pamplona - La desigualdad entre hombres y mujeres continúa manteniendo una de sus mayores brechas en el ámbito penitenciario. El plan de igualdad aprobado por el gobierno de Zapatero en 2008 no ha sido desarrollado por el PP, está en un cajón, y las presas siguen arrastrando la doble condena de ser reclusas y de ser mujeres en un régimen pensado en exclusiva para los hombres.

Así se puso ayer de manifiesto en la primera sesión de las XI Jornadas de Estudios Penitenciarios organizadas por Salhaketa y la UPNA, un encuentro centrado este año en las condiciones de las mujeres en las cárceles que reúne a unas 150 personas, en su mayoría alumnado de la UPNA, que tuvieron oportunidad de escuchar los testimonios de dos expresas y las conclusiones unánimes de que “la cárcel no sirve para nada”, “no está pensada para las mujeres” y “no les ayuda a volver a vivir”. Las protagonistas de la tarde reconocieron que de esta dura experiencia, que hubieran preferido evitar, les queda como positivo: haber conocido a las personas voluntarias en prisión y las que han conocido fuera. “Me quedo con las personas”, aseguró una de las dos mujeres que han vivido en sus propias carnes los rigores de la cárcel. Katia y Teresa, junto a la directora del documental La mochila invisible, Laura Hernández, respondieron a las preguntas formuladas por el público tras visionar el documental.

La catedrática del Derecho Penal de la UPNA Inés Olaizola presentó la primera sesión de la jornada (que prosigue esta tarde, de 17 a 19.30 en la UPNA) que versa sobre un medio que “deslocaliza a la persona y sobre todo a la mujer que lleva una mochila mayor” por el papel que sociedad y familia le otorgan. También cerró el encuentro haciendo un llamamiento al Estado para que se reconsidere el sistema y asegure otras alternativas, como los pisos, además de recursos y empleo, que permitan a las presas “volver a vivir” y tener más oportunidades para resolver sus problemas.

La profesora de Derecho Penal de la UPNA Paz Francés Lecumberri, en su la ponencia Mujeres presas ayer y hoy, hizo un recorrido histórico del encierro femenino en el Estado, desde el Antiguo Régimen hasta hoy cuando, en el Estado español, hay tres cárceles exclusivas para mujeres y en el resto de ciudades como Pamplona, en cárceles pensadas solo para hombres, módulos para ellas; una población que ronda las 5.020 mujeres, de entre 18 y 67 años, que suponen el 6,7% de la población reclusa, cifra que triplica a las de los países europeos. En su discurso, Paz Francés subrayó que la prisión de mujeres es tema que ha preocupado, aunque con distintas motivaciones, solo a mujeres. Citó las órdenes religiosas, mujeres pioneras como Concepción Arenal o Victoria Kent para destacar que fue en la II República cuando Victoria Kent dio pasos para humanizar las cárceles de mujeres formando personas laicas para atender las prisiones, se les permitió convivir con sus hijos (hasta 6 años), se realizaron programas y se abrieron bibliotecas, entre otras medidas. Añadió que con el franquismo “se entra en una indefinición absoluta” y que la reforma democrática no introdujo la perspectiva de género en la institución penitenciaria. “Hoy el sistema sigue como desde 1979 y el plan de igualdad en prisión está parado”.

Añadió que a lo largo de la historia, las mujeres han padecido la condena añadida de ser perseguida “por incumplir los roles que se le han asignado en cada momento”. Fue crítica con un sistema “que no resuelve”. Hoy, concluyó la ponente, la mayor parte de las mujeres que entran en prisión “ya han sufrido previamente procesos de exclusión, situación que se agrava al entrar en la cárcel”. Las prisiones de mujeres “son remanentes de las de los hombres” y tienen peores condiciones de alojamiento. Además, “las mujeres sufren más lejanía y dispersión geográfica que los hombres porque les concentran en un número menor de centros”, además, añadió “la planificación y gestión penitenciarias están dirigidas a la mayoría, es decir a los hombres; las medidas existentes para la reintegración socio laboral de las mujeres presas son escasas e inadecuadas” y “las barreras para la integración social de las mujeres presas son muchas. No se han implementado programas específicos o generales dirigidos a las mujeres presas, sus necesidades y demandas”, manifestó.

las dificultades Estas conclusiones fueron corroboradas por las mujeres que protagonizan La mochila invisible, un documental social que visibiliza la carga que acarrean tres mujeres tras su paso por la cárcel. Y es que, como pusieron de manifiesto Katia y Teresa, quienes encontraron en Salhaketa el apoyo debido, han padecido la triple condena de cárcel, extranjería y desarraigo familiar, “etiquetas que te hacen la vida muy difícil”, dijo Katia.

Explicaron las dificultades que encuentran al salir de la cárcel para regularizar su situación, para obtener papeles, y que se les invita, incluso, a casarse para resolver el problema, “conduciéndote así a cometer otro delito”. Apuntaron que al ser instituciones masculinas, los programas para ellas se centran en actividades asignadas al rol femenino (bordar, coser, limpiar muebles, lavandería, etc) que no ayudan a buscar empleo al salir. Denunciaron que hay servicios que tardan más en prestarse a las mujeres (sanitario, psicólogo); reconocieron que hay que estar en ocasiones “súper medicada para aguantar”; que “la sociedad patriarcal te machaca constantemente”; que es “muy duro no poder estar con tu hijo” y que la mejor terapia es “escuchar a las compañeras” y “poder hablar de ese periodo al salir de la cárcel con alguien que te comprenda”.