En manos de... - Desde el mismo instante en que terminó el abracadabrante recuento de anteanoche, hizo fortuna un titular que enuncia una verdad a medias: “La investidura de Sánchez queda en manos de Puigdemont”. En el primer bote, la formulación parece correcta, dado que la decisión que adopte Junts decantará la balanza hacia la prolongación de la estancia de Sánchez en La Moncloa o hacia la repetición electoral allá por las navidades. Sin embargo, esos votos solo son determinantes en la medida en que el resto de las fuerzas del llamado “bloque de progreso” vayan a optar por apoyar de nuevo al desde ayer presidente en funciones. Sin los 5 votos del PNV, por ejemplo, los de los postconvergentes no tendrían ningún valor. Y cabría decir lo mismo de los 6 de EH Bildu si no fuera porque Arnaldo Otegi ya ha puesto en bandeja los suyos. Respecto a los 7 de ERC, no me atrevo a pronunciarme.
El cántaro y la fuente - El resumen es que, pese a su mil veces probada capacidad para salir vivo de los escenarios más endiablados, el Secretario general del PSOE haría bien en no dar por hecho que, solamente por su cara bonita, cuenta con los apoyos de unas formaciones que le han dado mucho más de lo que él ha devuelto. La lista de incumplimientos y agravios es muy larga y ya se sabe lo que pasa con los cántaros que van demasiadas veces a la fuente.
La frase de Sánchez - Si atendemos a sus declaraciones de ayer, no parece que el asunto le quite demasiado el sueño. Con total rotundidad, aseguró que no habrá bloqueo ni, por tanto, repetición electoral porque “la democracia encotrará la fórmula para gobernar”. Y andan los sanchezólogos dándole vueltas a la frase. Los que se acaban de quedar compuestos y sin su soñado “cambio de ciclo” barruntan sin dudar que, efectivamente, firmará un referéndum en Catalunya, la amnistía y, ya puesto, la anexión de Navarra a la demarcación autonómica y dos huevos duros. Otro sector más pacato, siempre a la defensiva, se ha puesto a hiperventilar elucubrando con la posibilidad de que vaya a dar una de sus volteretas cósmicas y acabe arreglándose con el PP. Yo me inclino por pensar que no será ni lo uno ni lo otro. Solo es una frase más de alguien que el domingo a las ocho estaba políticamente muerto y ahora tiene, en el peor de los casos, cinco meses de prórroga. Feijóo, que se lo iba a comer con patatas, sin embargo, no tiene ninguna opción de ser presidente del gobierno español. Y ni siquiera cuenta con la garantía de que, si finalmente se vuelve a las urnas, él vaya a ser el cabeza de cartel del PP.