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San Jerónimo de Estella, una residencia que vuelve a asumir el reto de prever y superar todas las barreras

Trabajadoras y residentes dieron lo mejor de sí mismos tras el apagón que encendió la solidaridad y también la superación

San Jerónimo de Estella, una residencia que vuelve a asumir el reto de prever y superar todas las barrerasS.J.

La residencia San Jerónimo sigue forjando su carácter tras superar contingencias inesperadas. Así lo hizo en la pasada pandemia, cuando parte del equipo de trabajo se encerró con los residentes para evitar posibles contagios; y lo hizo ayer, tras el apagón. “Nos pilló de sorpresa un poco antes de la comida”, explica Andrea Muntoi desde la residencia San Jerónimo de Estella. “Lo primero que pensamos fue que tendríamos que cambiar el menú de la cena si no volvía la luz”. Así empezó el pasado martes la aventura del equipo de trabajo de esta residencia de Estella-Lizarra. “Lo cierto es que empezamos bien porque nadie se quedó atrapado en los ascensores”, continua Nekane Razquin que, entre otras cosas, lleva la comunicación en la residencia.

Una vez pasado el momento crítico, el personal acudió al protocolo que el centro tiene para casos excepcionales: “Nos reunimos y vimos todo lo que podría suceder si no volvía la luz en un tiempo”, aseguraba David Cabrero, director del centro. Así, modificaron el menú de la cena y lo adelantaron. La idea era que “cuanto antes mejor”, habría que a subir a los 62 residentes a la primera y la segunda planta donde tienen sus habitaciones. También decidieron los pasos a dar si el apagón se alargaba una jornada más, algo que finalmente no sucedió ya que la luz volvió a las diez de la noche. Tampoco hizo falta hacer en los camping gas las comidas de calderete o barbacoa que se habían diseñado para pasar el segundo día.

El buen ambiente se mantuvo durante toda la jornada entre paseos por los jardines antes de afrontar la cena. “La verdad es que todos se portaron muy bien, preguntaban qué es lo que estaba pasando pero en ningún momento se pusieron nerviosos”, aseguraba Razquin.

Momento crítico

Pero la tarea más difícil estaba por llegar. Comenzó a las 19:30 horas cuando empezaron a subir uno a uno a los residentes. Aproximadamente unos 22 necesitaron ser trasladados en sillas de ruedas y el resto subieron acompañados, una o dos plantas. Un momento crítico para el que se tomó la decisión de que se hiciera mientras había luz natural. “Pensamos que era necesario hacerlo antes de que se fuera la luz porque si no hubiera sido más traumático”, aseguraba Andrea Muntoi, una de las responsables de la residencia que insistía en la buena aceptación de todas las medidas por parte de los y las residentes: “Todavía tengo agujetas de los traslados de ayer”. Y es que una de estas sillas pesa alrededor de 17 kilos más el de la persona, y hay que subirlas “con la dificultad de cada uno de los tres giros por planta”.

Momento del traslado de una residente el lunes, al no funcionar los ascensores de la residencia.

El traslado se realizó gracias a varios voluntarios, también a las alumnas de prácticas que alargaron sus turnos y a que varias trabajadoras estaban haciendo un curso de formación. “Queremos darles las gracias porque supieron interpretar la importancia del momento e incluso algunos llamaron a sus parejas para que vinieran a ayudarnos en la emergencia”, aseguró el director, David Cabrero.

La predisposición de los residentes a ser evacuados a las pisos superiores contó también con el protagonismo de ellos mismos. Es el caso de M.ª Puy Vidarte, que aseguró que estaba “muy contenta” de haber subido por su cuenta por las escaleras. También fue el caso de Mari Cruz Zudaire de subir acompañada pero por sus propios medios “hasta la segunda planta”. Todo un reto que posteriormente agradecieron al equipo de San Jerónimo.

La jornada tuvo otros momentos delicados ya que dos de los residentes son dependientes de los sistemas de oxígeno durante las 24 horas y el sistema estaba vinculado a la electricidad. Un sistema que finalmente no hizo falta recargar ya que a las 22 horas llegó la corriente. “Ya teníamos preparada la estrategia ya que una de ellas iba a ir a la casa de su hija donde ya había llegado la luz y la otra tenía suficientes botellas de oxígeno. Unas botellas que también estaban localizadas a través del 112 y de los bomberos que las habían ofrecido “por si hiciera falta”

Un día en que los familiares de los residentes estuvieron siempre pendientes, pero fue a partir de las 15 horas cuando “pudimos mandar el primer aviso para tranquilizarlos”, aseguraba Errazquin.

Un nuevo aprendizaje

También fue constante el trabajo con los y las residentes, en las casas vinculadas y aledañas a la residencia. “He pasado varias veces a ver su estado y sus necesidades y siempre han estado tranquilos”, aseguraba Mario Ganuza, supervisor de estas viviendas.

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Y como en la pandemia, la experiencia ha supuesto un nuevo aprendizaje. “Una vez más hemos visto la importancia de contar con un plan de contingencia que no hace mucho que actualizamos, no pensando en algo así, pero que nos ha servido mucho”, aseguró Untoi.

“De esta manera yo creo que nos ha pillado más preparados y hemos podido anticipar y actuar más rápidamente, además de mantener en todo momento la calma”. Una calma que llegó tanto a San Jerónimo como a Santo Domingo a las 22 horas, y tras superar con nota otra nueva experiencia inevitable pero profesionalmente “predecible”.