Madrid. El teletrabajo se ha convertido en un remedio recurrente para los padres que tendrán a los hijos en casa las próximas dos semanas tras cerrar los colegios de Madrid por el coronavirus, pero ¿es realmente viable? Para varias familias entrevistadas por Efe, su nueva realidad es, en resumidas cuentas, "un caos".

Bárbara coge el teléfono desde un pequeño parque aledaño a su vivienda. Son más de las seis de la tarde del miércoles, primer día en que ha compaginado el teletrabajo con la presencia en casa de su hija de tres años y medio.

"Estar todo el día en casa es imposible. Aquí hay cinco niños jugando juntos, sabemos que hay que evitar aglomeraciones, pero qué vas a hacer... Los padres sí que estamos todos a dos metros uno del otro", comentaba Bárbara, empleada de una compañía del sector del turismo, tras pasar una jornada "bastante estresante" en su domicilio.

Seguir trabajando "de verdad" mientras se cuida de una niña tan pequeña, alega la madre, "es muy complicado", porque "necesita atención al cien por cien" y tampoco quiere que la solución pase por "enchufarla todo el día delante de la tele".

Desde el lunes contará con la ayuda de su marido, en cuya empresa se ha establecido una rotación de grupos de teletrabajo, y espera que desde entonces las cosas vayan "bastante mejor".

Bárbara es italiana, y explica que, dadas las informaciones que llegan a su casa desde su país de origen, donde el coronavirus llegó antes que a España, su hija tiene "muy asumida" la excepcionalidad de la situación desde hace semanas, y "sabe muy bien lo que es el coronavirus".

"Ellos son los primeros que se han dado cuenta de que esta es una situación excepcional", explica una trabajadora de una multinacional que prefiere no dar su nombre y tiene tres hijos de siete, tres y un año.

Para ella, el miércoles fue "un caos, una locura, muy complicado", y estima que, para cumplir con ocho horas de dedicación al trabajo, tiene que tener el ordenador encendido durante prácticamente el doble de tiempo, debido a las continuas interrupciones que sufre.

Asimismo, apunta que ha sido "una gran suerte" para ella trabajar en "una corporación grande", que reaccionó rápido una vez se ordenó el cierre de los centros educativos madrileños y ha enviado a casa a la mayoría de sus empleados, "la decisión más inteligente que se puede tomar".

Aun así, ahora encara los problemas del día a día, con tres niños que "no tienen autonomía" y a los que, además, es desaconsejable dejar con los abuelos, por ser "un grupo de riesgo" del coronavirus.

Por si fuera poco, "es lógico que al estar más tiempo encerrados en casa se revolucionen más", dado que "también están cansados y están saturados por no cambiar de escenario y no airearse".

En casa de María y Roberto, empleada de banca y periodista, con una hija de once años, los tres han elaborado un calendario de trabajo y ocio para la niña después de explicarle que la suspensión de clases en el colegio no se trata de unas vacaciones.

También que debe entender y respetar las horas de teletrabajo de los padres, uno en la mesa del comedor y otro en el salón, y quienes han acordado no interrumpirse como si cada uno estuviera en su oficina.

La idea básica convenida en este hogar es seguir unas instrucciones elementales: mantener una higiene estricta, permanecer en casa y ver al menor número de personas posible. Al término de la jornada laboral, se permiten un paseo por el parque cercano "para darnos un respiro y caminar un rato".

"Tengo asumido que hay muchas medidas que se están tomando que son chungas, que no gustan a nadie, pero que se tienen que tomar", concluye Bárbara, quien zanja: "Cada uno tendrá que aguantar como pueda".