La escritora pamplonesa Susana Rodríguez Lezaun acompañará a Silvia Intxaurrondo (Barakaldo, 1979) en la presentación de esta novela habitada por mujeres que viven entre susurros, silencios, violencia, desamor, soledad... Y rodeadas por vecinos y vecinas cargados de prejuicios que saben lo que ocurre, pero prefieren mirar hacia otro lado.

Un rato después de finalizar su programa matinal en La 1 de TVE, que siempre tiene “mucha intensidad”, la periodista y escritora comparte sus reflexiones sobre una novela, Solas en el silencio, que ya han leído más de 50.000 personas. 

Tiene un reto nuevo cada mañana.

–Y me encanta. Compartir un directo con un equipo que está narrando en vivo lo que sucede es un auténtico reto. Y cada vez que salgo del programa, me siento muy afortunada porque tengo la sensación de que un día más lo hemos conseguido. 

Estar tan expuesta todos los días también la convierte en diana de sus ‘enemigos’.

–Bueno, hay gente que quiere ser mi enemiga. Siempre me preguntan por esos enemigos que salen de vez en cuando, y yo respondo: ‘Sí, ya, pero ¿y la cantidad de amigos que tengo?’

Viene a presentar la novela a Pamplona, ciudad con la que mantiene un vínculo especial.

–Pasé cuatro años en Pamplona y aquella fue una de las épocas más maravillosas de mi vida. La universidad, los amigos... Yo cumplo años en octubre y, claro, cuando llegué todavía tenía 17, pero creo que esta es una de esas ciudades ideales para aprender a volar solo con seguridad. La gente es encantadora y te lo pone todo muy fácil, sobre todo si llevas escrito en la cara ‘soy universitario’ (ríe). Voy siempre que puedo, al menos una vez al año.

"He querido escribir desde siempre, pero la historia tenía que ser buenísima para que los espectadores que me dan su voto de confianza y me acompañan cada mañana no se sintieran defraudados"

Envuelve su primera novela una faja que reza “La novela revelación del año”. ¿Qué le parecen estos eslóganes que a veces ocupan una parte importante de la portada con adjetivos superlativos tipo “vertiginosa”, “trepidante”, “insólita”...?

–Las fajas me seducen muchísimo como lectora, así que cuando veo una frase de esas tipo ‘ábrela, no te la vayas a perder’, siempre me dan ganas de leerla. Tengo una curiosidad insaciable por conocer historias. De ese tipo de curiosidad que te hace abrir libros, ir al cine, ver series... Y sin prejuicios. Siempre hay compañeros, amigos o familia que te recomiendan cosas, pero me gusta dejarme sorprender. Desde pequeña me seduce que me cuenten historias. Primero me las contaban mis abuelos y mis padres, y espero haber tenido el mismo arte que ellos con esta novela.

Portada de la novela publicada por Harper Collins. Harper Collins

Bueno, ya va por la 5ª edición de ‘Solas en el silencio’. Seguro que sabía que su popularidad iba a arrastrar a muchos lectores, ¿pero esperaba esta respuesta?

–Seducir a los lectores me parecía un reto fascinante. Yo he querido escribir desde siempre y sabía que tenía ante mí una oportunidad que no podía desaprovechar, pero la historia tenía que ser buenísima para que la gente que me da su voto de confianza y me acompaña cada mañana no se sintiera defraudada. El reto era muy importante, pero he tenido la suerte de que los lectores han estado ahí. Y he vivido con ellos momentos que me han encogido el corazón. Ha habido personas que me han contado que lo que he escrito les pasó a su madre, a su abuela o a sí mismas. He conocido historias muy duras y, sobre todo, me ha impresionado que gente que incluso tengo cerca me haya dicho que ha visto reflejada la vida de un familiar. Y eso que todo, absolutamente todo, ha salido de mi imaginación.

Pero Sopuerta existe.

–Sí, es el pueblo de mi padre. Lo único real de toda la novela es el escenario.

Y, teniendo en cuenta que esta es una historia escalofriante, ¿qué piensan sus habitantes de que la haya ubicado allí?

–Pues justo antes de empezar la promoción de verano me hice esa misma pregunta, así que decidí organizar un encuentro con ellos. Cogí un avión de Madrid a Bilbao y mis padres me llevaron a Sopuerta, donde había organizado un picoteo. Cuando me acerqué al bar de Avelina, que, como en el libro, está frente a la iglesia, me pareció que había algunos vecinos fuera, pero cuando entré, estaba a rebosar de gente que empezó a darme las gracias y a decirme que al leer la novela había sentido que todo el entorno en el que ha vivido sí podía ser el escenario de una novela. Algunos también me decían que era una historia muy dura y otros me preguntaban en qué vecino o vecinos me había basado (ríe). Me retaban a qué les diera un nombre, y yo, más allá de que iba de pequeña, allí solo conozco al entorno de mi familia. No sé si esa respuesta dejó conforme a todos (ríe). La verdad es que me resultó muy emocionante compartir con ellos las sensaciones que les había causado la novela.

En realidad, ha habido y sigue habiendo unos cuantos 'Sopuertas' por ahí.

–Sí. Realmente, lo que más han agradecido los lectores es que recrease el ambiente opresivo que puede suponer el entorno para una víctima de la violencia machista. Puede haber muchos Sopuertas, incluso en Madrid, porque, al final, es un contexto en el que la víctima se siente cuestionada o, al menos, no con la suficiente confianza como para denunciar lo que le pasa, y recibe mensajes que le dicen ‘déjalo estar’, ‘no será para tanto’... Además, me gustó plantear la historia desde el lado de la víctima que siente que va a tener que convencer a los demás de todo lo que le está pasando, aunque todo el mundo lo esté viendo; y también incluir la óptica de ese entorno cuando la víctima de esa violencia fallece.

¿En qué sentido?

–Quería que los lectores acompañasen en ese duelo a la gente que podía haber salvado la vida de la víctima. Porque, al final, Solas en el silencio habla del sentimiento de culpa, de indignación, de impotencia y de todos los sentimientos bonitos que se lleva una persona a la que queremos cuando recibe una paliza mortal. Me pareció que era importante contar esta parte porque no es algo de lo que solamos hablar en los medios.

Claro, en esta historia hay culpables por acción y por omisión.

–Así es, esta novela habla sobre todo de los culpables por omisión. De los que se quedaron callados, miraron a otro lado y toleraron que pasase lo que pasó, aquello ante lo que ya no hay vuelta atrás, remedio o solución.Y quería que el lector supiese que importa que nos falte una mujer víctima de la violencia machista, y que importa conocer los sentimientos, aspiraciones y sueños que tenía antes de convertirse en víctima.

"Quería que los lectores acompañasen en ese duelo a la gente que podía haber salvado la vida de la víctima"

Ha creado personajes femeninos luminosos y otros que son atroces, sobre todo con otras mujeres.

–Pretendía derribar mucho ese prejuicio y plantearle al lector que si las mujeres tejen una red de sororidad, se acaba con esto; pero que el primer paso lo tenemos que dar juntos, hombres y mujeres. Nosotras no podemos estar al margen. En la época en la que se desarrolla la historia, en 1975, no había esa concienciación sobre la violencia machista. Lo que sucedía estaba totalmente normalizado, también por las mujeres, incluso todavía hoy hay algunas que lo encuentran normal, por eso el lector siente una indignación todavía mayor y siente una asfixia tremenda cuando lee que la víctima se callaba, se sentía estigmatizada e incluso culpable y que el entorno lo tapaba.

Es que no ha escogido una historia nada fácil para debutar. ¿La siguiente será algo más luminosa?

–Bueno, siempre quise que Solas en el silencio encerrara un potente mensaje de esperanza, pero es dura, sí. Lo siguiente será una historia desbordantemente bella de la que el lector no quiera salir. Otro desafío.