Intérpretes: Aritz García de Albéniz, trompa. Carlos Gomis e Ibai Izquierdo, trompetas. Santiago Blanco y Mikel Arkauz, trombones. Programa: obras de Tylmn Susato (ca. 1510-1570), Danserye. Koldo Pastor (1947), Tres canciones vascas. Manuel Oltra (1922-2015) tres canciones del cancionero de amor de Lorca. L. Bernstein, suite de West Side Story. Programación: Fundación Caja Navarra, Fundación Baluarte, Orquesta Sinfónica de Navarra. Lugar: Civican. Fecha: 11 de marzo de 2020. Público: media entrada (gratis).

n el ciclo tan interesante del Civican -que nos está ofreciendo la orquesta por familias- le toca el turno a los metales; esos dorados o plateados instrumentos que le dan empuje hacia lo brillante. Las incisivas trompetas; la redondeada -en forma y sonido- trompa, que hace de elemento neutro y calmo en los cambios armónicos y de tonalidades en las sinfonías; y los trombones de varas, que a los profanos nos parecen un poco milagrosos, porque dan las notas -afinadísimas-, solo, con un resbalón. El quinteto de viento-metal de la Sinfónica de Navarra ha dado un concierto muy agradable y entretenido. El fulgor de los cobres y su sonoridad enganchan enseguida. Su programa se ha basado en elevar a ese tono brillante -con preciosos tramos recogidos-, diversos compositores que han basado sus obras en acerbo popular; de aquí, y de lejos; de épocas pasadas, e incluyendo dos estrenos. En general, el ensemble brindó, durante toda la soiree, un sonido muy empastado y cuidado; siempre en unas dinámicas -o sea de grados de intensidad-, y volumen muy controlados; algo fundamental en estos instrumentos que, por razones obvias, tienden a expandirse. Primó el sonido bonito. Desde luego nada de heavy metal; más bien, ligero; vamos que nunca se hizo aturdidor ni pesado. Incluso, me atrevería a decir, que las cinco danzas del renacentista Tylman Susato -sobre todo la Mourisque y la Basse Danse-, hubieran admitido un sonido un poco más agreste, más abierto, algo hojalatado (con perdón). Muy hermosas, en todo caso, las cinco piezas del editor de Amberes, con tramos recogidos -Bransle- y bien matizados en la repetición en piano; el solo magnífico de trompa -Ronde-; y los fundamentales graves de Mon Amy. La aportación de Koldo Pastor -tres canciones vascas, estreno- al concierto, fue un divertimento francamente logrado, de traslado a la tímbrica del conjunto de temas tan conocidos como el Horra or Goiko, o diversas canciones de ronda. De dificultad técnica para los ejecutantes, para el oyente, la obra resulta entretenida y reveladora; sobresalen los temas y se esconden en juegos y texturas -con y sin sordina en trompetas-, que los enriquecen, los retuercen, sin perder entidad. Al contrario, el solo de trompeta de Aritz Acarrean -muy bien cantado-, se asienta en una, muy lograda, sonoridad de órgano Cabaille-Coll, así fue el empaste del metal grave sobre el que se asienta todo. Las tres canciones de amor sobre textos de Lorca, del valenciano Oltra, estuvieron en el aura sutil y poética que las conviene. Compuestas para coro, toma la trompeta -a veces con esa textura de sordina tan de Falla-, la voz de soprano en Madrigalillo: limpia la versión. En Eco -(€Ya se ha abierto la flor de la aurora€)- el ensemble abre y cierra el sonido en regulador -bien hecho- onomatopéyico. Y, en Preludio (€Las alamedas se van pero nos dejan el viento€) se lucen, también, las varas. Partituras tranquilas, algo melancólicas, pero no tristes. Terminó la velada con una suite de West Side Story de Bernstein: casi una obra de obligado cumplimiento para estos orgánicos. Luminosa, extravertida, bailable -tanto suelto, como agarrado, en esas cálidas baladas-, cumplió las expectativas. Fuertes y agradecidos aplausos, también para Koldo Pastor, que estaba en la sala. De propina un no menos entretenido Cuco, canción italo-suiza. Hubo media entrada, en un ciclo que se suele llenar. Se empieza a notar el maldito coronavirus.