on las tres de la madrugada del 7 de noviembre de 1967. El paso fronterizo entre Zugarramurdi y el pueblo lapurtarra de Senpere está bien iluminado con la luz lechosa de la luna llena. Tres chavales desfilan por un pequeño arbolado en una zona difícil de determinar, no lejos de los caseríos de Idaleku e Irungoborda. Es territorio de contrabandistas. Lo saben los mugalaris, y también la Guardia Civil. Por allí se pasa de todo: velas, grasa, carbón, bicicletas, aceite, vacas. Y con bastante normalidad. Tampoco se va pregonando por ahí, pero quien más quien menos en el pueblo está involucrado -o solo lucrado- y se ve como una actividad inofensiva, que no hace daño a nadie, y que además reporta beneficios para todo el pueblo.

Pero aquella madrugada eran dos parejas de la Guardia Civil, y no una, la que aguardaba a los contrabandistas. Alguien en el pueblo les había dado el chivatazo de que iban a cruzar tres cabecillas. Al llegar al paso, los mugalaris se percatan de la trampa y huyen. La Guardia Civil dispara. Y mata a uno de los contrabandistas, al que le alcanza un tiro por la espalda. Es Miguel María Iturbide, un pastor de 16 años, mugalari ocasional, nada que ver con un cabecilla o jerarca de una organización criminal. La Guardia Civil se había equivocado.

Es la historia real que ha inspirado el libro Miguel María Iturbide: crimen sin castigo, obra del folclorista Xabier Susperregi Gutiérrez (nacido en 1971 en Errenteria pero vecino de Oyarzun desde hace veinte años), que ha reconstruido la historia entre relatos orales, documentación y prensa para aclarar un episodio que ha tenido tantas versiones como habitantes tiene un pueblo. La Guardia Civil justificó lo ocurrido inventándose que había habido un enfrentamiento, que los mugalaris empezaron tirando y que la policía solo se defendió. A partir de ahí, mil hipótesis -se dijo incluso que se había tratado de un enfrentamiento con etarras-, silencio oficial -todavía hoy la Guardia Civil guarda con celo los informes de lo ocurrido- y vergüenza. La de una familia que, además de sufrir el asesinato de uno de sus miembros, tiene que soportar las habladurías y el dolor del: mira, esos son los parientes del que mataron... Es una historia que ya hemos escuchado otras veces, la de un crimen injusto e impune a manos de la autoridad, y cuya publicación coincide en el tiempo cuando Navarra tiene en marcha la comisión que investiga este tipo de sucesos para recogerlos en la ley de abusos policiales de 2019.

"Al final, el libro es casi un homenaje. A la figura de Miguel María Iturbide, del que se han dicho muchas cosas y que cuyo episodio hay que aclarar, o intentar explicar tal y como sucedió", asegura su autor, que presentó el libro el domingo día 7 de noviembre en el Museo de las Brujas de Zugarramurdi.

Xabi Susperregi se topó con la historia de casualidad, en uno de sus viajes a Zugarramurdi para documentar ritos de brujería, que es uno de los temas que más le interesa. En el momento en el que conoció qué pasó con Miguel María Iturbide se encontraba preparando un material didáctico para escolares, pero el caso le llamó mucho la atención.

Le llegó a través de una investigadora local, que tenía algo de información sobre este caso entre un montón de documentación sobre otros temas. "Lo primero que me llamó la atención fue la impunidad con la que se relata el episodio, los disparos, cómo se simula un enfrentamiento en el que la Guardia Civil coloca un arma en la escena del crimen".

Susperregi tuvo que combatir contra tres elementos cuando se puso a elaborar el libro: el peso del rumor popular, el miedo a hablar y la opacidad de las autoridades. "La memoria popular del pueblo estaba en que esto había sido un tiroteo entre miembros de ETA en Iparralde y la Guardia Civil", señala, algo que no tuvo nada que ver con la realidad porque ni Miguel Mari ni las otras dos personas que le acompañaban aquella noche tenían nada que ver. Eran chavales del pueblo, mugalaris ocasionales, sin significación en el pueblo. Simplemente, la tesis de un enfrentamiento de carácter antiterrorista "fue calando con posterioridad y a medida en la que ETA va ocupando espacio en el debate".

Fue al introducirse en el pueblo cuando se percató de que el crimen podía tener otra motivación. A Susperregi le ha costado mucho que el pueblo hablara, que los propios testigos del incidente y otros contrabandistas contaran qué pasó, porque en el pueblo todos se conocen. Pero el autor detalla en el libro la historia de un guardia civil en particular, del que se conocían sus "andanzas en el Sáhara" y que "alardeaba de haber conseguido muchas medallas". Es una vertiente que en el libro aparece bien recogida. Susperregi adelanta un detalle que demuestra que la propia Guardia Civil supo desde el principio que se había equivocado: "A los días llega al pueblo desde Pamplona un alto mando de la Guardia Civil que abofetea a uno de los guardias del pueblo. La Guardia Civil no mata contrabandistas, cuentan que le dijo".

Pero a día de hoy, el caso sigue generando cierto malestar, pese a que ha pasado muchísimo tiempo. Por parte de las autoridades, Susperregi solo ha recabado silencios. "Ni en la Guardia Civil ni en la Policía Nacional de Urdax me dijeron nada sobre este tema", cuenta, al hilo del informe sobre el episodio que pidió y nunca recibió. "La Guardia Civil de Elizondo me dijo que, sin una autorización judicial, no iban a compartir ninguna documentación conmigo". La historia de Miguel María Iturbide sigue siendo incómoda y está oculta. Un patrón que, después, se ha repetido en otros casos como los de Fermín Rodríguez o Mikel Zabalza.

"Al final, el libro es un homenaje, un intento de limpiar el nombre de este chico e intentar que el Ayuntamiento le reconozca a este vecino la verdad de lo ocurrido". Por el camino, Xabi Susperregi se ha topado también con la fuerza del rumor, el miedo a hablar y la opacidad policial, los tres pilares de la impunidad, que, en este crimen, han impedido que haya ningún castigo.