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Josep María Esquirol y Víctor Herrero de MiguelFilósofo y poeta

“El mal es fuente de destrucción, es la degeneración mayúscula”

Dialogaron en el Foro Gogoa acerca de ‘La escuela del alma’, el último de los libros publicados por Josep Maria Esquirol

“El mal es fuente de destrucción, es la degeneración mayúscula”Iñaki Porto

Víctor Herrero y Josep María Esquirol, tomando como punto de partida las reflexiones que el filósofo desarrolla en su libro La escuela del alma, nos regalan un diálogo en el que lo esencial de los humanos y la vida está presente y se nos ofrece como una oportunidad para que la vida se desarrolle en simetría e igualdad con los demás.

Voy a dirigir mi primera pregunta a Víctor recordando el inicio de su diálogo. La primera pregunta que hizo Ud. a Josep María fue sobre un párrafo de su libro que hablaba de que “El encuentro con el compañero es solo el inicio de una curvatura intersubjetiva … una inclinación”. ¿Por qué eligió ese tema para iniciar el diálogo? A partir de aquí, podemos establecer un diálogo más informal que el intercambio de preguntas y respuestas.

–Víctor Herrero de Miguel: Lo planteé porque creo que esa frase encierra más de lo que dice; esa inclinación es algo más que el mandato de amar al otro como a ti mismo, es una curvatura que se produce al responder al otro, al tú. La respuesta se convierte en una revelación, una revelación lenta, y llega cuando te das cuenta que no se trata tanto de amar al otro igual que a ti mismo, sino que tú mismo eres sobre todo ese amor al otro.

Josep María, ¿podría resumirnos su respuesta a esa primera pregunta?

–Josep María Esquirol: En general, las éticas contemporáneas hablan de la reciprocidad y de la simetría como rasgos importantes de las relaciones humanas. Una y otra son expresión de la idea de igualdad. Todos estamos en la misma horizontalidad, y, por lo tanto, conviene que las relaciones sociales estén orientadas por la simetría y la justicia en el trato. Obviamente, esto no es nada nuevo. La conocida como regla de oro ya iba en esta dirección: trata a los demás del mismo modo que quieres que te traten a ti. Pero, sin embargo, esto no es todo…

No obstante, parece que tanto la pregunta como su respuesta, miraban hacia algo más profundo, ¿no es así?

–JME: En efecto, no toda interacción con otra persona es una interacción con un tú. Sólo a veces el otro es verdaderamente tú. Entonces, la simetría y la reciprocidad pasan a un segundo plano. Lo que más cuenta es la posibilidad de responder adecuadamente a la solicitud proveniente del rostro del otro. Uno se siente como llamado, siente una responsabilidad, una necesidad de responder. Es como si el rostro del otro dijera algo así como “hazme compañía” y tú puedes responder o no, pero la llamada ya está hecha; la solicitud ya está trazada y, por tanto, hay ahí una asimetría; una asimetría procedente de la hondura que es el rostro del otro.

–VH: Me parece que es uno de los puntos donde tu pensamiento, tu manera de ver la realidad, la vida y habitar la vida laten con más fuerza en el rostro del tú. Me parece que tu respuesta, si es asimétrica, es una respuesta excesiva porque tiene que serlo. Hay ternura, no basta solamente con reconocer, con pedir que no me hagas daño. Lo que yo interpreto es: derróchate en amor, ama más. Mezclamos palabras y vida porque son una y la misma cosa. El mundo es más pequeño que la vida y creo que algo de esto sostienes en tus libros.

–JME: En cierto modo, pensar es como atender a la manera como las cosas se nos manifiestan, se nos muestran. Ahora bien, al prestar atención se advierte que no todo aparece del mismo modo ni con la misma luz. Las “cosas del mundo”, como la mesa, el árbol, el lápiz, etc. aparecen con una luz que no es la misma que la “luz” con la que aparece el tú. Lo que en cierto modo permite afirmar que el tú no forma parte del mundo. El rostro del tú es como una hendidura en el seno del mundo.

¿Podría profundizar esa diferencia entre las cosas del mundo y el tú?

–JME: El cielo aparece como diciendo: contémplame. La bicicleta aparece como diciendo: utilízame. El tú, en el fondo, aparece como una desnudez que pide cuidado y compañía. Otra diferencia: puedo definir las cosas. No puedo definir al tú: se me escapa. En realidad, no es una cosa, no es una finitud, sino una infinitud. Por eso nunca puedes llegar a comprender al tú. Y una última diferencia: el rostro del mundo aparece con más fuerza que el mundo. Sin la presencia del rostro del tú, el mundo se convertiría en un paisaje fantasmagórico. Sin el punto de referencia del tú, literalmente, nos desorientaríamos, es decir, perderíamos el mundo.

–VH: Son muchas las preguntas que surgen en la escuela del alma. Una de ellas tiene que ver con el nivel de atención y qué implica eso en la propia realidad, creo.

–JME: En la escuela del alma se da este movimiento en el que la figura del docente procura cuidar a los demás intentando enseñarles, indicarles algo que les puede nutrir. En la escuela del alma está la maestra o el maestro, los alumnos y el mundo. La maestra intenta hacer señales: “mirad esto; vale la pena, y os ayudará a madurar y emprender un buen camino en la vida. Me gusta mucho esa expresión: “mira, mira”. Cuida a los demás al acercarlos a las cosas bellas del mundo.

–VH: Es muy interesante esto del mira, mira. Es la primera indicación que recibimos de nuestros padres o maestros, y es lo que el niño o niña pronuncia cuando aprende. Significa lo que recibimos y lo que otorgamos cuando descubrimos. Nos lo decimos a nosotros mismos y lo decimos al otro. Hay algo que subrayas en el libro que tiene que ver con este ejercicio de mirar y ponderar con la mirada, de otorgar y descubrir el peso que las cosas y el tú tienen en el mundo, algo que subrayas mucho, que es la forma y su reflexivo, el formarse.

–JME: Lo que ocurre es que cada persona es un inicio; la vida es un inicio continuo y ser humano es haber empezado absolutamente: antes, no éramos. A eso lo llamamos nacimiento, un venir a la vida. Alguien empieza. Alguien absolutamente concreto empieza. Esto significa que hay que relativizar todas las “pertenencias”: sociedad, pueblo, humanidad… Lo concreto es cada persona. Cada persona empieza, y puesto que empieza, puesto que es un inicio, necesita de un buen camino para vivir. Creo que puede leerse el evangelio cristiano en esta clave.

–VH: Volviendo a la forma, has mencionado al Evangelio que creo que está sosteniendo mucho de tu pensamiento, de forma que el que frecuenta el Evangelio y te frecuenta a ti, no frecuenta cosas distintas. En mi opinión, creo que tanto en el pensamiento bíblico como en el pensamiento griego, la idea de la adquisición de forma tiene que ver con la aceptación de límites.

–JME: Encontrar el camino para vivir es equivalente a encontrar la forma. Nos alimentan las buenas formas. Lo que no tiene forma es lo indeterminado, el caos. Nos alimentan las “buenas formas”: los cuentos y las historias, los números y las figuras geométricas, la música y la danza, la mesa servida y el olor de la buena comida… Todo eso son “formas”, que nos alejan del caos perturbador., y hacen madurar en cada uno de nosotros el sí mismo, el reflexivo. Finalmente, quien se alimenta de buenas formas acaba también generando algunas de ellas.

Alguien puede pensar que la vida es un camino fácil en el que solamente podemos contemplar paisajes con buenas formas. ¿Podríamos explorar ese mundo relacionado con el caos que se ha citado y también con el mal?

–VH: En mi opinión, el caos es la no forma y el mal es la destrucción de la forma. Pienso en el lenguaje cuando está habitado por el mal y destruye formas. Cuando hablamos de la necesidad y el apego humano que sentimos hacia adquirir buenas formas tenemos que estar muy atentos a la irrupción del mal y a las formas que destruye.

–JME: El mal es fuente de destrucción, es la degeneración mayúscula. El ser humano es capaz de generar mundo, de crear belleza en el mundo, entendiendo por belleza lo armonioso, la justicia, la buena convivencia. Precisamente, en castellano, tenemos la palabra “inmundo” que significa no mundo. El ser humano es capaz de contribuir a la degeneración. Es un conflicto entre lo que los clásicos llamaban la armonía y lo caótico. En este sentido no se trata de buscar una teoría que lo explique todo porque no la vamos a encontrar. Lo importante es que el bien ocupe más espacio y que el mal vaya retrocediendo. Hacer que retroceda un poco la línea de degeneración ya es mucho. Es posible que nunca llegue el día de la utopía, pero hacer las cosas bien tiene sentido. El mundo va mal, pero ¿y qué?, aquí lo importante es la acción.

–VH: Es lo del medio palmo, ¿no?

–JME: Me gusta esa figura del medio palmo. Hay un texto sapiencial que dice que si fuéramos capaces de que una cosa se desplazara apenas un palmo, todo cambiaría radicalmente, pero ese desplazamiento es muy difícil. A mí se me ocurrió pensar que, si bien no podemos conseguir el palmo, sí podemos conseguir medio. Medio palmo depende de nosotros. He ahí nuestra responsabilidad. El otro medio no depende de nosotros. Tiene un carácter escatológico. A veces, las revoluciones no consisten en movimientos enormes. Hay cambios que parecen poca cosa, pero que pueden ser decisivos. No es lo mismo que una puerta esté cerrada que esté medio abierta.

¿En qué género podríamos encuadrar este libro?

–VH: Me viene a le mente la imagen de una gran librería, en una ciudad grande, y me pregunto: ¿en qué sección ponerlo? y lo visualizo en los estantes de filosofía, pero también en los de poesía, en los de política, en economía, en teología. Una de las cosas que me gusta cuando hablo contigo o leyéndote es que expandes mucho, no contraes, no limitas y ofreces la posibilidad caleidoscópica de que todo se vea desde la angulación que haces en la realidad.

–JME: Nuestro contexto social lleva mucho a compartimentar y a poner etiquetas, pero las etiquetas no siempre son adecuadas. Por ejemplo: no estoy seguro de que una facultad de filosofía deba tener asignaturas. A menudo se fragmenta lo que no debería fragmentarse. La filosofía es un sustantivo que remite a un verbo y lo importante es el verbo. Aquí, el verbo es pensar y pensar es como amar, dos verbos fundamentales de la vida. Evidentemente, el pensar está también presente en la buena literatura.

–VH: Tú dices que en los poetas descubres el pensamiento y yo en tu pensamiento descubro la poesía. Tu manera de cuidar las palabras es una manera poética. Yo creo que todo tu libro lleva a la delicadeza, a esa última parte con esas cinco reiteraciones de la vida espiritual, esos cinco infinitivos: el mirar, el curar, el hacer, el reposar y el decir.

–JME: Lo que intento es detectar los indicios de la madurez humana. Reiteración significa repetición y diría que repetimos lo que tiene sentido. Una de esas reiteraciones es la contemplativa, la capacidad del ser humano de celebrar la belleza del mundo, porque la hay.

Cuando hablamos de belleza, da la sensación de que nos referimos a cosas o hechos excepcionales.

–JME: No es mi caso. Hay cosas cotidianas que pasan inadvertidas, como el saludo. Me admira el hecho de que cuando dos personas se encuentran, se pueden decir algo como “adiós”. Decir “adiós” es una forma de cuidar, algo así como que Dios te guarde. Saludarse es un gesto poético y en ese gesto hay belleza porque hay bondad. En mi opinión, la belleza de las cosas pide contemplación, pero no podemos olvidar que en el mundo hay mucho sufrimiento y el sufrimiento pide cuidado. La belleza pide ser contemplada; pero el sufrimiento pide ser cuidado y consolado. Una es la reiteración contemplativa, la otra es la reiteración médica. Ambas, indicios de madurez.

–VH: Hay una secuencia en lo que dices: contemplar y cuidar, reposar y decir.

–JME: Contemplar, cuidar (al otro), y hacer más mundo (crear más belleza). Después de estas tres reiteraciones está el descansar y el testimoniar. Hay que reposar. El reposo es también indicio de madurez. La vida pide reposo. Incluso los pensamientos deben reposar para poder fructificar. El último movimiento es dar testimonio: quien vive quiere expresar a los demás el misterio maravilloso de la vida.

¿Qué les parece si volvemos la mirada hacia otro aspecto?, la esperanza.

–VH: En este ámbito de pensamiento, deberíamos preguntarnos, en primer lugar ¿qué es esperar?

–JME: El ser humano vive juntando y juntar es reunir, relacionar. Ordenamos nuestras cosas, nos juntamos con los demás, vinculamos las experiencias de nuestra vida… Pero he aquí que el sentido que ya vivimos lo relacionamos con “un poco más de sentido”. Esto es la esperanza: esperanza de sentido.