“La primera vez que oímos hablar de la covid pensamos que era algo que no iba a ir con nosotros. En su momento ya se habló de la gripe aviar, o de otras gripes, y al final no llegaron. Creíamos que iba a ser algo parecido”, recuerda Ana Aríztegui, jefa de cuidados asistenciales y Atención Domiciliaria

Cuando empezó a ser un problema real, la estrategia era clara. “Acción - reacción. Los comités de crisis eran casi diarios y a cualquier hora. Era avanzar a la contra”, señala la enfermera. “El virus avanzó muy rápido. Cuando habías preparado algo, tenías que cambiarlo porque llegaban nuevos cambios. Primero fueron los test anticuerpos, luego los antígenos... Hubo un poco de caos en general”, apunta.

Una de las cosas que más marcó a Aríztegui fue la paralización del sistema sanitario en su totalidad. “De pronto, todo estaba relacionado con el coronavirus, y las demás patologías quedaron en un segundo plano. Recuerdo gente que infartaba en casa pero que tenía miedo a venir al hospital por un posible contagio. Todavía tenemos que recuperar todo lo que supuso a nivel asistencial”, lamenta.

Ane Aríztegui recibe la Medalla de Oro en 2020. Patxi Cascante

Conforme iba avanzando la pandemia, la inseguridad y falta de información de la gente fue disminuyendo, pero aún así nunca desapareció. “Al principio la gente entendió y respetó las restricciones, pero conforme avanzaban los meses, los cambios y las restricciones más puntuales generaron desinformación. Quizás alguna de ellas no estaba del todo bien planteada, y fue entonces cuando la población comenzó a cuestionar algunas de ellas. Aún así, la responsabilidad y cooperación ciudadana fue ejemplar en Navarra y ayudó mucho a reducir el impacto del virus”, asegura. Las restricciones fueron necesarias. Vitales. “Era necesario poner restricciones duras porque las personas que iban a urgencias por contagio, luego iban a los hospitales y teníamos que medir cuál era el límite de la asistencia sanitaria. No nos podíamos permitir muchos contagios”, admite la enfermera. 

Cuando llegó la vacuna, Aríztegui recuerda que la gente fue perdiendo el miedo. “La vacuna hizo que mucha gente se relajara y empezara a incumplir las restricciones. Lo noté sobre todo en los jóvenes, porque los mayores estaban todos dispuestos a ponérsela y a los jóvenes había que irles detrás e insistirles de que era lo mejor para ellos y para quienes les rodean”, asegura. 

Cinco años después

Ahora, cinco años después, Aríztegui pone en valor “la capacidad de cuidarnos y de protegernos que teníamos”. “Hemos aprendido algunas cosas en prevención. Por ejemplo, ahora nos ponemos la mascarilla ante cualquier actuación. Antes, en las consultas de Atención Primaria nunca nos las poníamos. Creo que también hemos aprendido a diferenciar bien entre pacientes frágiles, más vulnerables... Aún así, creo que podríamos haber aplicado el aprendizaje de manera mucho más contundente”, lamenta.