En la Pamplona de principios de los años noventa del siglo pasado el concepto de industrias creativas y culturales no se había instalado todavía, y el rock & roll, como concepto global de la música moderna en general (rock, pop, blues, reggae, electrónica, hip hop, etc) ni tan siquiera era considerado una disciplina cultural subvencionable y protegible en los programas de acción cultural pública.

Pamplona albergaba una escena musical vigorosa y en plena efervescencia, con multitud de grupos en activo y decenas de bares y espacios al aire libre programando conciertos en unas condiciones técnicas en general bastante lamentables, dado que las infraestructuras culturales dedicadas a la música moderna brillaban por su ausencia.

En aquellos primeros años 90 unos jóvenes amantes de la música en directo emprendieron un proyecto empresarial con grandes dosis de entusiasmo y otras tantas de inconsciencia, empujados por su pasión por la música y por haber detectado una crónica falta de espacios donde ensayar, actuar, reunirse y formarse. El CEIN, Centro Europeo e Innovación de Navarra, vivero de emprendedores, desaconsejó su puesta en marcha. Las cuentas no cuadraban y en aquellos años el valor añadido generado en términos de promoción cultural, formación, retención del talento creativo, habilitación de espacios para la creación, etc. todavía no contaba en las estrategias de crecimiento económico e impulso industrial.

Inauguramos, solo con unas salas de ensayo, Artsaia en septiembre de 1994, con cierta vocación de servicio público, sin apoyo alguno de la administración, endeudándonos y asumiendo que más allá de la rentabilidad económica, podíamos encontrar un modo de vida asociado a una de nuestras pasiones. Y el nuevo premio Príncipe de Viana Tomás Yerro, hombre culto y visionario, aunque probablemente ajeno al rock & roll, defendió el apoyo público para aquel proyecto.

Por eso consideramos necesario publicar estas letras de agradecimiento a un hombre a quien siempre agradeceremos que siendo director general de Cultura del Gobierno de Navarra apoyó incondicionalmente a unos chavales que acababan de abrir el primer centro de locales de ensayo, y muy poco después escuela de música y sala de conciertos, en la Comarca de Pamplona. Tomás Yerro y el equipo al completo del departamento de Cultura vinieron a Artsaia, alucinaron un tanto y nos propusieron firmar un convenio de colaboración Artsaia/Institución Príncipe de Viana, siendo la primera empresa de gestión cultural privada que establecía un convenio de este estilo con la administración pública. Todavía recordamos a Tomás y a sus compañeros de visita escuchando un grupo de blues y compartiendo unos vinitos con una panda de entusiastas rockeros que poco o nada tenían que ver, hasta ese momento, con las políticas culturales de aquella Navarra. Yerro, sin duda un hombre de la cultura, apostó por aquel proyecto y facilitó que numerosos grupos y solistas hoy perfectamente conocidos, y cuya lista sería tan larga que excedería y de largo del espacio de este artículo, pudieran estudiar, tocar en directo, componer música de calidad y tener un espacio en el que desarrollar su talento. Un espacio que con el paso de los años se convertiría en un referente destacadísimo del panorama cultural de Navarra, un vivero de músicos, un escenario con una programación estable y regular de conciertos, una discoteca avanzada en la que escuchar las nuevas músicas, una escuela absolutamente viva y una labor de programación y promoción de eventos culturales que rápidamente desbordó los límites de la empresa y extendió su actividad por toda Navarra.

Artsaia brilló durante 16 años. Hoy, aún muchos añoran la densa actividad que desarrolló, con la música como eje fundamental pero no único, porque las otras disciplinas artísticas siempre estuvieron presentes. Algunos de aquellos jóvenes melenudos hoy venden decenas de miles de entradas. Y Tomás Yerro, con su visión y su decisión, tuvo mucho que ver en la gigantesca explosión que vivimos en aquella época dorada. La historia de Artsaia y su aportación al panorama cultural de Navarra alguna vez se escribirán y analizarán, pero eso es harina de otro costal. De momento, y aparte de congratularnos por un merecido galardón, solo nos queda decir: gracias Tomás. Eskerrik asko y larga vida al rock & roll.

Arturo Cisneros y Mikel Martikorena, en nombre de Artsaia.