No es un concierto, insisten los organizadores; es un encuentro a la búsqueda de sonidos que parten de objetos cotidianos, o de instrumentos convencionales sometidos a extremos sonoros, y a contaminaciones vocales y escénicas, que alargan sus vidas más allá de las notas. Este festival After Cage se empeña en involucrar al público en el espectáculo: no basta la mirada, la audición y el aplauso. Lo pasea por los rincones del teatro, hace que se asome a espacios diminutos, y le interpela hasta hacerle caer en la incomodidad -por la cercanía, por la ridiculez de algunos movimientos- en algunos momentos. El público, no obstante, responde bien. Obedece, escucha, ve y padece; pero, por lo menos, en esta ocasión, sobre todo disfruta, porque el fondo del asunto -con la música de John Cage de protagonista- es bastante lúdico. Eso sí, yo, al menos, con lo que más he disfrutado ha sido con las extraordinarias versiones musicales, independientemente de todo el peregrinaje de escenarios, que, por otra parte, también aportan un ambiente distinto.

Queda un poco dispersa, sin que nos produzca la impresión un tanto caótica que se pretende, la Con-versación para trombón, oboe y percusión de Eslava. Sin embargo, las Situaciones de Sarhan, nos llevan de una camerística percusión mística, en el último piso del teatro; al dúo de percusionistas: novedosa percusión de la marimba con los dedos y los arcos de cuerda; contrastada y acompañada por diversos timbres de crótalos, etc.. El detalle del Toy-piano -un instrumento en sí mismo, no un juguete- escuchado en el ascensor, es una delicada sorpresa. Y, el punto álgido, a mi juicio, de esta rocambolesca función, está en el solo de trombón, y en el dúo trombón-oboe. Antonio Jiménez se luce en la asimilación que hace, tanto instrumental como vocalmente, de Solo for Sliding Trombone de Cage: es un verdadero ejercicio de mestizaje voz-trombón, que requiere virtuosismo y también, creer en este tipo de obras que, aunque no absolutamente innovadoras, sí lo son para nosotros porque apenas se interpretan. El mismo trombonista, con la oboe Pilar Fontalba, afrontan el diálogo de Globokar como un reto de amor-odio entre ambos, con los instrumentos, las aportaciones vocales y los movimientos y posición de ambos: el resultado es verdaderamente potente, comprensible, muy bien entendido por el público.

Antes de subir al escenario convencional del teatro, en la sala, un intimista preludio de Chopin, con la pianista casi invisible, invita a entrar en su intimidad: esta realización de cierto estriptis, no se entiende muy bien.

Y ya en el escenario -y con la implicación del público-, los intérpretes del Ensemble e7.2 hacen una muy curiosa y novedosa versión de Him & Ei de Carola Bauckholt, cuyas obras se caracterizan por abordar el sonido con lo más cotidiano; aquí, simplemente, con la ropa que se lleva puesta: su rozamiento, diversos golpes, las cremalleras? Sorprendente en su simplicidad. Resumen: estas jornadas podrán gustar o no, pero, desde luego, no aburren.