El último tramo de conversación con Ione Belarra lo dedicamos a dos graves crisis que aquejan al Estado en sendos asuntos cruciales: la cuestión catalana y la crisis de la monarquía, de la mano de Juan Carlos I y del papel que ha ejercido Felipe VI.

Zapatero dijo estar convencido de que había gente pensando en cómo solucionar la situación de Puigdemont como factor para acelerar el diálogo. Usted ya se pronunció en una línea similar hace meses. ¿Con los indultos cristalizados y la mesa de diálogo en marcha, hay ahora mayor conciencia de esta necesidad? Las palabras de Zapatero sonaban a globo sonda€

-Quiero pensar que es en esas tesis del fin de la judicialización y criminalización en las que está también el Partido Socialista. El aprendizaje de estos años ha revelado no solo a la ciudadanía catalana o la navarra o la vasca, sino para el conjunto de nuestro país, cada vez más gente se ha dado cuenta de que avanzar por el camino de la criminalización y la judicialización nos ha llevado a un callejón sin salida.

Pero Pedro Sánchez hizo campaña sobre esos marcos. ¿Ahora es consciente de que sin la parte que representa Carles Puigdemont esto no puede avanzar?

-Yo no puedo hablar por el presidente del Gobierno, faltaría más, pero sí que creo que hemos demostrado con los indultos que el fin de la judicialización es uno de los objetivos de este Gobierno, y que precisamente la mesa de diálogo tiene como uno de sus objetivos terminar con la criminalización. ¿La manera de hacerlo? Esa mesa tiene en su seno a actores muy diferentes y vamos a tener que llegar a un consenso sobre los pasos que se tienen que dar, pero creo que hay una conciencia bastante firme de que por la vía de la criminalización y la judicialización no vamos a ningún lado.

¿El rey emérito, como el turrón, volverá a su casa por Navidad?

-Yo no lo contemplo. Me parece que sería una falta de respeto a la gente de nuestro país y a la democracia, a la gente que todavía tiene la esperanza de que la Justicia sea igual para todos en nuestro país. Creo que sería inconcebible que el rey emérito volviera a Esparña para otra cosa que no fuera rendir cuentas ante la Justicia o también, que creo que sería muy saludable, rendir cuentas en la comisión de investigación que hemos presentado varias veces en el Congreso.

Da la sensación de que en ámbitos socialistas, con una explicación a la sociedad, unas disculpas o explicaciones, darían por encuzada la cuestión.

-Aquí hay dos visiones del tema, y tengo que ser clarísima. En el Gobierno hay dos fuerzas, una que es monárquica y otra que es republicana. Y desde luego, este es uno de los temas en los que el consenso está difícil. Creo que es justo reconocérselo a la gente. Yo hago una reflexión un poco más general, que tiene que ver por ejemplo con los resultados de esa encuesta de medios independientes que muestra que hay una mayoría social en nuestro país que dice que le gustaría elegir la jefatura del Estado de manera democrática. Creo que ese es un horizonte republicano que se va abriendo paso y que sobre todo en las generaciones más jóvenes es absolutamente mayoritario, que implicara también reformas en términos de libertades y derechos sociales aparejadas.

Son una fuerza republicana en el Ejecutivo. ¿Cómo influye esto en las relaciones con el actual jefe del Estado? Parece que a Felipe VI le costaba tener complicidad con este Gobierno.

-Hay una diferencia muy sustancial entre el papel que trataba de representar el rey emérito, con esos guiños permanentes que tenía con el Partido Socialista después de la Transición, y el discurso del 3 de octubre de este rey. ¿Cómo lo veo yo? Creo que ahora mismo hay que distinguir muy bien entre la lealtad institucional y el necesario trabajo en común con el actual jefe del Estado, de nuestras propuestas políticas y de lo que nosotros representamos como fuerza política. La reina Letizia y la ministra de Igualdad, Irene Montero, han asistido juntas a muchísimos actos en materia de violencia machista, porque esa lealtad institucional está y ese trabajo conjunto en lo que nos toca por la ciudadanía está. Eso no significa que renunciemos a ninguno de nuestros objetivos políticos que fijan ese horizonte republicano como un objetivo.