a marquesa de Santa Cruz, nunca hubiera imaginado que se iba a convertir en uno de los personajes más mediáticos de la historia del arte. El retrato que Goya realizó en 1805 a Joaquina Téllez-Girón -Marquesa de Santa Cruz tras su matrimonio con José Silva-Bazán, Marqués de Santa Cruz y primer director del Museo del Prado- tiene un recorrido fascinante. Durante años, el lienzo estuvo desaparecido y generó la curiosa leyenda -que muchos coinciden que fue una realidad- de que tras la Guerra Civil Franco quiso adquirirlo para regalárselo a Adolf Hitler.

La marquesa de Santa Cruz permanece en el Museo del Prado desde 1986, a excepción de alguna prestación como la que hizo el museo madrileño en octubre de 2008 al Bellas Artes de Bilbao con motivo del centenario de la pinacoteca vasca. Ahora regresa de nuevo a Bilbao en el marco de la exposición Obras maestras de la colección Valdés, que el Bellas Artes abrirá al público el día 7, con el patrocinio de BBK. La extraordinaria pintura de Goya fue una de las importantes adquisiciones del empresario Félix Fernández Valdés Izaguirre (Bilbao, 1895-1976), que lo mantuvo expuesto en su piso de la Gran Vía hasta su muerte, junto a numerosos cuadros que adquirió a lo largo de su vida y que conformaron una de las colecciones privadas más importantes de las últimas décadas. La exposición reunirá en la sala BBK del museo un total de 82 obras de las casi 400 fabulosas piezas que el propio Félix Valdés compró en su momento.

Goya ya había retratado a la Marquesa de Santa Cruz con sus padres y hermanos cuando tan solo era una niña. En este retrato, considerado como uno de los más sensuales realizados por el artista, la aristócrata contaba con veintiún años de edad. Goya la presenta recostada sobre un diván forrado de terciopelo rojo, vestida con un traje de tirantes blanco y talle alto, de estilo imperio, luciendo un generoso escote y chapines rosas. Sobre la cabeza lleva una corona de hojas de roble y sus frutos, y en la mano, una lira, como si fuera una musa de la poesía lírica en referencia a sus aficiones artísticas, que cultivó desde niña. Se distingue en la lira el aspa de cuatro cabezas, símbolo de los Santa Cruz.

Fue precisamente este aspa de cuatro cabezas la que ha originado lo que para unos es una leyenda y para otros, una realidad. Tras la Guerra Civil española tuvo lugar una de las peripecias más oscuras de esta obra ya que, según dicen, para Franco este aspa no era otra cosa que una cruz gamada, por lo que quiso regalarle el cuadro a Hitler para que incrementara los fondos de la gran pinacoteca que el Führer planeaba crear en la ciudad austriaca de Linz.

Era 1941 y entonces el cuadro estaba en Londres. Hubo quienes aseguraron que Franco llegó a adquirirlo e incluso dicen que vieron el lienzo en alguna dependencia del Pardo, pero lo cierto es que el Führer nunca recibió el presente.

De lo que sí hay pruebas documentadas es de que La marquesa de Santa Cruz fue adquirida cuatro años más tarde por Félix Valdés. No consta quién fue el vendedor, pero sí el precio de la adquisición: 1.600.000 pesetas. A principios de 1980, la colección se desmembró entre diversos herederos y el cuadro fue vendido. Se dijo que en 1983 la pintura fue llevada desde Mallorca al extranjero por mar. Pasó a Suiza y fue adquirida por un noble inglés, Lord Wimborne, quien decidió subastarla en Londres en 1986.

Al anunciarse la venta, el Gobierno español interpuso una demanda alegando que había sido exportada ilegalmente. El litigio concluyó con la suspensión de la subasta y la recuperación del cuadro, que se adscribió al Prado, aunque se tuvo que indemnizar a Lord Wimborne con el precio estimado de unos 600 millones de pesetas de la época, ya que se decidió que él desconocía el origen dudoso de la obra. Existe otra versión de este cuadro en Los Ángeles County Museum, no aceptada como obra de Goya.

El Bellas Artes abrirá el día 7 una exposición con las obras maestras adquiridas por el bilbaíno Félix Valdés, entre ellas este cuadro de Goya

Tras la muerte del empresario bilbaíno, se vendió. Estuvo desaparecido durante años y desde 1986 permanece en el Museo del Prado