A sus 34 años Adrián Zapata es bastante pesimista cuando se le pregunta por su futuro. Desde pequeño la vida de su familia ha sido el campo y aunque su intención era tener otro trabajo, la crisis de 2008 le devolvió al campo, algo que, por otra parte no cambia por nada. “¿A quién no le gustaría trabajar aquí?”, se pregunta señalanado árboles frutales, campos sembrados y el perfil de Milagro al fondo. “Llevo desde que nací rodeado de campo. Mi bisabuelo, mi abuelo, mi padre, yo…, y espero que nadie más. Antes los padres decían que un hijo heredara el campo y los demás estudiaran, ahora ningún padre quiere que su hijo se quede en el campo. Acabé aquí porque me pilló la crisis y decidí meterme aquí. Fue decisión mía porque me gustaba, me motivaba y creía que tendría futuro”.

Tras levantarse a las 5 de la mañana, coger el tractor y comenzar la jornada, Adrián hace un alto. El siguiente parón será para comer un bocadillo y continuar hasta las 22.00, “con esta vida es difícil hasta encontrar pareja”. Con una sonrisa socarrona, coge aire antes de describir cómo es su jornada, “hoy me he levantado a las 5 de la mañana y llego a las 10 de la noche a casa. Anteayer me levanté a las 7 y a las 2.00 de la madrugada llegaba a casa. Ando como loco. No voy a ir a casa ni a comer. ¿Quien quiere trabajar así?” Después de pasar todo el día solo, “el pitido del ordenador del tractor y de la sembradera se me mete todo el día en la cabeza”. Para explicar su dedicación basta por preguntarle por sus vacaciones,, “cuando me lo permite el trabajo. Suelen ser dos semanas en septiembre o febrero, en agosto no puedo. En realidad me obligo a descansar aunque sean unos 10 días al año porque si quisiera tendría trabajo para hacer”.

Sus 200 hectáreas son el ejemplo de la huerta ribera por su diversidad: brócoli, cereza, maíz, cardo, alcachofa, borraja, acelga, calabaza, pimiento, tomate, zanahoria, patata… “me acabo de quitar la pera conferencia, que tenían mis abuelos, porque no era rentable. Yo puedo sobrevivir gracias a vivir en Milagro y a las empresas de esta zona, las únicas que me dan un aliciente para seguir”.

Para Adrián la situación está tan difícil que se ha puesto un plazo, “si en 5 años esto no cambia me veré obligado a abandonar. Me tendré que ir de funcionario, que es lo que hace todo el mundo ¿no?”, se encoge de hombros. Pese a estar al frente de parte de las protestas de hace dos meses, cree que se ha conseguido muy poco, “esperemos que con las elecciones europeas cambie algo, si no será nuestra ruina”. Una de sus preocupaciones es la llegada de fondos de inversión y empresas que buscan amortiguar sus emisiones al efecto invernadero con el campo, “en Navarra se está dando carta blanca a que entren fondos inversores. Esa es la realidad. No puedo estar compitiendo con una multinacional que quiere adueñarse de todo”. Pone el ejemplo de la vecina Ejea de los Caballeros, donde una firma ha comprado 500 hectáreas para borrar su huella de carbono. “Gracias a esa tierra, vivían mecánicos, la tienda que de fruta.... Va a desaparecer y nos quejamos del despoblamiento rural. Es el propio Gobierno quien obliga a que España se quede vacía”.

Milagro está en un proceso de concentración parcelaria y una empresa “ha querido absorber toda la tierra que pudiera. El Gobierno lo permite. Yo quiero que las próximas generaciones tengan futuro pero no hacen nada para puedan acceder a esas tierras. Existe libre mercado pero no puede ser que el Gobierno de Navarra deje solos a los agricultores frente a las multinacionales”.