Luis Bezunartea Maeztu, de 67 años, afirma que “siempre he sido de dormir poco, pero últimamente cada vez menos”. Cada noche –concretamente, de domingo a juevesla Unidad de Sueño del Hospital Universitario de Navarra (HUN) realiza estudios de sueño a cuatro personas y el pasado jueves una de ellas fue este vecino de Izalzu/Itzaltzu. El objetivo, en su caso, era descartar que este paciente crónico con EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica) tenga un trastorno respiratorio durante el sueño.

Mientras aguardaba su turno en la sala de espera de la quinta planta del antiguo Virgen del Camino, Luis explica que “normalmente voy a la cama a las 23.00 horas. Me cuesta conciliar el sueño pero estoy hasta las 2.00 o 3.00 –unas tres horas mínimo–”, se despierta y “ya no hay forma de dormir”. Sin embargo, reconoce que “últimamente” descansa “un poco mejor, porque el médico de cabecera me cambió hace un mes la pastilla que tomo y con esta muchos días me duermo después de levantarme para ir al baño, que antes era imposible y estaba deseando que llegasen las 7.00 horas” para comenzar la jornada.

En su caso, el calor de estos días no está agravando su problema porque, como señala, “en el pueblo a la noche refresca”. No obstante, se lamenta de que “el no dormir, además de provocarle más cansancio, le hace estar más alterado todo el día, porque, si pudiera descansar aunque sea en la siesta media hora..., pero tampoco”. 

Qué es esta prueba

La neumóloga Izaskun Jiménez explica que “en las polisomnografías –que son las pruebas que realizan en el hospital– analizan el sueño, cómo duerme el paciente, y luego la parte respiratoria, si hace eventos respiratorios o no, y qué repercusión tienen tanto en el sueño como en la saturación de oxígeno, etc”. Para ello, prosigue, colocan en el paciente “sensores y cables para registrar todas las señales”.

Los datos que se obtienen a lo largo de la noche “se van grabando en los polisomnógrafos, se almacenan en el ordenador y luego hacemos una lectura manual de toda esa información”, indica la especialista. Se trata de una labor de equipo, expone la doctora, en la que “los neurofisiólogos van diciéndonos si la persona está dormida o despierta, en qué fase de sueño está en cada momento y nosotras nos encargamos de ver la parte respiratoria: si hay eventos o no, cómo repercute en la saturación, si les despiertan o no... Después, el sistema nos proporciona un análisis automático de todos los datos y con eso emitimos un diagnóstico”, de manera que los informes con los resultados se remiten a los médicos peticionarios del estudio.

Hace casi un año el médico de Atención Primaria derivó a Luis Bezunartea a la Unidad de Sueño. “Me iban a hacer la prueba en marzo, pero se suspendió porque me llamaron que se había estropeado el aparato. Después, me dieron cita otra vez para mayo, pero estaba ingresado porque me había cogido la covid-19”, explica. Ahora, bastante recuperado, espera con ganas las conclusiones del estudio para “ver qué me dicen: si me cambian la pastilla y puedo dormir o adoptar algún hábito nuevo”, concluye.