Los coches fabricados en Navarra se venden en más de 40 países. El viento de los cinco continentes mueve aerogeneradores diseñados y construidos, al menos en parte, por empresas de la Comunidad Foral, que es el octavo exportador mundial de verdura congelada y acoge al primer fabricante del planeta de envolturas cárnicas. Piezas made in Navarra surcan el cielo, e incluso el espacio. Las máquinas expendedoras de comida y refresco diseñadas y ensambladas en Peralta salpican los aeropuertos de decenas de países. 

Somos la comunidad más industrializada de la península, con un 28% de nuestro PIB que depende directamente de las manufacturas y la energía. Y en las últimas semanas se han confirmado inversiones directas por cerca de 1.200 millones de euros, que podrían crecer hasta superar los 2.000 millones si se activan finalmente proyectos como el de Mina Muga, pendiente de un último trámite administrativo. Una ingente cantidad de dinero con un doble propósito: transformar la industria hacia una fabricación más electrificada y sostenible y repartir por diferentes zonas de la comunidad el impacto de unas de las actividades económicas que mayor valor genera.

Porque la industrialización de Navarra es una historia que se cuenta por oleadas. La primera, y la más importante, la que barrió la comunidad en los años 60, convirtiendo un territorio agrario en un polo fabril de primer orden. Aquel impulso permitió al territorio sortear mejor que la media los duros años 70 y 80, cuando la propiedad de las fábricas cambió de manos. Retirados o muertos los fundadores, era el turno de los herederos, millonarios de por vida gracias a la venta a grandes multinacionales. Más de 120 han hecho de Navarra el territorio, tras Madrid, donde un mayor porcentaje del PIB depende de centros de decisiones ubicados en otros países. Y si a finales de los 90 germinó el actual sector renovable y poco a poco se ha ido haciendo un hueco el sector farmacéutico, la actual está llamada a ser una década de transformación. Que ya no aumentará el peso de la actividad industrial –algo muy complicado con los actuales niveles–, pero que debería servir para mantenerlo y frenar un retroceso que en otros territorios ha sido mucho más acusado.

Si entre 1986, año de entrada en la unión Europea, y 2021 el PIB industrial español cayó más de doce puntos (del 27,6% al 15,2%), en Navarra el retroceso resultó mucho más leve, de apenas cuatro puntos. Y desde 2014, una vez cortada la hemorragia que abrió la crisis y su respuesta mediante recortes, el empleo industrial ha crecido en Navarra más de un 21%, casi al mismo ritmo que la media del conjunto de actividades (23%). Pese a la digitalización y la robotización, 12.000 nuevos empleos en las fábricas dejan el número de afiliados a la Seguridad Social al borde de los 70.000. 

La pandemia y la guerra desatada por Rusia han cambiado además el paradigma. Fabricar es importante, en muchos casos estratégico. Y en todo el mundo se ha entendido, porque el empobrecimiento que supone el cierre de planta, el olvido al que se condena a territorios anteriormente prósperos, genera consecuencias indeseadas. Así, Estados Unidos está dispuesto a proteger y revitalizar su industria, una decisión que lo enfrenta no solo a China, sino a también a una Europa presa durante demasiado tiempo de los viejos dogmas, pero también de los intereses de la industria alemana, muy implantada en Asia. 

Hoy el papel del Estado, de lo público, vuelve a ser clave. El Perte (proyectos estratégicos para la recuperación y transformación económica) de la automoción, que hará a Volkswagen Navarra una planta de producción de coches eléctricos es un ejemplo de ello. El grupo alemán va a recibir al menos 400 millones de euros –de momento son 397,38, pero ya ha dicho que confía en que sean más– para apoyar unas inversiones de unos 7.000 millones de euros entre Sagunto, Martorell y Landaben.

De este pastel, el trozo pequeño es para Volkswagen Navarra, una fábrica “que se dedica a montar los coches que otros desarrollan y diseñan”, como dice uno de sus directivos. La planta va a recibir 1.024 millones de euros destinados a mantener los actuales niveles de producción y empleo, dos variables que también dependerán del mercado. VW es el segundo fabricante del mundo en coches de combustión, pero debe demostrar que es capaz de mantener a su clientela vendiendo de forma masiva a partir de 2026 vehículos eléctricos.

De que tenga éxito en esta apuesta y del volumen de proveedores locales va a depender que el sector del auto mantenga sus cerca de 12.000 puestos de trabajo en el futuro. Una cifra que, en los últimos años, no varía de modo significativo, pero que se ve amenazada no solo por los cambios de hábitos y menores ventas de coches, sino por la simplificación de piezas y procesos que conlleva el eléctrico. 

Mejorar el equilibrio territorial, uno de los objetivos

El impulso público es, por tanto, decisivo. Europeo, estatal, pero también navarro. La nueva planta de encendedores que se instalará en Aoiz, que supondrá una inversión de 40 millones de euros y nace con la ambición de generar hasta 250 empleos, ha recibido ya 200.000 euros de dinero público que, seguramente, no sean los últimos. Aoiz es un emplazamiento estratégico: cercano a Pamplona, pero sin acceso directo a grandes vías, su pujanza permite anclar población en el Pirineo y permitirá taponar el agujero que dejó el cierre de Siemens Gamesa, en cuyas instalaciones se instalará Flamasats. La participación del Gobierno de Navarra, que destinará seis millones de euros para construir la nave, ha sido clave también para que Madergia aporte los otros tres y ponga en marcha una fábrica de construcción en madera también en Aoiz. 

Otros tres millones de euros ha aportado el Gobierno de Navarra a EnergyLoop (Iberdrola+FCC) para que ubique en el desolado polígono de Cortes su planta de reciclaje de palas eólicas, que supondrá una inversión de diez millones de euros y creará un centenar de empleo a partir de 2024. Un negocio “a la vista”, lo calificaba el consejero de Desarrollo Económico, Mikel Irujo, teniendo en cuenta que en toda Europa, ya en 20230, se desmantelarán cerca de 5.700 aerogeneradores por año, que serán sustituidos por otros más grandes y potentes.

Otra propuesta con el mismo objetivo, la de Renercycle, donde participan 11 empresas navarras, será confirmada seguramente en los próximos días. Cuenta también con impulso público y se espera que genere medio centenar de empleos tras una inversión de nuevo cercana a los diez millones de euros. Su ubicación todavía no se ha hecho pública, pero uno de los objetivos del Gobierno de Navarra es diversificar el tejido económico del sur de Navarra, muy enfocado a la agroalimentación, el subsector industrial que más empleo genera (16.721 ocupados en enero), tras añadir 250 nuevos empleos en el último año. 

Esta pujanza se siente en la última década en la Ribera de Navarra, que ha generado empleo a un ritmo interesante. Un vigor que, sin embargo, no oculta que las diferencias de renta entre la Comarca de Pamplona, la zona norte y el sur del territorio no solo no se han reducido, sino que se han ensanchado, tal y como muestran los datos de renta por municipios que publica todos los años Hacienda. Por término medio, las rentas del sur son hasta un 40% inferiores a las de Pamplona y su comarca.

El estado emprendedor, una vez más

La apuesta pública resulta, por tanto, decisiva una vez más. Bien al modo tradicional, con las ayudas directas o la participación en negocios ya maduros, o al modo que defiende Mariana Mazzucato, una de las economistas más influyentes de la actualidad y cuyo libro, El estado emprendedor (RBA), defiende precisamente que “el sector público es la organización más emprendedora del mercado y la que asume inversiones de mayor riesgo”. 

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Dentro de su pequeño tamaño y de la falta de instrumentos propios, Navarra hace lo que puede en este sentido, generalmente a través de Sodena. La apuesta por el hidrógeno vede junto a Nordex –15 millones de euros pondrá cada uno para desarrollar y fabricar electrolizadores a partir de 2026 en Barasoain– es un ejemplo de ello. Una tecnología todavía en despliegue y donde la presencial del sector público limita los riesgos que corre el privado. Algo similar se busca desde la Ciudad Agroalimetaria de Tudela, que contará con su pequeña planta de hidrógeno verde. Una inversión de nueve millones con una fuerte presencia pública. 

Otros actores han decidido ir solitario en este camino. Acciona, un gigante cuyo negocio renovable nació también del impulso público (EHN) ha anunciado una planta de hidrógeno verde en Sangüesa en la que podría invertir unos 100 millones de euros. Más de 35 tiene ya comprometidos Ingeteam en el crecimiento de su negocio en Sarriguren y Sesma, ubicación donde ya trabajan más de 600 personas y donde ya está fabricando electrolizadores. Un futuro que, poco a poco, se abre paso.