“No nos quiere ni el virus”, le decía un usuario a Rubén Unanua, director del Centro de Personas Sin Hogar de Trinitarios, después de resultar negativos todos los residentes tras el contagio de varios trabajadores. Lamentablemente, la propia exclusión social y la distancia con el resto de la sociedad que acarrea es la que “les ha librado” de la pandemia. Apenas se han dado contagios entre personas sin hogar. “No han vivido la pandemia como el resto y no tienen sensación de pérdida de derechos, de no haber podido moverse o juntarse. Tampoco la salud (y eso que la mayoría tiene patologías médicas derivadas de vivir en la calle) es su prioridad. Ellos cuentan que lo que más les ha afectado es en vivienda y empleo. Según Unanua, las personas sin hogar normalizan ser discriminadas, incluso maltratadas, y pareciese que no se consideran sujetos de derechos. En el fondo, considera, es una consecuencia de todo el dolor y el daño en la autoestima que conlleva estar en su situación.

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La salud mental Algo en lo que coinciden las entidades sociales es en tener en cuenta la salud mental. “Los problemas de salud mental previos se han agravado y, en gente que no había tenido, aparecen (ansiedad, depresión, trastornos obsesivos compulsivos), los consumos han aumentado”, enumera Carolina Ibáñez, responsable de Acogida de Cáritas.

Más del 50% de las personas atendidas en Cruz Roja respondieron a la encuesta para el Boletín El impacto de la Covid-19 en la población atendida por Cruz Roja a través del Plan Responde que su salud a nivel emocional era mala o había empeorado durante la pandemia, cifra Josune Anocibar, encargada del área de atención a personas en extrema vulnerabilidad. El apoyo telefónico que ofrecen desde su Centro de Contacto va en aumento: “La gente agradece mucho que le des un toque de vez en cuando para paliar esa soledad”.

Sin embargo, contrasta la mayor fuerza que tiene lo presencial y reconoce que están “deseosos” de volver a una atención normalizada cuando la situación sanitaria lo permita, así como talleres y cursos presenciales: “Tiene mucha fuerza conocer a otras personas, ver que no estás solo. Era lo más potente”. Además, Anocibar considera que “la recuperación va a tardar y tiene que haber recursos de protección social y una gestión ágil, porque la necesidad va a estar”.

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Para Amelia Loitegui, responsable del Servicio de Animación Comunitaria de Cáritas, la pandemia ha evidenciado que las redes vecinales son fundamentales: “Aunque no sea muy vistoso, una visita, una llamada o una compra. Muchas parroquias buscaron estrategias para afrontar la gran necesidad que había en los barrios: reparto de alimentos por parte del párroco, de la Dya, de grupos de jóvenes, de los propios beneficiarios. También fue importante el apoyo a las familias con menores para ayudarles con los deberes, para hacer las compras de quienes estaban confinados o estar pendientes de personas solas”.