pamplona - El jugador del Planasa Navarra Álex Calvo, un apasionado de los animales y de las personas, se somete a las preguntas de esta sección para hablar de todo menos de baloncesto. El navarro, jugador de fútbol cuando era niño, se introdujo en el mundo de la canasta gracias su hermana mayor. Desde entonces no ha parado de practicar el deporte que más le gusta.
En el equipo le llaman la motoreta. ¿De dónde viene el apodo?
-Por mi complexión física y ciertas cualidades. Soy una persona que está todo el día en movimiento, muy nervioso y en la pista no paro de correr, por este motivo, en el equipo comenzaron a llamarme la motoreta. Ando todo el día a mil revoluciones y como soy chiquitico me apodaron con el nombre de este singular vehículo.
¿Sólo en el deporte o en otros aspectos de la vida?
-En general soy bastante nervioso y una persona muy activa. Estoy haciendo todo el día el guindilla, como digo yo. No puedo parar quieto.
Se apellida Calvo. ¿Ha sido alguna vez motivo de burla?
-Sí. Muchas veces ha sido motivo de burla. Pero siempre lo he llevado con gusto. A todos los apellidos les puedes sacar un poco de chispa y siempre que he recibido alguna vacilada he sabido como contestarla con una buena respuesta.
En la campaña de abonados para esta temporada, Somos héroes, usted es Hulk.
-Tengo fama de ser un poco bruto. En la pista nunca he rehuido el choque o pegarme con quien sea e incluso ser peleón. Soy un poco zarrias y algo bruto. Me puedo identificar claramente con este personaje.
¿Qué otros aspectos de la vida pueden llegar a transformarle?
-Al final, cuando entras en la pista te conviertes, pero en el resto de las cosas puedo llegar a ser más manso, más tranquilo. Si hay momentos en los que saco mi mala hostia, que tengo bastante, pero tengo mucha paciencia.
Si pudiese elegir, ¿en qué superhéroe se transformaría?
-Me convertiría en Iceman, en una persona más fría. A veces me caliento mucho, le doy muchas vueltas a la cabeza, me gustaría ser más frío en este sentido y tener un mayor equilibrio emocional. En resumidas cuentas, buscar mi lado más paciente y tranquilo me vendría bien para muchos aspectos de la vida.
¿Cree en la reencarnación?
-A lo largo de mi vida he pasado por diferentes formas de pensamiento en cuanto a este tema. He pasado una época en la que sí que he llegado a creer en la reencarnación, pero ahora mismo soy bastante escéptico.
Entonces, ¿no cree en un mundo espiritual?
-Creo bastante en la espiritualidad del mundo en el que vivimos, pero no me planteo nada del siguiente. Creo en hacer bien las cosas y en cómo esto nos hace sentir mejor y nos hace ser espiritualmente mejores en el mundo que nos rodea. Pero no pienso que puede pasar en una vida posterior, si realmente existe.
¿Con qué superhéroe se identifica más?
-Si V de Vendetta se puede describir como un superhéroe, me identifico con él.
¿Por qué?
-Por su idea de justicia y su análisis crítico de los medios de comunicación y su dominio mediático de la sociedad desde el miedo y la amenaza. Su forma de ver el mundo, su fe en cambiar las cosas y su forma de implantar justicia desde la conciencia.
Me he enterado de que quiso ser pastor.
-De txiki vivía en Otano, un pueblo de seis habitantes (mi familia y el pastor). En mi infancia me crié rodeado de animales. Me acuerdo que en los horarios en los que las cabras y las ovejas entraban al corral me quedaba atónito, era mi momento del día para aprovechar el tiempo con los animales. Los veía salir y entrar, era el contacto que tenía con la naturaleza por aquella época. El pastor también era una persona que me resultaba muy agradable, le tenía mucho cariño. Fue él quien me regaló una cabra cuando tenía muy pocos años y la tuve como si fuera una mascota, le daba el biberón, la sacaba de paseo, le llamaba y se me subía en la espalda, en resumidas cuentas, era mi mejor acompañante y mi fiel amiga.
Nunca es tarde para hacer lo que uno quiere.
-Ya se me ha pasado, aunque es verdad que a veces me pica el gusanillo. Hay que saber que es una vida muy dura. Realmente en la sociedad en la que vivimos está desapareciendo esta práctica por el hecho de que exige muchísimo sacrificio y otorga muy pocos beneficios económicos. Si alguna vez se me va la olla y me da por dejarlo todo, un buen corral con mis ovejas sería una buena posibilidad para salir adelante.
Es un amante de los animales.
-La vida en el pueblo es así, uno se encuentra en un entorno natural muy tranquilo en el que puedes disfrutar de los animales. Tuve la cabra, dos perros y gallinas. Mi padre un día quiso aprovecharlas y trajo un huevo de pavo real para que lo criasen y acabamos teniendo también un pavo que llegó a hacerse el dueño del pueblo, estaba todo el día cantando, aunque se llevaba muy mal con uno de los perros, teníamos plumas para aburrir. Le silbábamos y venía, estaba totalmente familiarizado.
Ahora vive en Noáin. ¿Disfruta tanto de la naturaleza?
-Me he dado al capitalismo y a la civilización y me cuesta más ir a disfrutar de la naturaleza. Cuando vivía en el pueblo, en mis ratos libres me iba al monte con el perro e incluso muchos días iba solo y me pasaba las horas paseando, pensando y buscando setas. Es una actividad que he perdido, pero me gustaría retomar.
¿Qué opina del sistema capitalista?
-No voy a ser yo quien despotrique de este sistema cuando, en cierta manera, me estoy aprovechando de él. Sí que es verdad que no es justo, y menos el camino a seguir. El problema del capitalismo es que las personas pasamos a un segundo plano. Poco a poco nos vamos encontrando con un mundo sin participación en el que las decisiones las toman tres. Empezar por ayudar a la gente que nos rodea es básico para que la sociedad salga adelante. Nos rodeamos de teóricos, pero luego practican poco sus habladurías. Donde realmente se van a ver los cambios es en cada uno, en cada familia, en cada casa, si cada persona piensa en lo que tiene y en lo que no puede tener, nos va a llevar a seguir igual, pero si piensa en qué hacer y en qué poder hacer, conseguiremos cambiar las cosas.
En este sistema falta un reconocimiento a la educación.
-Hemos perdido el norte. Cada vez se valora menos a las personas y más al producto. Los educadores, que tenemos un impacto real sobre la gente, estamos muy poco valorados. Si pensamos desde un punto de vista humano, la gente que esta llamada a trabajar con las personas, ayudándoles a que evolucionen y mejoren, es la que más preparada debería estar. El dinero y el producto es lo reconocido socialmente y la humanidad está en el olvido. Es un ejemplo que refleja la sociedad en la que vivimos. No puedo ver aulas de los colegios con 37 alumnos o universidades con clases de 150 personas. Estamos formando borregos, en vez de formar personas que sean capaces de evolucionar, de valerse por si mismas y de estar preparadas a nivel teórico y práctico. Es una muestra más de que lo más importante es el mayor beneficio por el menor servicio, en resumidas cuentas, el dinero.
Es técnico superior en Integración Social. ¿Cómo surgió la idea?
-Surgió a raíz de mis padres. Mi padre fue educador y tuvo un centro de menores. De hecho era la casa de Otano donde viví con mis padres. Ellos eran los educadores y yo vivía con ellos y con la demás gente que estaba interna. Desde los tres o cuatro años estuve allí conviviendo con menores con problemas en su entorno so-cial, familiares, judiciales etc... De esta manera, desde txiki, me inculcaron este tipo de valores.
¿Qué siente cuando está con sus alumnos?
-El hecho de estar con la gente, de empatizar, de conocer diferentes, casos, estar cerca de las personas, es muy gratificante. Ser un canal para ayudarles en sus necesidades, saber que es lo que necesitan y como poder ayudarles. Al final la posición de educador es muy amplia. Lo que me atrae de mi trabajo es estar con los alumnos, poder ser importante en su vida, que ellos puedan ver otro tipo de futuro con mi simple función de canal y de ayudarles a encontrar su sitio. Me gusta compartir buenos momentos, hacer actividades amenas y utilizar estrategias que les ayuden. Tengo buena capacidad para saber que es lo que necesita la otra persona, y lo más importante, saber como se siente.
¿Le gustaría formar su propia asociación?
-Sí. Creo que no hay un sistema perfecto de educación en estos momentos. Haría muchas cosas diferentes a como se están haciendo ahora. Me gustaría mucho llegar, en algún momento, a tener mi propia granja-escuela con una educación muy ligada a la naturaleza. Sería un futuro idílico en mi vida. Poder estructurar, poner objetivos, dar un tratamiento a chavales con dificultades, sería mi meta.
¿Ha tenido algún percance en el trabajo?
-He tenido bastantes que me han hecho replantearme dejarlo. Una vez, incluso, tuve problemas con una navaja de por medio. Son cosas que pasan y hay que estar preparado para todo tipo de situaciones. Al fin y al cabo, llegamos a empatizar mucho con los alumnos, entras en temas personales en los que hay mucho dolor y pueden llegar, en algunos casos, a reaccionar de manera violenta. Hay que saber como actuar en cada momento, forma parte del trabajo.
Seguro que habrá muy buenos momentos.
-Por supuesto, y muy gratificantes. Es lo que buscamos. Puede que salgan seis alumnos, entre comillas, mal, y uno bien que te soluciona todos los males, eso es una alegría. Hay personas que son muy agradecidas, con las que conectas y otras con las que no consigues entenderte y fracasas de alguna manera por no haber podido hacer más, pero poner todo de tu parte es lo más importante. A pesar de mi corta experiencia, he vivido muchas situaciones y con muchas personas que me han sorprendido muy gratamente. En el programa de mujeres con problemas sociales tengo a una mujer de 80 años que es una auténtica bestia, no solo por su buen estado físico sino por su espíritu luchador. Es una alegría tenerla conmigo. Estamos pendientes de si este año puede seguir con el proyecto. Es un descubrimiento, una persona que tendría que servir de ejemplo por su vitalidad, por sus ganas de vivir, por su felicidad y por lo que aporta al resto de compañeras y a nosotros.