HACIA EL FINAL- Pedro Sánchez activó ayer su último cartucho. Más bien, el póstumo. Salvo milagro de los gordos, la era recién estrenada en Ferraz es la del declive final. Caerán primero la mayoría de los feudos autonómicos y locales en la próxima primavera y, unos meses después, será rendida La Moncloa. No es descartable que por el camino asistamos a un puñado de fuegos artificiales, pero el destino parece marcado. Y no desde hace unos días. La cuesta abajo empezó hace 18 meses, con aquella jamelgada de la moción de censura en Murcia que devino en el palizón de Ayuso en Madrid. El episodio siguiente fue el tortazo de Castilla y León; el no demasiado buen resultado del PP no ocultó el ridículo socialista redondeado por los patéticos números cosechados por el socio morado, conservando un solo escaño. Pero el remate fue hace apenas un mes, cuando los populares se pasaron por la entrepierna a Vox y obtuvieron la mayoría absolutísima en Andalucía.

EFECTO SÁNCHEZ - Olvidamos muy pronto. Hace un año por estas mismas fechas, Sánchez hizo una brutal poda en el gobierno y el partido. Se quitó de en medio sin que le temblara el pulso a sus más fieles escuderos, a aquellas y aquellos que, como Carmen Calvo, José Luis Ábalos o Iván Redondo habían estado a su lado en los momentos más crudos. Como se ha visto, aquella limpia no ha servido para nada. Hoy es el día en que un PP que ha cometido descomunales errores y ha protagonizado espectáculos aberrantes como el del suicidio esperpéntico de su anterior líder encabeza de largo todas las encuestas. Como nos gusta simplificar, le llamamos al fenómeno "efecto Feijóo", pero si fuéramos más finos en el análisis y menos pintureros, veríamos que el que de verdad ha provocado la remontada de los genoveses es el propio Sánchez. Bueno, por ser justos, él y sus compañeras y compañeros de gabinete, con un ramillete de decisiones de mucho relumbrón que provocan un descontento sordo.

¿Y LOS SANCHISTAS? - Prometo desdecirme si no ocurre lo que vaticino, pero de verdad que nada invita a imaginar otro futuro. No niego que el nuevo núcleo duro recién bendecido tenga infinitamente más peso político que los anteriores. Ya he escrito que Patxi López, al lado de Héctor Gómez o Lastra, es Churchill, pero el desgarrón es tal, que a él, a Montero y a Alegría les va a quedar más bien poco por hacer. Todo eso, sin que deje de ser curioso que las tres personalidades llamadas a salvar a Sánchez hayan militado en el antisanchismo. Salvo el navarro Santos Cerdán, todos los sanchistas originarios han sido laminados.