"Siento que es el destino el que me ha traído al Valle de Salazar"
La mexicana Catalina Guzmán Bremer ha presentado en Pamplona la novela 'Bajo la sombra', primera de la trilogía 'Vestigios'
Después de Baztan, Salazar. La mexicana Catalina Guzmán Bremerno conocía el Pirineo hasta hace pocos años. Tampoco era novelista. No había pasado de los cuentos en la infancia, de los poemas en la adolescencia y de los textos reflexivos e íntimos para consumo propio. Pero, durante la pandemia, una noche le sobrevino una idea que no podía quitarse de la cabeza y que se puso a desarrollar de manera casi obsesiva. Y cuando investigó para dar con el lugar donde ubicar la historia, descubrió los valles prepirenaicos y pirenaicos del territorio foral y sus arraigadas costumbres, su mitología, la importancia de la casa familiar, los ritos de paso... Era “el sitio perfecto”. Así nació Uxin, compendio de varias localidades del Valle de Salazar y escenario de los desvelos de Eva, una joven madre soltera que deberá enfrentarse a fuerzas que no entiende y decidir si quiere vender su mente o su alma.
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La escritora de Monterrey ha presentado Bajo la sombra en el hotel La Perla de Pamplona en compañía de Fernando Hualde, que le ha servido de guía en su recorrido por el territorio salacenco.
Lo primero, ¿qué hace una mexicana ubicando una historia en el Valle de Salazar de Navarra?
–Pues ahora ya siento que ha sido el destino. Durante una noche de pandemia, me vino una visión del final de una historia, como una película. Esa misma noche escribí toda la escaleta. Para el principio, pensé en Eva viajando hacia un pueblo, pero no sabía en qué parte de España situarlo. Tenía claro que necesitaba todos esos elementos que tienen que ver con la curva de mi personaje principal; es decir, neblina, una leyenda como la de la quema de brujas, un bosque inmenso, que simboliza lo desconocido... Yo no conocía el Pirineo navarro, pero, al documentarme, me di cuenta de que justo ahí se daban todos estos ingredientes. Lo visité y ahora siento que era el destino. Porque no es que yo eligiera el Pirineo, es que creo que él me eligió a mí para contar esta historia.
¿Cuándo visitó la zona por primera vez?
–Creo que fue en 2020 o 2021. Tenía que venir a España a firmar una documentación y aproveché para contactar con una agencia, que me buscó las zonas de Navarra que encajaban con el listado de elementos que me hacían falta y me organizó un tour. Esa primera vez me guió Elo, y me di cuenta de que la casa de los abuelos de Eva se parece mucho al Señorío de Bertiz, que está en Baztan, pero no me importó porque la pareja real que compró esa propiedad tiene similitudes con la historia de Vicente y Amelia. A mi regreso a México ya había decidido ubicar la historia en el Pirineo navarro y me puse a indagar. Vi películas, documentales, leí todo lo que pude, y, en una de esas, escribí al Museo de la Almadía preguntando si alguien podía revisar lo que había leído. Pasaron dos meses y no me contestaban, cuando, un día, me contactó Fernando Hualde y me dijo que él iba a ser mi referencia y que preguntara sin miedo. Esa frase no se me va a olvidar nunca. Durante este tiempo, le he hecho miles de preguntas que ha respondido con mucha paciencia y generosidad. De hecho, ha sido mi compañero de gira desde Madrid hasta Ochagavía y hemos hecho presentaciones y entrevistas juntos. Es que, sin buscarlo, todo se ha ido acomodando para que pudiera tener al mejor historiador para mi novela. Con Medialuna pasó algo parecido. Yo no estaba buscando editorial, pero nos encontramos por una cosa de la casualidad o del destino.
¿Conoce los libros de Dolores Redondo?
–Vi las películas, ni siquiera sabía que era una trilogía ni dónde estaba Baztan. Son historias policíacas maravillosas y, por respeto, no quería utilizar los elementos con los que ella cubre todo. Así que me enfoqué en otras tradiciones que ella no menciona, al menos en las películas.
¿No se apoya tanto en la mitología como en las costumbres?
–Bueno... En la segunda y en la tercera saldrán figuras mitológicas como las lamias, se explicará de dónde viene la palabra Pirineo... Todo irá encajando con Eva y sus emociones.
¿Le gustaría generar un fenómeno turístico como el que Redondo provocó en Baztan?
–Eso sería para mí... Yo quiero que la gente se enamore de esta zona. Parte de lo que me atrajo y de lo que me hacía falta era el aislamiento, porque mis personajes se sienten así, aislados. Por eso la casa de los abuelos no está en el mismo pueblo, es la ‘casa de lejos’. Todas estas cuestiones simbólicas son una extensión de Eva, y Uxin es un personaje más, igual que las sombras. Mi sueño sería que con esta historia se hiciera una serie, porque, realmente, yo soy visual, no me consideraba novelista y escribí las imágenes que vi. Es que yo ya tengo en mi mente hasta las tomas y la música.
"Mientras no te dejes llevar por el miedo y la sugestión, creo que hay que mantener la mente abierta a la posibilidad de que hay cosas invisibles para las que no tenemos explicación"
Uxin, el nombre del pueblo que ha inventado para la trilogía, es una palabra propia de la zona que viene a significar nieve con aire.
–Fernando (Hualde) me ayudó a elegirlo. Durante la segunda visita que hice a la zona, vine con mi hija y nos enseñó Casa Koleto. Esos días, los vecinos del valle me recibieron con mucho cariño, me regalaron un libro con fotos antiguas y me invitaron a una comunidad gastronómica que se llama Uxin, justo como mi pueblo. Elegí ese nombre porque es así como se siente Eva, como la escarcha arrastrada por el viento que se pega en las ventanas y, aunque está en la casa, se queda fuera mirando hacia dentro, como si no perteneciera a ese lugar.
¿Lo de la trilogía lo tenía pensado desde el principio o fue surgiendo?
–Escribí la primera novela pensando que eso era todo, pero le pasé el borrador a un amigo, Ricardo Colorado, que es guionista, y me dijo ‘creaste un mundo donde quiero estar’. Nunca lo olvidaré. Y me preguntó si estaba segura de que eso era todo lo que tenía que decir, porque los personajes le parecían muy ricos y quería saber más de ellos. El siguiente fin de semana seguí el mismo proceso, imaginé otros dos finales y luego el camino para llegar a ellos. Si te fijas, el personaje se pregunta cómo ha llegado hasta ese punto, igual que yo me pregunto cómo es que ahora estoy aquí.
¿En quién te inspiraste para crear a Eva? ¿Qué tiene de ti?
–Eva representa en parte el modo en que yo fui criada. A ver, mis padres son espectaculares y siguen conmigo. Mi padre es contador público, así es que analítico, escéptico, más cuadrado; y mi madre se parece un poco a Pilar. Cree en todo, en reencarnaciones, en los arcángeles, en las hadas, en los remedios ancestrales, en los cristales... Yo crecía en esta dualidad y en la novela se ve justo este binomio de razón y superstición. Es la lucha constante de Eva, a la que le dan piezas de un rompecabezas imposible de armar porque recibe versiones contradictorias de los hechos. En ese sentido, el lector también tiene que hacer ese proceso y fijar su propia postura.
Como escritora, no se posiciona.
–Es que ahora creo que las dos, superstición y razón, son posibles. Y quería que la trama y el final fueran completamente creíbles para una persona escéptica y totalmente aceptable para una persona creyente en todo lo sobrenatural, en la religión o en los espíritus malignos.
Como se pregunta en la novela, ¿se puede ser sensata y supersticiosa?
–Me he dado cuenta de que es muy sensato estar abierta a la posibilidad de que hay cosas invisibles que están presentes y para las que puede que no tengamos explicación. Mientras no te dejes llevar por el miedo y la sugestión, creo que hay que mantener la mente abierta.
En la novela hay muchos detalles sobre las costumbres, las casas, los ritos, la comida, las tradiciones... ¿Qué es lo que más le llamó la atención del Valle de Salazar?
–La permanencia. En esa zona hay un pasado que se niega a desaparecer. Permanece todo igual, las construcciones, las tradiciones, hacen recreaciones... Y, para mí, fue una sorpresa agradable descubrir que son muy simbólicas y metafóricas. Desde la flor del sol, la tablilla de los muertos... y la casa, que tiene vida. Hay una casa en Ochagavía que está tiznada porque, cuando la quemaron los franceses, la familia no quiso volver a pintarla para que fuera testimonio de lo ocurrido. Eso habla de la resiliencia de los habitantes del Valle de Salazar, donde también dicen que la casa no es nuestra, sino que nosotros somos de la casa. La identidad no está en tu nombre, sino en el de la casa a la que perteneces, donde la tablilla de los muertos se enciende el día de los muertos para que puedan regresar a casa. ¿Qué hay más metafórico y poético que eso?
"Me llevo el corazón lleno y el gran aprendizaje de que nunca hay que callar la curiosidad. La curiosidad te lleva a la pasión y la pasión te lleva a donde tengas que llegar"
¿Qué me dice del euskera?
–Ahí me ayudó Fernando. Por ejemplo, él subía una foto a su estado de whatsapp, yo le preguntaba qué era y él me lo contaba. Por eso, por ejemplo, el cerillero de los muertos (argizaiola), pero no puedo pronunciar ni la mitad de esas palabras tan bellas.
¿Cuándo se publicarán las otras entregas de ‘Vestigios’?
–Mercedes (Pescador), mi editora, tiene la idea me dice que tengo tres hijos y que quiere que salga uno cada nueve meses. No sabemos aun si todo se va a dar así, pero esa es su visión. Y yo la comparto, ya tengo dos hijos, pero se me hace muy hermoso sentir que tengo estos tres más.
¿Qué está dejando esta experiencia en Catalina Guzmán Bremer?
-Es que no te puedo explicar. Nunca había soñado en convertirme en novelista. Me gusta pintar y soñaba más con eso, y nunca imaginé que fuera a tener este recibimiento en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, con 200 personas de público, la cantante Rosana, la visita del embajador de México... Ha sido de no creerse cómo se ha dado y cómo me he sentido acogida. Me llevo el corazón lleno y el gran aprendizaje de que nunca hay que callar la curiosidad. No hay que dejar de ser curiosas, porque la curiosidad te lleva a la pasión y la pasión te lleva a donde tengas que llegar.