La idea de que “una violación es lo peor que le puede pasar a una mujer y de lo que nunca se recupera” es un concepto muchas veces escuchado cuando se habla de la violencia sexual, pero este jueves la psicoterapeuta feminista Norma Vázquez García tuvo la oportunidad de cuestionarlo. Esta profesional, en sus más de 40 años de experiencia con víctimas y supervivientes de violencia sexual, recordó sin ánimo de “minimizar los hechos” que a pesar de lo “dañinas y traumáticas” que puedan resultar las situaciones de violencia sexual, estas mujeres también cuentan con “muchos recursos propios y del entorno para que ese evento potencialmente traumático no nos destroce la vida como quisiera el sistema patriarcal”. Y, de esta manera, “podamos no solo sobrevivir, sino vivir viendo cómo trabajamos el trauma”.
Vázquez fue una de las ponentes que en la jornada del jueves participó en el I Congreso de Violencias Sexuales de Navarra, organizado por el Instituto Navarro para la Igualdad (INAI). La psicoterapeuta narró el trabajo que hace con sus pacientes en este campo y cómo profundizan en la importancia de las ideas, desde lo que ellas mismas son y lo que creen que son, hasta lo que los demás les dicen que son. “Las palabras e ideas que revuelan a nuestro alrededor muchas veces nos dicen hasta cómo debemos sentirnos”, explicó Vázquez. Unas ideas que, lejos de quedarse en simples conceptos, “se encarnan en la manera en cómo vivimos y cómo enfrentamos el evento potencialmente traumático”.
En las cuatro décadas de experiencia de Vázquez, “casi todas las mujeres” con las que ha trabajado en este ámbito “sienten asco, y no solo por el hecho, sino por ellas mismas, ya que interorizamos todo lo que nos ha hecho sentir el agresor”. Esta emoción no aparece sola, sino que llega acompañada de miedo, culpa y vergüenza, “un trío que afecta profundamente nuestro autoconcepto y autoestima”. Porque, como desarrolló Vázquez, “en la violencia sexual nuestra imagen, cómo nos vemos o nos queremos presentar a los demás, se ve afectada”.
‘Yo sí te creo’
Con la terapia, explicó la psicoterapeuta, “nos construimos y vemos qué otros aspectos de mí dañó la violencia sexual”. Y para llevar a cabo esta labor de “reconstrucción”, Vázquez hizo una mención especial al lema Hermana, yo sí te creo, que supone “un fuerte anclaje terapéutico para las mujeres víctimas”. Esta profesional pidió a sus oyentes no dejar de gritarlo, “porque las mujeres necesitan oírlo una y otra vez ya que ni ellas mismas se creen”.
De esta manera, y a base de repetir el “yo sí te creo”, Vázquez recordó que es una manera de trabajar en la fiabilidad interna de la persona en un contexto donde es “fácil” destruirla, “salvo que la vayamos haciendo más fuerte”.
Marimar Osés Larequi también trabaja cada día para construir espacios seguros para las mujeres que han sido víctimas de violencia sexual. Desde la asociación Itxaropen Gune- Lugar de Esperanza atienden a mujeres en situación de vulnerabilidad y, en concreto, el programa Agar se centra en la recuperación e integración de mujeres en contextos de prostitución y víctimas de trata con fines de explotación sexual.
Con este objetivo en mente, Osés y la asociación han trabajado en desarrollar dos “experiencias” para trabajar en el daño a través de la “potencia creadora y artística” de estas mujeres. Así, en Itxaropen Gune- Lugar de Esperanza han convertido los relatos en una herramienta “muy terapéutica”, que permite a las mujeres “hacer un trabajo de interiorizar, sacar sus experiencias y plasmarlas a través del relato, y además compartirlos”.
El otro espacio “muy sanador” ha tenido lugar gracias a una colaboración con una educadora artística del Museo Oteiza. Con ella han trabajado el daño mediante sesiones y técnicas artísticas, en especial el concepto de cuerpo y de herida que ha dado lugar a una experiencia “muy emocional”, aseguró Osés.
Nuevos perfiles
Por parte de las representantes del Centro de Atención Integral a las Violencias Sexuales (CAIVS), Mari Recalde García y Ana Carmona Juanmartiñena, desglosaron los tres nuevos perfiles de mujeres que han llegado al centro desde su apertura el pasado abril. Carmona comenzó haciendo referencia al número “bastante elevado” de mujeres que han sufrido abusos sexuales en la infancia. “Quizás se han sentido identificadas y han podido acudir por el hecho de poner en valor a todas las violencias sexuales”. Una explicación que completó con la idea de que “se han sentido creídas y, por primera vez, no invisibilizadas”.
Junto a ellas añadió a las más jóvenes, entre las que conocieron casos de menores de 16 años. Un dato que le llamó la atención a Carmona en esta situación es la falta de predisposición a interponer una denuncia, “lo que nos deja ver que las mujeres jóvenes perciben el proceso judicial como algo hostil”. Por último, Carmona no se olvidó de aquellas que son víctimas de acoso sexual en el trabajo, “con situaciones de violencia muy prolongadas en el tiempo y con grandes secuelas” y donde, además, notaron que “en este tipo de violencia no se sienten apoyadas por el entorno y muchas veces se justifica la actuación de los agresores”.
Un contexto en el que los recursos especializados que representan estas profesionales cobran una mayor importancia a la hora de atender a las mujeres víctimas de violencia sexual.