Los 1.300 litros de agua por metro cuadrado que han caído en Ultzama desde finales del pasado verano han logrado que, con los primeros calores de abril, la vida eclosione en el valle. Y ayudan a que los pastos crezcan con energía y suministren el alimento necesario para los 640 animales de la explotación de vacuno de leche en la que trabaja Julen Ancizu, de 31 años, desde que tenía 20. 

Por primera vez en mucho tiempo, dice, los precios de la leche han alcanzado un nivel aceptable, pero un año bueno, asegura “no compensa 20 malos”. “Lo que estamos pidiendo es una estabilidad, que se nos garanticen por ley unos márgenes que nos permitan no solo sobrevivir, sino también progresar”, dice.

Ancizu ha participado en las movilizaciones agrarias de los últimos meses. Y admite “la rabia y la impotencia” por ver que cada vez las cosas están más complicadas en el sector. “Lo que queremos es poder hacer un plan, trabajar aquí toda la vida, que es lo que me gusta, progresar, no estar siempre con el agua al cuello”.

Costes variables

La subida de precios del último año, que se refleja también en los lineales de los supermercados, ha dado un respiro a los productores, que admiten que no es fácil controlar los márgenes de la cadena alimentaria. “No todos tenemos los mismos costes, ni siquiera en la misma zona... Los costes dependen de muchas cosas, también del tipo de terreno que tengas alrededor y los cultivos de los que dispongas. No es fácil fijar un coste de producción, un año bueno de cosechas en el norte puede ser malo en el sur”, recuerda.

Junto a otros dos socios, Julen Ancizu gestiona una explotación familiar, con 370 vacas de leche, que en poco se parece a la conoció su padre, Agustín, hace ya medio siglo. “Teníamos 25 vacas y eso daba para vivir bien. Pero entonces se pagaba por la carne y los terneros”. 

Julen Ancizu, junto a su padre Agustín. Patxi Cascante

Hoy, el mercado impone tamaño para abaratar costes. O más que el mercado, precisa Julen es la sociedad. “Buscamos alimentación cada vez más barata para disponer de más dinero para gastar en ropa o en sus hobbies, en tecnología o en viajar. Esta inercia y esta rueda nos acaba por apretar más a todos”.

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El sector observa asimismo que los cambios legales, las nuevas normativas, chocan con un modo de producir ya asentado, pensado para competir. “Algunas –dice Julen Ancizu– las vemos inviables, como reconvertir el 20% del suelo ecológico agrario a ecológico. Los cambios tienen que ser paulatinos. No podemos pretender que la sociedad viva de una manera intensiva y pretender que el sector primario se transforme en cinco años. Según qué medidas se adopten pueden matar al sector. Lo único que te permite sobrevivir y tener una cierta calidad de vida y poder conciliar algo la vida profesional y personal es tener una explotación medianamente grande. Yo sería el más feliz con un socio, un mes de vacaciones y 50 vacas, pero no se puede. Hay que adaptar los cambios al sector”. 

Agustín se jubiló hace ya más de dos años y recuerda que “ahora o eres profesional puntero o tienes que cerrar. Hay que ser bueno y tener vocación. Además, parece que estamos en las diana de mucha gente, que si la carne, que si el metano de las vacas, que sin contamina”. ¿“No contamina el turismo o los Sanfermines –tercia su hijo–, ¿cuánto contamina que vengan 200.000 personas a Pamplona. Nos sentimos observados e indefensos. Somos pocos y tenemos pocos votos y capacidad para influir”.