El camionero pamplonés Mikel Arguiñena cumplirá este martes 51 años en la zona cero de la DANA que ha arrasado la Comunidad Valenciana. El transportista llegó a Aldaia el sábado animado por una vecina que le pidió ayuda en Arganda del Rey (Madrid), a donde se había trasladado para transportar ayuda recogida por la iniciativa impulsada por Fernando Arizcuren y su mujer Arantza García. “Me dijo que necesitaban muchos vehículos como el mío, un camión pluma, porque su pueblo estaba destruido”, recuerda Mikel en referencia a María Olivar, la vecina de Aldaia que le pidió auxilio, una petición a la que el camionero navarro no se pudo negar.
Mikel, que es padre de una chica y un chico, asegura que no tiene “familia en Valencia, pero he andado mucho con el camión por esta zona, y ver en la televisión que por las zonas que pasaba con el camión estaban destrozadas, me tocó la fibra, el corazón... Y como ahora tengo un camión pluma, pensé que igual podía hacer algún servicio por toda este gente. Así que no lo dudé”.
"El pueblo está destruido"
El camionero llegó el sábado por la tarde a Aldaia. “Está todo patas arriba, el pueblo está destruido”, relata. Desde el domingo, se ha dedicado a retirar coches inutilizados, que se sacan fuera del pueblo y se depositan en campas habilitadas para ello. “Entre el domingo y hoy, y hemos sacado unos 70 coches con mi camión. Me los cargan con carretillas elevadoras, porque es mucho más rápido. Y lo hacen sin miramientos, porque son coches que están destruidos”.
Además de Mikel, hay otros seis o siete camiones trabajando sin parar. “Ya hemos sacado cientos de coches entre todos, pero el día que yo llegué, una persona me dijo que podría haber unos 18.000 coches para chatarra, la mayoría del parque móvil de Aldaia está destrozado, y hay muchos coches en garajes y en parkings subterráneos”.
Mikel asegura que su idea es permanecer en Aldaia hasta el fin de semana. “Mi pareja ya sabe cómo soy, que me apunto a un bombardeo. Mi hija mayor lo lleva peor, me echa de menos”. Hasta entonces, el transportista navarro se aloja en la casa de los padres de la chica que le pidió ayuda. “Me quedó a dormir en su casa con sus padres, su hermano... como si fuera uno más. Porque lo más impactante de todo esto es el compañerismo y la humanidad de la gente. Vienen en oleadas, se bajan de los coches con cepillos y palas y se ponen a currar. Es algo que no había visto en mi vida”, concluye.