La periodista y escritora argentina Mariana Enríquez, que acaba de publicar Un lugar soleado para gente sombría, un libro de cuentos llenos de fantasmas en un sentido amplio, considera que "desde los años 70, con Stephen King, el terror se convirtió en un género realista".

En una entrevista, Enríquez, que estará el lunes 11 de marzo en la Biblioteca de Navarra, argumenta que "Stephen King supo entender que el terror ya no venía del espacio exterior o del trastornado social, como pasaba con Horacio Quiroga o con R.L. Stevenson, o con la literatura de extraterrestres, sino que el miedo estaba en una escuela con una chica a la que hacen bullying y que con el poder de su mente acababa con sus agresores".

En los doce cuentos de Un lugar soleado para gente sombría (Anagrama), Enríquez escribe sobre el mal que acecha y los monstruos que surgen de pronto en la realidad más cotidiana, en grandes urbes como Buenos Aires o Los Ángeles o en pequeños pueblos recónditos.

Además de Stephen King, en el libro aparece también la influencia de Thomas Ligotti, reconoce, "un escritor de terror, que destila un miedo tipo Black Mirror, que te hace sentir en un lugar desconocido y que entró en la cultura popular gracias a True Detective, donde muchos diálogos fueron extraídos de la obra de Ligotti".

La metamorfosis

En el contexto actual de amenazas climáticas en el planeta, está ganando espacio el denominado "ecoterror", reconoce Enríquez, que, sin embargo, no le interesa demasiado, pero que está detrás de la proliferación de distopías en la ficción y su consumo masivo en las series de televisión.

"El terror que escribía cuando era muy joven nada tiene que ver con el que hago ahora, porque a los 50 años aparecen cada vez más miedos, entre ellos la menopausia", señala la autora, que recoge esos nuevos miedos personales en el relato La metamorfosis.

La pandemia sale en algún cuento, pero todos los relatos fueron escritos en el verano de 2023, "en medio de una ola de calor espantosa que duró un mes".

Hablando de fantasmas y miedos en un país como Argentina la conversación lleva a la dictadura, sus desaparecidos, convertidos en una suerte de fantasmas en el primer cuento del volumen, Mis muertos tristes, y finalmente al presidente Milei.

"Milei no es un marciano, había unas condiciones de hartazgo de la población muy peligrosas que la política no supo contener ni quiso verlo y eso dio lugar a que la gente tomara la decisión maximalista", señala Enríquez, para quien "no se pueden simplificar las consecuencias para todos los votantes, que acabaron eligiendo un extremo". La propia escritora reconoce que ella no sentía "esa desesperación que tenía la gente" con los gobernantes precedentes, con los que tampoco estaba de acuerdo.

En su opinión, la sociedad actual tiene "un problema con la verdad y la realidad, y las grandes narraciones de terror, como El proceso de Kafka, tienen que ver con que las cosas no son lo que parecen, y ahí se abre una quiebra en la realidad".

Precisamente, Enríquez atribuye el éxito del género del true crime a que se trata de "un intento individual y racional de llegar a la verdad", como en el relato basado en la historia real de una chica desaparecida en un hotel de Los Ángeles, investigado por una periodista, cuyas espeluznantes imágenes recorrieron internet.

Otros miedos atraviesan los cuentos, como el miedo al pasado, en un país en el que los desaparecidos continuaron incluso después de finalizar la dictadura, o el miedo a la enfermedad o el envejecimiento.

"Nuestras conversaciones han pasado de tratar sobre películas, lugares para tomar algo, comida o política, a hablar sobre pruebas médicas, operaciones"; y eso también lo trata en algunos cuentos.