los meten en la misma aula están todo el rato juntos y no socializan. Ayuda a desarrollar habilidades sociales y romper ese vínculo tan fuerte”, puntualiza.

Otro de los pilares en los que se basan es que ayuda “en la relación familiar”. “Cuando tienes dos hijos y están en la misma clase, a la hora de llegar a casa y contar las vivencias en el aula, uno llevará la voz cantante y contará las cosas, pero otro no dirá nada. Si están en grupos separados tienen vivencias diferentes. Permite expresarse y que los padres traten a cada uno de manera individualizada, que les escuchen”, puntualiza. Por último, también es beneficioso para el profesorado, ya que aunque “cada maestro sabe que cada niño es uno, a veces puede pasar que asimiles aspectos de uno al otro, y eso no es así. Aunque lo tenemos claro, en el devenir de las profesión a veces pasa”, recalca.

Para algunos de estos pequeños, que ya habían estado en guardería, no resulta tan difícil esta adaptación, ya que antes de empezar en el colegio ya habían experimentado qué es estar lejos de sus padres durante unas horas. “Los gemelos preguntan por su hermano, pero también lo hacen por los padres, o cualquier otro hermano hace lo mismo por sus hermanos pequeños o viceversa”, puntualiza Virginia Jiménez.

¿Dónde está? Los padres de las tres parejas de mellizos del colegio Virgen Blanca también comparten la opinión del centro en cuanto a esta separación por aulas. “Es algo positivo porque se desarrollan de forma individual. En mi caso, en la guardería también les separaron y ahí sí que pudo costarles un poco más, aunque al final, en el recreo se buscan y están juntos. Sólo es el momento de estar en clase, por lo que es un aspecto muy positivo para que se integren e interactúen”, relata José Zaro, padre de Alain y Eder Zaro Moreno, y reconoce que el primer día “se echaron en falta”.

Una situación muy similar a la que vivieron Malen y Aimar Muñoz Salvo, para quienes a diferencia de Alain y Eder la separación ha sido un fenómeno nuevo, ya que en la guardería compartieron juegos. “Aimar se lo ha tomado bien, ha entrado solo y más independiente, pero Malen hoy, el segundo día, ha estado un poco peor. Cuando ha ido a entrar en clase se ha vuelto y ha preguntado por su hermano, a ver dónde estaba y por qué no entraba con ella, y que quería ir con él”, explica Javier Muñoz.

No obstante, el tiempo que permanecen separado es, de momento, muy breve, ya que durante el periodo de adaptación, que en el centro de Huarte se prolongará hasta el 20 de septiembre, comienzan yendo una hora divididos en dos turnos. “Se les pasa volando, aunque igual lo peor de todo no es que estén separados entre sí, sino que les han separado también de amigos. De la guardería ya venían con amistades y ahora les han cortado eso por completo. Siempre es bueno que tengan una cara conocida. Así no les costaría tanto adaptarse”, lamentan Idoia Goñi y Gabriel Sánchez, padres de Amaia y Asier.

Aunque el criterio de parentesco prima a la hora de distribuir al alumnado en las clases (excluyendo también a primos en la misma aula), también tienen en cuenta otros aspectos, como la paridad de sexo y de edad, es decir, que no coincidan en una misma clase todos los de principio de año o los de final. De momento, los pequeños estudiarán durante los primeros años alejados de sus hermanos, hasta que al pasar a 3º de Primaria vuelvan a mezclarse entre todos “para que vuelvan a rehacer relaciones y amplíen las amistades”, concluye la directora.