Puede parecer una contradicción, pero desde los excelentes pintores de batallas, hasta la literatura clásica, pasando por el cine bélico, el arte se ha ocupado de la guerra, bien para incidir en su crueldad, bien para buscar la belleza, en todos los sentidos, de sus héroes. El coreógrafo Antonio Ruz también se apunta a esta aparente contradicción y nos presenta un magnífico espectáculo de danza que muestra la violencia del acontecimiento, pero, también, la compasión y reconciliación. A través de una escenografía muy potente, con un cúpula que comienza siendo dunas y mar y que se transforma en un espacio transparente donde se desarrolla toda la acción, se desarrolla una coreografía muy bailada, con gran protagonismo de todo el cuerpo de baile, que atiende muy bien la simetría y la disciplina –estética indispensable de lo militar-, y que contrasta con el cuerpo a cuerpo de los pasos a dos, e, incluso, de todo el conjunto, para formar esos tan característicos frisos clásicos que representan batallas y que admiramos en monumentos y museos. Ruz se apoya en el poema Farsalia, en diez cantos, de Lucano, (Corduba-Bética 39 – Roma 65), nieto de Séneca, sobre la guerra civil entre Julio César y Cneo Pompeyo Magno. Suena de fondo, el recitado en latín de los textos, con los personajes protagonistas: Catón, Bruto, Marcia, el César, Cornelia, Julia, Femonde, Sexto, Ericto y Pompeyo. Este guiño al latín, se agradece en estos tiempos de cancelación de las lenguas clásicas.

El primer paso a dos es arriesgado, quizás algo titubeante en la elevación de la bailarina, que, desde luego, logra expectación en la sala. A partir de ahí, cobra protagonismo la cúpula transparente que va a acotar todo el desarrollo y a mostrarlo mucho más enriquecido y ordenado que si transcurriera fuera. Es un buen criterio situarlo todo en esa atmósfera agobiante que condiciona a los bailarines. Así se consigue que la atmósfera aplastante de la batalla, con sus estallidos y fogonazos no tenga escapatoria. Y, en ese espacio, han de reptar por el suelo, unirse y expandirse los cuerpos, recuperar la formación, o sea, la simetría; forzar el cuerpo a cuerpo, y, finalmente, amontonar cadáveres. Todo es de una plástica clara, bien planificada, dosificada y danzada. Con hallazgos de pasos muy logrados, como el de todo el cuerpo de baile desplomándose desde la media altura. Brilla un solo de bailarina bastante violento y que muestra cierta desesperación. Y, de nuevo un dúo muy bello, más compenetrado, fluido y amable que el que abría la obra.

Todo queda, al final, bajo una misma bandera. Porque se puede luchar contra enemigos extraños, pero lo último es una guerra civil. En esta función todos sentimos esa extrañeza de la belleza de la guerra. Marco Aurelio dice que el arte de vivir se parece más a la guerra que a la danza. Sin embargo la guerra es espectacular, y la danza un espectáculo, cita el propio coreógrafo.

Pharsalia

Compañía: Antonio Ruz. Dirección y coreografía: A. Ruz. Escenografía y vestuario: Alejandro Andujar. Música: Aire. Luz: Olga García. Lugar: Museo de la Universidad de Navarra. Fecha: 14 de octubre de 2022. Público: casi lleno el patio de butacas (24 y 26 euros).