CONCIERTO DE LAS MIGAS

Fecha: 19/08/2019. Lugar: Sala Indara. Incidencias: Lleno a rebosar, con mucha gente haciendo cola fuera que, finalmente, se tuvo que ir a casa. Público muy participativo. Las Migas son Carolina La Chispa (voz), Marta Robles (guitarra), Alicia Grillo (guitarra), Carolina Durán (violín) y David Domínguez (percusión).

un día antes de que comenzase oficialmente esta nueva edición del Flamenco On Fire, Las Migas ofrecieron una actuación en la sala Indara. Inicialmente, el concierto iba a haberse celebrado al aire libre (como lo habían hecho en semanas anteriores La Negra & El Panky y Paquete & Los Porrina), pero la amenaza de lluvias hizo que la organización decidiese trasladarlo al interior de la sala. Como consecuencia de ello, fueron muchos los que no pudiera entrar. A la hora de inicio, la cola de gente que esperaba llegaba hasta la calle, pero el aforo ya se había completado. Las Migas se presentaron en quinteto (voz, dos guitarras acústicas, violín y percusión). Arrancaron con una balada aflamencada, pero con la segunda ya cogieron velocidad de rumba y terminaron de enganchar al público, que participó con palmas y bailes durante todos los tramos de la actuación. En el centro del escenario, Carolina La Chispa exhibió su hermosa voz, que utilizó con tino y sentimiento.

Saludaron al público y se mostraron encantadas de visitar Pamplona en esta gira en la que celebran sus quince primeros años como grupo, motivo por el cual repasaron toda su trayectoria, aunque hicieron más hincapié en su último trabajo, Cuatro. Entonaron letras de romances gitanos bien acompasadas por palmas y taconeos. Las guitarras, como las percusiones, ayudaban también a marcar el ritmo, con el violín coronándolo todo con melodías morunas y andalusíes. Contaron con la complicidad del público en algunos estribillos (“calabacita, calabazón, que este bicho lo mató yo”, de Tangos de la repompa, de la época en la que Sìlvia Pérez Cruz todavía estaba en el grupo).

Mostraron un pie bien asentado en la tradición y otro igualmente firme en el pop, por lo que su sonido resultó amable y accesible para oídos profanos al flamenco más purista, recordando en ocasiones (perdón por la comparación, tan odiosa como todas), a La Niña Pastori. Fue el caso, por ejemplo, de Larga vida al loco, pieza que interpretaron con auténtico desgarro. Se agrupó luego el quinteto, con dos de sus miembros a la guitarra (sentadas) y tres a las palmas, de pie (detrás de ellas), para hacer una versión de La Zarzamora a la manera del maestro Sabicas, con la que cosecharon la más larga salva de aplausos de lo que llevábamos de noche.

Después, la violinista, sola en escena, embrujó a la audiencia con misteriosas y elegantes melodías. También cantó, cosa que no había hecho hasta entonces, y descubrió una voz dulce y emocionante. Cuando regresó el resto de integrantes, se marcaron una tremenda versión de Ojos verdes que Carolina La chispa culminó cantando sin micrófono al borde del escenario. Siguieron con la celebérrima La tarara (algunos la cantaban por Camarón, otros lo hacíamos por Antonio Vega). Las Migas aportaron su arte y su personalidad a este poema de Lorca que ha conocido tantas y tantas versiones.

Dedicaron a las mujeres Nos mueve el aire y Con lo bien que yo estaba sola, para la que contaron con una importante colaboración masculina, ni más ni menos que la de Josemi Carmona (que les produjo el álbum Vente conmigo en 2016), una animada pieza de la escuela de Ketama que puso a la sala entera a bailar. En los bises preguntaron al respetable si prefería unas alegrías o una rumba, y ante la diversidad de opiniones tomaron la salomónica decisión de contentar a todos, primero con unas Alegrias de Cádiz y, ya para terminar, con la rumba Gitana hechicera, en la que establecieron un juego de complicidad con el público, que coreaba la palabra Marabú como si le fuese la vida en ello. Con ese ambiente de fiesta, se despidieron definitivamente.