Es martes a media mañana en el centro de salud de Burlada. Una quincena de personas guarda desde el mostrador de recepción una fila que alcanza la calle, donde los últimos en llegar buscan una sombra bajo el sol bárbaro de primeros de agosto. La escena se ha hecho habitual en los últimos dos años y se repite en muchos lugares: los ciudadanos, hartos de que nadie atienda el teléfono, acuden hasta el centro de salud para solicitar una cita o resolver un trámite.

Dos años y medio después del estallido del coronavirus, este asunto, en el fondo uno de los menos relevantes, funciona como metáfora del deterioro de la atención primaria, ahogada por la demanda creciente y por la falta de médicos, así como de los problemas de una sanidad pública que sigue siendo muy bien valorada por los ciudadanos, pero a la que cada vez en mayor medida se le tensan las costuras y se le estiran las listas de espera. De forma paralela, un sector empresarial, el de la sanidad privada, que en Navarra contaba con un espacio muy acotado, va ganando cuota y presencia.

Tanto sus cifras de facturación -por encima de los 200 millones- como de empleo no han dejado de crecer en los últimos años. Con 80 millones de euros procedentes de conciertos (cifra de 2021), las empresas poseen un suelo sólido desde el que trabajar y crecer. La Clínica San Miguel, por ejemplo, pasó de facturar 19 millones de euros en 2016 a superar los 25 antes del covid. También la Clínica Universidad de Navarra ha crecido, si bien esta vez se debe a su centro en Madrid, que le ha permitido superar los 215 millones (58 proceden de la capital).

Los datos de empleo que ofrece la Seguridad Social ilustran también el desempeño de esta actividad. Desde 2012, ha añadido 10.000 nuevos cotizantes, hasta superar ya los 33.000 en las ramas sanitarias y de servicios sociales. Supone un crecimiento superior al 40%. Y en los tres últimos años ha añadido 3.600 nuevos trabajadores, más de la mitad en el sector privado.

Otros datos fundamentales ilustran este crecimiento. El primero de ellos lo muestra el Instituto Nacional de Estadística, que analiza el gasto anual de los navarros tanto en servicios médicos en general como en seguros de salud en particular. Su análisis no deja lugar a dudas: los navarros pagan hoy algo más de 30 millones de euros en cuotas de seguros sanitarios privados. Es el triple que hace una década y casi el doble que en el último lustro.

Se trata en todo caso de una cifra todavía pequeña, sobre todo si se analiza tomando como referencia el gasto medio por hogar. Navarra apenas destina 47,3 euros por hogar a este asunto, con solo cuatro comunidades por detrás y muy lejos de aquellas en las que más extendido se encuentra el seguro privado. País Vasco (131,1 euros), Baleares (151,4), Madrid (195,3) y Catalunya, donde el gasto medio por hogar supera ya los 224 euros.

La Comunidad Foral, con elevados niveles de renta, supone por tanto una excepción si se tiene en cuenta que el resto de territorios ricos presentaba ya una relevante presencia del sector privado. Pero no queda al margen de la tendencia general, que muestra la evolución en el número de personas que cuenta con un seguro médico privado. Según ICEA, 67.334 personas disponía de uno en 2021, 5.000 más que un año antes y 20.000 más que en 2016. La misma fuente eleva hasta casi 60 millones de euros, mas del doble que hace una década, el volumen de las primas abonadas por los navarros.

Sin demasiados actores empresariales relevantes en juego –el bajo volumen de población deja en seis el número de hospitales privados y deja sin demasiado espacio a gigantes como Quiron y Sanitas–, el sector crece a un ritmo del 11% anual en ingresos por seguros y del 7% en asegurados. Y, en una sociedad que demanda servicios rápidos y de calidad, tiene margen para seguir haciéndolo en los próximos años.

Navarra es, además, la comunidad con menos seguros de salud (apenas el 11% de la población), recordaron desde el Gobierno de Navarra esta primavera en el Parlamento, que atribuye a causas “culturales, sociales, de ofertas de empresa” el incremento en el número de personas que lo contratan.