La película que protagoniza Eduard Fernández se ha convertido en un fenómeno y ha dado a su jefa de maquillaje, la navarra afincada en Barcelona Karol Tornaria, un Premi Gaudí y su primera candidatura a los Premios Goya, cuya gala tendrá lugar el sábado 8 de febrero en Granada.
Primera nominación a los Goya, ¿cómo la vivió?
–La verdad es que estaba trabajando y vino una compañera y me lo dijo. Pero con mucha, mucha alegría. En el fondo, El 47 es una peli que tenía puntos porque es época y siempre suele coincidir que estos proyectos son nominados, pero, bueno, también he hecho cosas muy bonitas de maquillaje y no me había pasado.
¿Esta película tiene algo de especial dentro de su trayectoria?
–Bueno, en principio era una peli pequeña que podía haberse quedado como una cosa muy, muy de Barcelona, porque es una historia muy concreta de la ciudad. Y la verdad es que se ha creado, no sé, algo mágico. Recuerdo que cuando se estrenó en Pamplona la gente aplaudió mucho. Poco a poco, la gente se ha ido implicando, identificando con la historia y la película ha generado un movimiento muy bonito alrededor.
Ha coincidido varias veces con Eduard Fernández, ¿cómo es trabajar con él?
–Sí, con Eduard había trabajado en 2005 en Ficción, Cesc Gay, y luego en Truman y en Historias para no contar, las dos también del mismo director. Más tarde volvimos a coincidir en una miniserie sobre la vida de Pere Casaldàliga, un misionero catalán que estuvo en Brasil, y allí estuvimos casi tres meses. La verdad es que tenemos una buena relación muy buena de compañeros, de amigos, de charlar sobre cine, sobre los looks... Trabajar con Edu se me hace muy fácil, sí.
En ‘El 47’, él la pidió directamente.
–Sí, él me pidió. Había que trabajar con mucha posticería y demás y eso siempre es un hándicap, así que, como me conoce y en este caso había mucho trabajo que hacer, pues me quiso a mí. Y Marcel Barrena, el director, lo aceptó, así que genial. ¡Y mira hasta dónde hemos llegado!
Ha trabajado en muchos proyectos, ¿la relación entre la persona que se encarga de maquillaje y peluquería, con los actores, tiene que ser de cierta complicidad, no?
–Sí. El contacto es súper estrecho. Hay que tener en cuenta que invadimos el espacio del otro y trabajamos a escasos 10 centrímetros de su cara. Ya solamente por sí misma, esa cercanía hace que se establezca una relación. Además, las personas del equipo de maquillaje somos como el espejo de los actores. Ellos solo se ven en el momento en que les maquillas, pero luego, durante todo el rodaje no. Ahí nosotras somos su referencia y para eso hay que tener una cierta confianza, porque cada que vas a retocarle, aunque interrumpas su proceso o su concentración e invadas su espacio, ellos saben que es importante y necesario. Y es que desde el minuto cero creamos los personajes en conjunto.
Se habrá encontrado con todo tipo de actores, algunos quizá no llevan tan bien esa ‘invasión’ del espacio o esa relación con maquillaje.
–Siempre se establece una relación, puede que sea simplemente laboral o pase a ser amistad. De todos modos, yo diría que en el 99% casos todos nos entendemos como personas. A veces pensamos que los actores no se comportan como cualquiera de nosotros porque estamos acostumbrados a verles en las alfombras rojas y rodeados de glamour, pero, al final, son personas haciendo personajes. Y trabajar con ellos es más fácil de lo que parece.
¿Cómo se inició en este mundo del cine?
–Pues por casualidad. Tenía intención de hacer arquitectura o algo parecido, porque me gustaban mucho hacer cosas artísticas. Yo había hecho dibujo técnico, en esos tiempos no había un bachillerato artístico, y el caso es que no sé cómo acabé en una escuela de maquillaje en Barcelona. Estudié dos años y las cosas fueron muy rodadas. Empecé a hacer publicidad con un peluquero que me llamó y a partir de ahí conocí a una maquilladora que iba a hacer un corto, que es donde solemos trabajar las personas empezamos, porque no hay dinero, pero estos proyectos sirven para conocer a alguien más. Y si lo haces bien, pues acabas teniendo una red de contactos y pasando de un proyecto a otro. Pasito a pasito y día a día.
"A veces pensamos que los actores no se comportan como cualquiera porque estamos acostumbrados a verles en las alfombras rojas, pero solo son personas haciendo personajes. Y trabajar con ellos es más fácil de lo que parece"
¿Cuál fue su primer largometraje?
–Como jefa de maquillaje, fue en 2002 con En la puta vida, de la directora uruguaya Beatriz Flores Silva. Es la película más vista en Uruguay todavía a día de hoy. Ese fue mi primer largo como jefa, pero en cine empecé en el 96 y para entonces ya había hecho varios trabajos en la Fantastic Factory, en Barcelona; Fausto, el amor de los condenados, y otros. Como ayudante también hice La mala educación, de Pedro Almodóvar, y Volverás, de Antonio Chavarrías, pero ahora ya llevo muchos años de jefa de maquillaje.
¿Y tiene alguna película o películas hacia la que guarde un cariño especial?
–Pues estoy muy orgullosa del trabajo que hice en El practicante, de Carles Torras. Partíamos de un hándicap, y es que al personaje de Mario Casas había que raparle todas las entradas, y creo que mi trabajo quedó especialmente bien. También me gustó mucho el que hice en Volverás con Unax Ugalde y Tristán Ulloa. Y he hecho series muy bonitas como la de Mariano Barroso, El día de mañana, que era bastante complicada porque hay muchos saltos en el tiempo. No quiero dejarme la película Nowhere, de Albert Pintó, que también tenía la dificultad añadida de que todo sucedía en un contenedor y él es un amor... En general estoy muy satisfecha con mi trabajo, en algunos casos por el proyecto en sí y, en otros, por las amistades maravillosas que he hecho. De todos te llevas algo. Fíjate que en 2001 hice El lápiz del carpintero de ayudante y mis mejores amigas de vida las conocí ahí.
Nunca sabes qué proyecto te va a sorprender.
–Tal cual. Hay veces que tienes muchísimas ganas de hacer una peli en concreto, pero no te llaman, y al final haces otra y te das cuenta de que esta era la indicada para ti. Yo soy muy de creer en esas cosas, en el destino.
¿Tiene maestras o maestros, alguna influencia?
–Pues he tenido mucha suerte, he trabajado con Ana Lozano o con Antonio Paniza, que tiene 70 años y 50 de profesión y ganó el Goya por La flor de mi secreto.
¿Y qué le resulta más difícil, dar a un personaje un aspecto totalmente natural o las películas de terror o fantásticas?
–Encontrar look siempre es difícil porque hay que darle verdad a todo, pero es verdad que, técnicamente, cuando tienes heridas, tienes posticería o envejecimientos es más difícil.
¿En qué proyecto trabaja ahora?
–Pues más adelante haré un thriller en Barcelona. También doy clases de posticería, de maquillaje y un poco todo lo que puedo.
Pero no ha trabajado en Navarra.
–Ya. Yo estudié en el instituto de la plaza la Cruz. Soy de la Ultzama, pero desde los 14 años viví en la Chantrea, donde mis padres tenían un piso. Hasta los 20, cuando me fui. De todos modos, vengo constantemente al pueblo. Mis hijos han pasado todos los veranos en Auza o en Muruarte de Reta, que es de donde es mi marido. La relación con Navarra es permanente. Claro, cuando yo me marché aquí no había ninguna industria audiovisual y mucha gente no me relaciona con Navarra. No tengo contactos profesionales aquí, pero me encantaría venir a rodar. Estuve llevando a los figurantes en la serie de vampiros que se hizo en Olite, pero nada más.
Cuando recogió su Gaudí, dedicó el premio a sus hijos con unas palabras en euskera.
–Es que yo soy euskadunzaharra. Tenemos un buen popurrí de idiomas en casa. Yo con ellos solo hablo en euskera, cuando eran pequeños aprendieron catalán y mi marido les habla en castellano. Pero sí, tengo claro que mi cultura es la vasca.