No ha hecho más que empezar, pero el conflicto comercial de carácter global abierto tras la instauración de los aranceles por parte de la Casa Blanca está elevando la tensión entre Estados Unidos y China, con declaraciones de hechos y también de palabra que van subiendo de tono. 

En el mismo día en el que entraron en vigor las tasas del 20% a los países de la Unión Europea y del 104% a China –tras la decisión de Estados Unidos la víspera de aumentar el arancel anunciado previamente– Pekín reaccionó ayer comunicando que incrementará del 34% al 84% la tasa adicional sobre las mercancías importadas con origen en Estados Unidos. Por la tarde, llegó la reacción de Trump, imprevisible como siempre. Por un lado, anunció una pausa de 90 días en la aplicación de los aranceles a aquellos países que no han tomado represalias comerciales contra su plan arancelario, subrayando que las tasas quedarán limitadas al 10% en ese período.

"Para las naciones que por sugerencia mía no han tomado represalias de ningún tipo contra los Estados Unidos he autorizado una pausa de 90 días y un arancel recíproco notablemente reducido durante este periodo del 10%”, declaró. Dentro de ese bloque estará la UE, según confirmó la Casa Blanca, que indicó también que 75 países ya han pedido empezar negociaciones directas con Estados Unidos. Pero, por otra parte, Trump anunció que aumentará los aranceles a China al 125% “con efecto inmediato”, al considerar que Pekín cometió una “falta de respeto” al imponer gravámenes en represalia contra Estados Unidos.

Mientras, se suceden las lecturas sobre cuales pueden ser los siguientes pasos del régimen de Xi Jinping. A corto plazo, los analistas creen que parte del flujo comercial derivado a Estados Unidos se dirigirá a otros espacios, aunque será imposible que absorban toda esa oferta. Además, tampoco sería deseable este último supuesto, ya que con las políticas de precios bajos de las mercancías chinas se atacaría gravemente la competitividad de las empresas y países receptores. Las exportaciones chinas a Estados Unidos se concentran sobre todo en sectores como la electrónica, la maquinaria, el textil, electrodomésticos o muebles.

Una de las claves puede estar en el comportamiento de la moneda china, el yuan, frente al dólar. Si Pekín continúa con los tímidos movimientos que ya ha empezado para devaluar su moneda, un yuan más débil equivaldría a abaratar los bienes que exporta el gigante asiático, lo que actuaría en detrimento de la industria de los países importadores. Pero si el yuan se mantiene estable frente al dólar, serán los consumidores estadounidenses los que acabarán soportando costes más altos que los exportadores chinos. Esto, a su vez, supondría aumentar la inflación en EE. UU., precisamente el problema que Trump dijo querer combatir.

Mientras tanto, Donald Trump no ceja en sus declaraciones, cada vez más altisonantes. Envalentonado ante los suyos, en un discurso pronunciado ante el Comité Republicano, el presidente de Estados Unidos se burló en la noche del martes de los países que, según dice, quieren negociar los aranceles: “Estos países nos están llamando. Me están besando el culo. Se mueren por llegar a un acuerdo”, dijo. Trump aseguró que los líderes extranjeros le ruegan que retire esos nuevos gravámenes: “Por favor, por favor, señor, llegue a un acuerdo. Haré lo que sea, señor”.

Mientras tanto, Estados Unidos sigue de cerca los movimientos de Europa, su otro gran socio comercial y con el que también mantiene un déficit en la balanza de exportaciones e importaciones. Washington quiere cortar de raíz las maniobras de acercamiento que la Comisión Europea está realizando a China y Asia en general y con las que Bruselas confía asegurar nuevos mercados. Esa aproximación coincide en el tiempo con la visita oficial que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, está haciendo a China y Vietnam. Pekín corteja a Bruselas alabando los esfuerzos mediadores de Sánchez mientras el jefe del Ejecutivo trata de consolidar al gigante asiático como un aliado fundamental para las empresas españolas. 

Nada más conocer el viaje de Sánchez, el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, criticó el planteamiento de que Europa debería buscar mayor alineamiento con China. “Eso sería cortarse el cuello”, señaló Bessent, que añadió que aproximarse a China es “una apuesta perdida para los europeos”. Bessent quiso mandar un mensaje a la Unión Europea definiendo el “modelo de negocio” chino: “Nunca se detiene, simplemente siguen produciendo y produciendo, y haciendo dumping, y todo va a alguna parte”, en alusión a que las exportaciones del país, a su juicio, acaban dañando la competitividad de la economía que las compra.

No obstante, dejó la puerta abierta al diálogo. De este modo, expresó su confianza en poder llegar a un entendimiento finalmente con países que han sido socios a largo plazo -“buenos aliados militares, no aliados económicos perfectos”, los calificó- y entonces poder acercarse al caso de China “como grupo”.