En la mañana del pasado viernes, el juzgado de violencia de Pamplona que se encontraba de guardia ya había recibido siete expedientes judiciales a los que dar respuesta. “Eso te demuestra que aquí siempre hay algo que hacer, alguna medida que resolver, algún conflicto que ver a última hora. Se trata de conflictos de pareja en los que hay muchos intereses en juego y en los que también suele haber menores. Es un trabajo muy estresante, y ahora lo quieren hacer aún más, hasta el punto de que no tengamos tiempo material ni para abordarlo”, reflexiona Esther Fernández Arjonilla, titular del Juzgado de Violencia sobre la Mujer 1 de la capital navarra y que lleva 8 años como jueza especializada.

Los expedientes judiciales que tramita no se computan a uno por víctima o por delito. Es decir, no tiene 2.000 víctimas, ni 2.000 hechos delictivos, pero sí que tiene que resolver por ejemplo sobre incidencias del sistema Cometa (las pulseras telemáticas para comprobar que el agresor respeta un alejamiento sobre las víctimas), sobre medidas cautelares, sobre tomas de declaración o asistencia a víctimas. “Una víctima genera varios expedientes a su vez, pero todo es trabajo”, explica para ilustrar que así llegan a 2.000 casos.

Ahora, la nueva ley del Gobierno central pretende que asuman un 20% más de trabajo con la investigación de los delitos sexuales, porcentaje que “en Navarra ciframos en el 40%”, precisa la jueza. “Aquí tenemos un foco mediático de absorción de delitos sexuales que son los Sanfermines y cada vez es mayor la sensibilización y concienciación por este tipo de conductas. Cada vez la gente está más mentalizada de qué es un delito, que hay que denunciarlo y todo eso conlleva actuaciones de guardia que hasta ahora son llevadas en el juzgado de instrucción y que a partir de octubre tendríamos que asumir”.

¿De dónde surge la idea de que puedan tramitar todos los delitos contra la libertad sexual?

–La ley de libertad sexual ya contempla que los delitos sexuales se lleven en los juzgados de violencia, siguiendo lo dispuesto para este tipo de delitos en el convenio de Estambul, que dice que cualquier delito contra una mujer por el hecho de serlo sea considerado un delito de violencia de género. Pero eso no se puede hacer sin dar medios. Partimos de que en Justicia no se pueden cubrir las jubilaciones de 2031 porque no se crean las plazas de jueces suficientes. Y el ministro ya ha dicho que no quieren abrir más juzgados, sino cambiar los que hay. A coste cero, no puede ser.

A nadie se le escapa que un asunto de violencia machista tiene tales aristas que no es fácil de resolver.

–La atención a una víctima de violencia es compleja. Necesitan su tiempo, son declaraciones que se dilatan, que tienes que parar porque hay mucha ansiedad y afectación por el vínculo que les une con el agresor, son situaciones duras y con menores de por medio. No puedes decir dese prisa que hay gente esperando. Hay que conocer el ciclo de la violencia e indagar para intentar entender y conocer todo. Es algo además que da mucha vergüenza a las víctimas, porque nos tienen que contar su intimidad, y que resulta muy incómodo. Todas estas cuestiones necesitan tiempo, no puedes estar mirando el reloj. Tengo parejas en el juzgado de violencia que llevan más de 50 años de matrimonio hasta que la mujer ha estallado. Se requiere tiempo para conocer esas relaciones. Recuerdo un forense que me decía que la violencia por excelencia es la psicológica, que se manifiesta durante años, y cuando eso ya no funciona porque la mujer está harta y no se somete, estalla la violencia física. Ahora, con las parejas jóvenes, hay violencia física que se produce mucho antes. Pero todas son declaraciones complicadas, porque cada víctima es distinta y hay que venir con la mente en blanco para escuchar cada caso.

La ley de libertad sexual pone en el eje la atención integral a las víctimas. Pero esto parece un paso atrás.

–Va a empeorar mucho la atención a las víctimas. No tenemos tiempo material. La ley se hace para garantizar el acceso de las víctimas a órganos especializados y en eso podemos estar de acuerdo, pero no que se plantee ese acceso sin que el juzgado tenga más medio. Eso va a empeorar la calidad y los tiempos de atención y respuestas que ya son complicados de por sí. Pero lo peor es que todo el mundo lo sabía y ya estaba avisado de ello.

¿Qué propone como solución?

–Que no se amplíen las competencias mientras no haya jueces suficientes, fiscales suficientes, arrastramos además un problema de falta de psicólogos que son fundamentales y los funcionarios, a este paso, se van a ir de la oficina. Nuestro sistema es de lo más avanzados en violencia sobre la mujer. Es un modelo, pero si no hay dotación de medios se lo van a cargar. Vamos a colapsar, si ya tenemos carga de trabajo, no llegamos con estos medios a más y a resolver en tiempos legales.

¿Por qué se quiere y se considera que es mejor que los delitos sexuales sean instruidos en un órgano especializado de violencia?

–Para llegar a un órgano especializado como este se requiere un curso teórico, online, que se realiza en la UNED, además de otro curso práctico consistente en la estancia durante unos meses en un órgano de la misma categoría del que vas a asumir. Después de ocho años en un juzgado como este puedo decir que la práctica es básica. Es muy importante porque te permite conocer cada caso de manera individual. En violencia no te vas a encontrar dos asuntos iguales. Te puedes encontrar parámetros similares, pero la mecánica o la situación de la pareja o de la víctima va a ser muy distinta. Una víctima con un estatus alto y una buena profesión no va a estar igual que una víctima extranjera sin recursos, que normaliza ciertas conductas que ha vivido. He aprendido que cada vez que veo a una víctima tengo que tener la mente en blanco como esa pared. Tuvimos un caso reciente de poner la carne de gallina. Hubo una paliza brutal de un hombre a su mujer. Le pegó en casa, con las persianas bajadas y los vecinos fueron quienes alertaron. Ella estuvo 15 días ingresada en el hospital por las lesiones. Insistía en que antes no habían tenido ningún problema, no había antecedentes tampoco. Pero poco a poco fuimos sacando cosas y vimos que claro que había situaciones previas de violencia, pero ella las había normalizado.

Como para contar cosas así en solo unos minutos a una policía, abogada o jueza que acabas de conocer.

–Esta es una materia muy estresante de trabajo y en la que se abordan situaciones vitales muy duras. Tuvimos un caso crítico hace tiempo de una pareja con 13 años de relación. Ella no tenía ni siquiera papeles. Tenían un niño de corta edad con problemas de desarrollo porque el padre le ataba, le daban papillas por miedo a que se atragantara. Vivían en un entorno aislado, en autocaravana y de pueblo en pueblo. Él le pegaba unas palizas terribles. Pero llegó un día en el que la madre empezó a tener miedo por el niño. Y recuerdo que declaró que él siempre que pegaba una paliza se echaba a dormir. Entonces, después de una paliza que recibió, puso como excusa que iba a por el pan. Se llevó al niño. Al primer coche que pasó le pidió ayuda. Cuando estuvo en el juzgado se había cortado incluso el pelo, porque recordaba que, al llevarlo largo, él la arrastraba por el suelo. Y no hacía más que darnos las gracias porque no sabía que la podían ayudar de esa manera, a ella y a su hijo. Llegó a normalizar la violencia de tal manera que vivió un infierno. Víctimas así requieren mucho tiempo.