El buen sueño es salud y, de hecho, un mal sueño está demostrado y hay evidencia científica que confirma, de alguna manera, que tiene efectos perjudiciales en la salud, riesgo cardiovascular, incluso en la mortalidad”, afirma Izaskun Jiménez Setuáin, neumóloga del Hospital Universitario de Navarra (HUN). La especialista explica que entre los problemas “objetivos y reales” que nos afectan al acostarnos, “los más prevalentes son los trastornos respiratorios del sueño y, dentro de ese grupo de enfermedades, la que tiene mayor incidencia es la apnea obstructiva del sueño”. Su prevalencia, según la bibliografía, ronda entre el 10% y el 20% de la población, si bien es una patología “infradiagnosticada”, advierte, y añade que “en Navarra tenemos ahora unos 9.000 pacientes en tratamiento activo con cPAP, que son los aparatos que utilizan para dormir los casos severos o con mucha sintomatología”.

"Dedicamos poco tiempo a dormir porque vivimos rápido, trabajamos mucho, nos acostamos tarde y tenemos que levantarnos pronto"

Izaskun Jiménez Setuáin - Neumóloga del Hospital Universitario de Navarra

Además de los trastornos “objetivos”, la doctora Jiménez señala que “la primera causa de sueño durante el día o de sensación de mal descanso es una mala higiene del sueño”. En este sentido, apunta que “lo que más se ve es privación de sueño por estilo de vida, es decir, dedicamos poco tiempo a dormir porque vivimos rápido, trabajamos mucho, nos acostamos tarde, tenemos que levantarnos pronto y luego hay mucho trastorno circadiano por retraso de fase. Realmente son pacientes que, si al día siguiente les dejaras dormir todo lo que necesitan, tienen un sueño bueno, reparador, pero padecen un déficit de horas porque se acuestan tarde y por la mañana la rutina les obliga a levantarse”. Por ello, incide en inculcar desde la infancia la importancia del descanso. 

Un año “atípico”

Preguntada por cuántos casos de apnea obstructiva del sueño se diagnosticaron el año pasado, la médico explica que “todavía 2021 fue un año especial, por lo que supuso la pandemia a nivel general y, más en concreto, en un servicio de Neumología como el nuestro”. En esta línea, sostiene que “se han hecho muchos esfuerzos para intentar que la actividad de la Unidad de Sueño no se viera afectada, pero la pandemia nos ha obligado a cerrar en más de una ocasión”, llegando a desplazarse de forma temporal a un espacio de Neurofisiología de la planta baja del hospital, y también los pacientes “tuvieron menos acceso a la atención especializada por el colapso que hubo en Atención Primaria y en nuestras consultas”. No obstante, se mantuvieron los estudios que se hacen en domicilio –que hace una empresa subcontratada por Osasunbidea–. 

Así, a pesar de que no se llegó a asumir el volumen de 2019, en 2021 “se hicieron más de 1.500 estudios de sueño y más de 600 pacientes iniciaron tratamiento con cPAP en Navarra”; una terapia que “no cura las apneas” pero que “las corrige en la medida que se utiliza”. El dispositivo, expone, es una especie de pequeño compresor que genera un chorro de aire que se hace llegar a la vía respiratoria del paciente a través de un tubo y una mascarilla. No es cómodo como una pastilla y, por ello, el apoyo y la educación sanitaria son vitales.

APUNTES

  • Cuándo consultar. Los pacientes deberían derivarse a Neumología para descartar una apnea obstructiva del sueño cuando tengan dos de estos tres síntomas: un ronquido diario, estruendoso y molesto; apneas presenciadas; y sensación de mal descanso nocturno y somnolencia durante el día. 
  • Cuándo se considera apnea del sueño severa. Cuando se producen más de 30 eventos a la hora.

La obesidad, factor de riesgo

Esta patología, explica la facultativa, “se manifiesta fundamentalmente por sensación de mala calidad del sueño. Los pacientes hacen pausas en la respiración al dormir y su cerebro tiene mecanismos para darse cuenta de ello. Entonces, aunque no sean conscientes o no siempre lo sean, las apneas les provocan despertares y eso hace que el ciclo del sueño esté continuamente deteniéndose, se fracciona y suelen tener dificultad para entrar en las fases de sueño profundo, que son las que nos reparan”. 

Así, las personas afectadas suelen tener “sensación de mal descanso nocturno, somnolencia durante el día –que puede provocar una mayor accidentabilidad–, hay quien manifiesta mayor tristeza, ansiedad, depresión... y luego muchos de ellos tienen presión arterial alta...”. En definitiva, supone una “mella en su calidad de vida”.

En cuanto a los factores de riesgo, Jiménez destaca que “uno fundamental y muy prevalente es la obesidad”. Además, indica que “conforme vamos cumpliendo años el riesgo aumenta y muchas veces esta enfermedad coexiste con otros factores de riesgo cardiovascular, como hipertensión, diabetes, colesterol alto, y también hay condicionantes anatómicos, que predisponen a que la vía respiratoria se cierre y ocurran estos eventos”.