Las miradas al pasado están aseguradas en cada una de las historias que nos brinda la gran María Dueñas. Tras deleitarnos con El tiempo entre costuras, regresa a la novela histórica para ofrecernos Por si un día volvemos, una novela ambientada en la Argelia colonial donde narra la historia de una mujer que tuvo que huir y salir adelante.
¿Cómo se ha sentido al retratar estos años 20, una época marcada por muchas cosas pero también por el machismo?
-Todas las novelas son muy ilusionantes de escribir, dan muchas ganas de recuperar episodios y llegar a los lectores. Pero quizá esta novela es más intensa y más dramática por lo que cuento, por la vida de la protagonista, que es una ficción pero como decía un amigo investigador: “Aquel mundo estaba lleno de Cecilias y de Cecilios”, de gente que venía de unos orígenes muy míseros que pasaban mil calamidades y sufrían mil adversidades para salir adelante. Entonces, en ese sentido para mí ha sido muy satisfactorio componer esta historia. Me ha abierto mucho los ojos a circunstancias menos conocidas y ha sido un gran reto.
Hay escenas que se pueden hacer más difíciles de leer, más duras, por las situaciones que se describen. ¿Cree que a los lectores puede llegarles a costar en algunos momentos seguir con la lectura?
-Pues de momento no me dicen que les esté costando. Sí me dicen que es una novela que te atrapa y te traslada a un territorio o un universo muy distinto, y algunas veces te obliga a pasar por circunstancias complejas en la vida del personaje. Pero en general las respuestas están siendo muy positivas, muy constructivas. Me dicen los lectores que terminas la novela y el personaje se te queda dentro, se te queda pegado a la piel. No es de estos que cierras el libro y ya los has olvidado. Cecilia Belmonte es un personaje que cala muy dentro de los lectores, quizá como dices por todas esas cosas que le van pasando.
"Cecilia aprende a escribir y leer francés siendo ya una mujer adulta”
De lo que le están contando, ¿qué poso les está quedando?
-Todos coinciden en que es una mujer muy admirable. Claro, la acompañamos a lo largo de una etapa muy amplia. Son 35 años de historia los que transcurren de su mano a lo largo de la novela. La conocemos siendo una chica muy joven, sin referentes, sin recursos, y la vamos acompañando en sus dificultades, en sus caídas, pero también vamos viendo cómo remonta, cómo saca fuerza... Cómo va creciendo y convirtiéndose en una mujer muy solvente por un lado, y por otro muy cercana. En ese sentido, los lectores se sienten muy cómplices de Cecilia, la ven crecer y asentarse, y reafirmarse como personaje y como mujer.
Personal
Conocida por obras como El tiempo entre costuras, Sira, Las hijas del Capitán o Misión Olvido, ahora ha vuelto a las librerías para regalarnos Por si un día volvemos, un nuevo viaje al pasado.
En esta nueva novela, que ya se ha vuelto popular entre sus lectores, nos pondremos en la piel de una joven con el nombre falso de Cecilia Belmonte, que ha cruzado el Mediterráneo para recalar en Orán en los años 20 huyendo de un trágico suceso. Seguiremos su historia de esta manera en su lucha por sobrevivir, recalando por el camino en plantaciones, lavaderos, fábricas... Es, al fin y al cabo, “la historia de una mujer que vivió el auge colonial y el trágico fin de la Argelia francesa. Y, en paralelo, sus páginas rescatan la memoria de los desconocidos pieds-noirs españoles que, arrastrados por la emigración y el exilio, formaron parte de aquel mundo”, resumen.
A lo largo de la novela hay muchas frases reseñables. Me gustaría destacar una: “A mi marido no le agrada que haya aprendido a leer y escribir”. ¿No le agrada porque es un símbolo de libertad y de independencia?
"Los lectores se sienten muy cómplices de Cecilia”
-Exactamente. Cecilia es de origen español, muy humilde, y ella se embarca hacia la Argelia francesa, donde hay muchísimos españoles trabajando pero donde si quieres prosperar tienes que hablar francés. Hablar francés es relativamente fácil porque lo coges en la calle, pero tienes que aprender a leer y a escribir, y eso Cecilia lo hace siendo ya una mujer adulta. Joven pero adulta, y casada además con un tipo muy desagradable e indeseable. Y exactamente, a Cecilia el aprender a leer y escribir en francés de la mano de una maestra jubilada que se convierte en un personaje muy querido le va a dar unas alas que su marido entiende como un peligro.
Además de un retrato de la época, esta novela es también una oda a la sororidad, ¿verdad? A esa hermandad entre mujeres.
-Absolutamente. Yo no uso la palabra sororidad, porque en la época no se usaba y yo intento ser fiel y rigurosa con el tipo de lenguaje. Pero sí, es lo que hoy llamamos sororidad, que es lo que ha existido desde siempre. Aquí se ve muy claro. Sobre todo en la primera parte de la novela son mujeres muy humildes, muy trabajadoras, que apenas tienen nada para salir adelante, y aun así a ella le tienden una mano cada vez que lo necesita. Le ofrecen un poco de comida, le dan trabajo, la cuidan... En ese sentido sí que tenemos un fresco muy del momento, pero que es extrapolable a casi todas las realidades, que es mujeres ayudándose unas a otras en los momentos de dificultad.
“La elección de Eduardo Mendoza como premio Princesa de Asturias ha sido muy acertada”
Es inevitable, de todos modos, hacer paralelismos entre esta novela y otra de sus grandes obras, El tiempo entre costuras. Son mujeres que se apoyan entre ellas, que nadan contracorriente, que se encuentran en una época dominada por hombres. ¿Usted también ha vuelto a la historia de Sira?
-Bueno, hay ciertas similitudes en el sentido de que son dos novelas que arrancan en el mismo tiempo, a finales de los años 20, con dos jóvenes que por distintas circunstancias se ven obligadas a desarraigarse y enfrentarse a una ciudad y unas circunstancias nuevas. Pero yo creo que ahí más o menos terminan las similitudes entre las dos protagonistas. Sira, aunque de alguna manera se queda sola en ciertos momentos, está protegida, despierta más empatía, tienen menos crueldad contra ella. Cecilia está mucho más sola, mucho más desnuda ante el mundo. Es más carne de adversidades y de malos momentos, pero sí es cierto lo que dices, de que en las dos novelas encontramos mucha presencia de mujeres que van apoyando a la protagonista de una u otra forma. Mujeres a las que la vida ha hecho endurecerse y que saben que o se apoyan entre ellas o a veces no hay otra salida para la supervivencia.
Hace unos meses fue parte del jurado del premio Princesa de Asturias. ¿Cada año es más complicado elegir? Es una responsabilidad importante.
-Sí. La verdad es que ha sido una experiencia estupenda, magnífica, porque es un honor de entrada ser invitada a formar parte del jurado, y después todo el proceso es muy interesante. Era un jurado muy variopinto, con gente del mundo de la cultura pero desde distintos ámbitos, un grupo muy variopinto y cada uno con una procedencia y una profesión distinta, pero todos muy articulados en el sentido de que queríamos un gran premio. Y la verdad es que los candidatos eran todos magníficos, era muy difícil descartar. Pero yo creo que la elección ha sido muy acertada.