Olite - Una máxima conocida en el mundo del teatro reza que, cuando una representación resulta exitosa, es gracias a los actores; sin embargo, cuando no es así, la culpa recae únicamente en el director. Así pues, si aproba“Nada es más divertido que la infelicidad, te lo aseguro. Sí, sí, es la cosa más cómica del mundo”, es una de las conocidas frases del autor irlandés. Y esta cita, que puede pecar de demasiado humor negro, se hace real en los parlamentos de Esperando a Godot, un texto de corte existencialista, carente de trama y rebosante de humor.

No hay mejor resumen de la obra que el propio título: la espera a Godot, personaje misterioso que nunca llega. O, al menos, no en los dos días que transcurren en la ficción. En vez de eso, Vladimir (Alberto Jiménez) y Estragón (Pepe Viyuela), los dos extraños amigos que están esperando, se encuentran con Pozzo (Fernando Albizu) y Lucky (Juan Diaz), otro par de personajes extravagantes que tienen una relación de amo y esclavo, y con el muchacho (Jesús Lavi), que es el mensajero que les confirma que Godot no va a llegar.

Quién es Godot no lo saben ni los espectadores ni los personajes que lo esperan en un paisaje desértico, decorado en la puesta de escena de Simón con un árbol y una vía de tren. Pero no es lo importante que sepamos quién es el personaje que da nombre a la obra. No está ahí el quid de la historia, sino en la espera, la absurda espera de los personajes, y en la ternura, el dolor y la risa que transmiten sus diálogos, siempre y cuando la representación se lleve a cabo con maestría. Cosa que los actores de esta representación llevan a cabo con éxito, a juzgar por la buena crítica y la venta de todas las localidades para la representación de esta noche.

Unas entradas agotadas que no son novedad para el escenario de La Cava, que completó el aforo ayer con Andanzas y entremeses de Juan Rana, lo ha completado también mañana y el domingo con A vueltas con Lorca y La Celestina. Quedan aún entradas para las obras del ciclo de Poética Teatral y Lázaro.