Ser portero es una profesión de riesgo en el mundo del fútbol, dicen que quienes se ponen los guantes están hechos de una pasta especial y la realidad es que, en cuestión de segundos son capaces de hacer una parada inverosímil que le dé la victoria más importante a su equipo, como cometer el error que le cueste el partido a su equipo. Para lo bueno o para lo malo, es el guardameta el que acaba saliendo en la foto.

Este pasado fin de semana, Mikel Satrústegui, portero del Itaroa Huarte, vivió las dos caras de la moneda. No fue una parada, sino que lo que consiguió fue anotar el tanto del empate de su equipo en Sangüesa ante el Cantolagua, en el último minuto. “Fue un momento especial y probablemente irrepetible, pero nunca se sabe”, reconoce el protagonista.

Cantolagua e Itaroa Huarte se volvían a ver las caras después de haberse enfrentado la temporada pasada -no todos los equipos lo hicieron al haber dos grupos y diversas segundas fases-. El enfrentamiento rompió los esquemas tanto de Javier Pascual como de Pedro Sánchez, que preveían pocos goles, y este finalizó con tablas a 4. “Fue un partido un poco loco, porque para el minuto diez ya perdíamos 2-0. Metimos pronto el 2-1, pero en la segunda parte fuimos a remolque porque ya íbamos 4-1, no teníamos nada que perder y en la última jugada llegó el córner y metí el empate”, analiza Satrústegui. “Decidí subir con el corazón en vez con la cabeza al ver que era la última jugada. Fue un centro al primer palo, salté, porque estaba libre de marca y marqué por el otro lado. La verdad que fue un buen remate”, rememora.

Al acabar el partido, Mikel se saludó con su homólogo en el Cantolagua, con el que bromeó por la acción. “No recuerdo lo que me dijo pero alguna broma de que me lo guardara para otro partido. Que meta gol un portero es algo especial, pero si a mí me tocase en contra me dolería”, afirma.

Una vez que anotó el tanto, a Mikel Satrústegui no se le pasaron “muchas cosas por la cabeza, corrí hacia el córner y celebrarlo con los compañeros. En ese momento sueltas adrenalina y no tienes la mente fría para hacer algo”, mientras que después, ya en frío “fui a saludar a mi madre, que estaba la pobre mujer cardíaca, y dando vueltas de lo emocionada que estaba. Les pregunté a mis padres y no habían hecho ni ver el gol”, se sincera.

Para la familia Satrústegui ha sido un fin de semana de felicitaciones. Su hermano, xxxx, jugador de la Peña Sport, también anotó pero su equipo cayó derrotado. “Mis padres le vacilaron a ver si metía gol porque yo, que jugué antes, ya lo había hecho. Él también lo hizo y a ver si me supera pronto que será buena noticia”, añade.

Sin embargo, no todo fue positivo. “Me metieron gol de medio campo. Estábamos volcados hacia arriba y el defensa (Diego Rubio) robó balón en medio campo y como teníamos la línea adelantada yo salí un poco porque uno rompió al espacio y cuando el defensa levantó la cabeza ya vi que tenía mala intención, corrí hacia atrás pero fue buen gol. Al final te desquitas también un poco de la sensación que se te queda, pero el cometido de un portero es parar los goles y no meterlos y tratar de reducir la cantidad de goles encajados”, admite.

Mikel Satrústegui forma, junto con Íñigo Agramonte, la pareja de porteros del equipo. Ninguno se pone la etiqueta de titular, porque van rotando a lo largo de la temporada. Su relación es sana, un aspecto fundamental en cualquier equipo. “Al final ten en cuenta que hacemos entrenamientos específicos y somos, que no sea un malentendido, los apartados, y tener una relación sana y que no te lleves mal con él favorece a la convivencia de entrenamientos”, valora el portero, que ya tiene la mente puesta en el próximo reto: el Subiza.